NAVEGANDO
POR LA SELVA
Antonio Campillo Ruiz
Hombre
matsés.
Navegando
por la selva existen alrededor de 2.200 matsés que viven en la selva amazónica
en la frontera entre Perú y Brasil. El río Yaquerana recorre el corazón de su
tierra y señala la frontera internacional que separa su hogar. Para los matsés,
los arroyos, las planicies aluviales y las selvas de arena blanca conforman un
territorio ancestral compartido por toda la tribu.
“No comemos alimentos de la
fábrica, no compramos cosas. Por eso necesitamos espacio para cultivar nuestra
propia comida.” Los matsés cazan en
la selva animales como el tapir y la paca, un roedor grande, utilizando arcos y
flechas, trampas y escopetas. Las comunidades viven cerca de la ribera, y cada
mañana niños y adultos se ponen en marcha para capturar el pescado del día. En
sus huertos crece una gran variedad de cultivos, entre ellos alimentos básicos
como el plátano y la yuca.
El
chapo, una bebida dulce hecha con plátano, siempre está hirviendo en el hogar
de un matsés. Las mujeres cocinan la fruta madura y exprimen su tierna carne
con coladores caseros hechos de hoja de palma. Esta deliciosa bebida se sirve
caliente, junto al fuego y se suele beber mientras uno se mece en una hamaca. Cuando
no hay colegio, los padres llevan a los niños a los huertos para enseñarles
cómo cultivar su propia comida.
Ranas
para ser valientes.
Las
ranas no son solo una delicatessen culinaria, sino que también tienen un uso
práctico. Una especie de rana verde conocida como “acate” segrega un fluido que utilizan tanto hombres como mujeres
para obtener valor, energía, y mejorar las habilidades de caza. Los hombres
recolectan el fluido frotando la piel de la rana con un palo. Luego se aplica
en pequeños agujeros que se queman en la piel del receptor. El mareo y las
náuseas pronto dan paso a una sensación de claridad y fuerza que puede durar
varios días. Los hombres matsés soplan tabaco, o polvo de “nënë”, por la nariz de los otros hombres para darles fuerza y
energía.
© James Vybiral/Survival
Un hombre matsés recibe veneno de rana.
Sus
brazos y su pecho muestran las cicatrices
donde el veneno se ha aplicado
previamente.
El veneno de rana, que se utiliza con
frecuencia
antes de expediciones de caza, incrementa la claridad, la visión y
la energía.
© James Vybiral/Survival
Un hombre matsés esnifa potente polvo de
tabaco.
Duele, pero es efectivo: la fuerza y la energía del hombre mejoran.
Los
espíritus de las plantas son utilizados como remedios eficaces en las diferentes comunidades. Los curadores
matsés tienen una profunda comprensión de cómo se pueden utilizar las plantas
de la selva para curar enfermedades. Para los matsés, las plantas y los
animales tienen espíritus al igual que los humanos, y pueden dañar o sanar un
cuerpo humano. Un curador identificará la causa de la enfermedad de su paciente
y la tratará con su planta medicinal específica. Un dolor de garganta, por
ejemplo, puede estar causado por haber comido carne de mono aullador, y se
puede tratar con una planta que se parece a la laringe del mono. En 1969, los
matsés fueron contactados por miembros de un grupo misionero estadounidense, el
Summer Institute of Linguistics. Desde el contacto, los matsés han sufrido
graves enfermedades, especialmente malaria y otras dolencias introducidas y que
sus plantas medicinales no pueden curar.
Los
misioneros llegaron después de que se produjeran violentos enfrentamientos
entre los colonos locales, que intentaban construir una carretera a través del
territorio de los matsés, y los indígenas, que estaban defendiendo su tierra.
Varios colonos fueron asesinados después de ocupar una de las casas comunales
de los matsés e izar la bandera peruana, lo que provocó la intervención del
ejército. Desde entonces, los matsés han abandonado sus casas comunales y viven
en casas familiares individuales, y muchas de sus antiguas ceremonias ya no se
practican.
Anuncio
clavado por los colonos en una casa matsés
AVISO
“Se pone en conocimiento de los habitantes de esta
zona que si en caso de seguir cometiendo crímenes y robos… serán exterminados
por bombas y gases asfixiantes que serán lanzados por la aviación y las fuerzas
terrestres que harán lo propio. Si cambian de actitud serán recibidos con los
brazos abiertos en el seno de la civilización, así lo ha dicho el presidente de
la república Fernando Belaúnde Terry.”
Los matsés no sabían leer. “Nuestros antepasados siempre nos dijeron que los foráneos inician los
conflictos. Como durante la fiebre del caucho, van a venir de nuevo para causar
conflictos entre nosotros.”
Marcos,
hombre matsés
Los abundantes recursos de su hogar
en la
selva proporcionan a los matsés una dieta rica y variada.
Otros
pueblos indígenas permanecen aislados y viven cerca de los matsés tanto en Perú
como en Brasil. Durante la década de los 90, los madereros inundaron el
territorio de los matsés y los indígenas no contactados huyeron. Ahora los
matsés dicen que están regresando.
“Cuando los madereros invadieron nuestra tierra,
los indígenas aislados desaparecieron de la selva. Ahora hemos expulsado a los
madereros y los indígenas están volviendo.”
“¡Vayan y díganle al mundo entero que los matsés
nos mantenemos firmes en nuestra posición contra la empresa petrolera. ¡No
queremos que invada nuestra tierra!”
Una
nueva amenaza apareció desde Canadá. Antonia Duni Goya Nesho, mujer matsés:
“Deben de estar sordos”. En 2012, la empresa petrolera canadiense Pacific
Rubiales comenzó exploraciones petrolíferas en tierra habitada por los matsés y
sus vecinos los indígenas aislados. El Lote 135 se sitúa directamente en una
zona que ha sido propuesta como reserva para proteger a las tribus no
contactadas. El proyecto, valorado en 36 millones de dólares, abrirá cientos de
líneas sísmicas en una zona de más de 700 km2 de selva y excavará
pozos en busca de petróleo, lo que afectará a las cabeceras de tres importantes
ríos esenciales para la subsistencia de los matsés. La empresa petrolera los
obligará a huir de nuevo…”
© James Vybiral/Survival
Niña
indígena matsés.
“El petróleo destruirá el lugar donde nacen
nuestros ríos. ¿Qué pasará con los peces? ¿Qué beberán los animales?” Aunque los matsés se
han opuesto repetidamente a que las empresas operen en sus tierras, sus
protestas han sido ignoradas. Un segundo Lote, el 137, ya se ha demarcado sobre
el mapa, directamente encima del título de propiedad territorial de los matsés.
A pesar de las protestas de los indígenas, Pacific Rubiales está ejerciendo
gran presión sobre la tribu para que comiencen los trabajos. “Los indígenas aislados son como
nosotros antes de ser contactados por los misioneros. Se desplazan de sitio a
sitio, y huyen cuando ven a un blanco. Cuando oyen que alguien se acerca
esconden sus huellas con hojas y palos, igual que hacíamos nosotros. Pero yo sé
que están ahí. Le puedo asegurar que están ahí.”
Es importante visionar el documento a plena
pantalla-
Muchas gracias por tan maravilloso y lucrativo trabajo, en el que nos acercas, lo lejano.
ResponderEliminarBesosss
Enorme labor la tuya en favor de las grandes atrocidades que el mundo practica sobre las comunidades indígenas, amigo Campillo.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
He aprendido un montón de cosas con esta fantástica información que nos aportas.
ResponderEliminarMuchas gracias!!
Un fuerte abrazo
Me gusta la serenidad de esa madre en el vídeo y como su hijo tan pequeño parece entender y asumir.
ResponderEliminarGracias por compartir, un saludo.
Coincido amigo antonio con Inma, gracias por acercarnos estas realidades que no nos dejan indiferentes, los pueblos indígenas siempre han sido blanco fácil de la especulación la injusticia y la incomprensión de su propia adaptabilidad su ancestral entorno, algo que el hombre blanco no parece que llegue a entender,en especial a los pueblos indigenas de sudamérica, por citar un ejemplo...dificil solución , un abrazo amigo Antonio.
ResponderEliminarComprendo que se echen a correr cuando detectan a un blanco. Nada tan dañino para la tierra como el hombre blanco que ensucia y destruye cuanto toca. Con su necia codicia y su torpe comprensión de la vida, su escasa empatía hacia sus semejantes.
ResponderEliminarGran trabajo, Antonio.