CUERPO DE MUJER
Antonio
Campillo Ruiz
Jean Baptiste Valadie
"Los maestros
chinos comparaban a
estos cuentos con
cierto tipo de miniaturas:
una primera visión
permitía, por ejemplo,
percibir un hermoso
paisaje, pero un
acercamiento más
cuidadoso dejaba ver
detalles hasta
entonces invisibles"
Sebastián Vázquez
Una
noche de verano un chino llamado Yang despertó de pronto a causa del
insoportable calor. Tumbado boca abajo, la cabeza entre las manos, se había
entregado a hilvanar fogosas fantasías cuando se percató de que había una pulga
avanzando por el borde de la cama. En la penumbra de la habitación la vio
arrastrar su diminuto lomo fulgurando como polvo de plata rumbo al hombro de su
mujer que dormía a su lado. Desnuda, yacía profundamente dormida, y oyó que
respiraba dulcemente, la cabeza y el cuerpo volteados hacia su lado.
Jean Baptiste Valadie
Observando
el avance indolente de la pulga, Yang reflexionó sobre la realidad de aquellas
criaturas. “Una pulga necesita una hora para llegar a un sitio que está a dos o
tres pasos nuestros, aparte de que todo su espacio se reduce a una cama. Muy
tediosa sería mi vida de haber nacido pulga…” Dominado
por estos pensamientos, su conciencia se empezó a oscurecer lentamente y, sin
darse cuenta, acabó hundiéndose en el profundo abismo de un extraño trance que
no era ni sueño ni realidad. Imperceptiblemente, justo cuando se sintió
despierto, vio, asombrado, que su alma había penetrado el cuerpo de la pulga
que durante todo aquel tiempo avanzaba sin prisa por la cama, guiada por un
acre olor a sudor. Aquello, en cambio, no era lo único que lo confundía, pese a
ser una situación tan misteriosa que no conseguía salir de su asombro.
Jean Baptiste Valadie
En
el camino se alzaba una encumbrada montaña cuya forma más o menos redondeada
aparecía suspendida de su cima como una estalactita, alzándose más allá de la
vista y descendiendo hacia la cama donde se encontraba. La base medio redonda
de la montaña, contigua a la cama, tenía el aspecto de una granada tan
encendida que daba la impresión de contener fuego almacenado en su seno. Salvo
esta base, el resto de la armoniosa montaña era blancuzco, compuesto de la masa
nívea de una sustancia grasa, tierna y pulida. La vasta superficie de la
montaña bañada en luz despedía un lustre ligeramente ambarino que se curvaba
hacia el cielo como un arco de belleza exquisita, a la par que su ladera oscura
refulgía como una nieve azulada bajo la luz de la luna.
Jean Baptiste Valadie
Los
ojos abiertos de par en par, Yang fijó la mirada atónita en aquella montaña de
inusitada belleza. Pero cuál no sería su asombro al comprobar que la montaña
era uno de los pechos de su mujer. Poniendo a un lado el amor, el odio y el
deseo carnal, Yang contempló aquel pecho enorme que parecía una montaña de
marfil. En el colmo de la admiración permaneció un largo rato petrificado y
como aturdido ante aquella imagen irresistible, ajeno por completo al acre olor
a sudor. No se había dado cuenta, hasta volverse una pulga, de la belleza
aparente de su mujer. Tampoco se puede limitar un hombre de temperamento
artístico a la belleza aparente de una mujer y contemplarla azorado como hizo
la pulga.
Ryunosuke Akutagawa
Jean Baptiste Valadie
Buenas letras y buenas imágenes, Antonio.
ResponderEliminarTe dejo mi saludo.
Me has dejado un tanto confuso, no estoy seguro si en algún momento me gustaría ser pulga, solo por unos momentos, y seguir explorando. Saludos maestro.
ResponderEliminarDespués de todo, Kafka no había sido tan innovador con su escarabajo! Ja! Un gusto siempre pasar por tu espacio, Antonio. Te envío un fuerte abrazo!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y muchas gracias por compartir tan buen texto.
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Un fuerte abrazo y muchas gracias por compartir tan buen texto.
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Como siempre, y digo siempre, magnifico, interesante, perturbador, bello, exquisitamente bello..
ResponderEliminarUn abrazo.
Que texto tan original. Las imágenes son fantásticas también. La verdad es que da mucho en qué pensar, está claro que siempre deberíamos mirar desde varias perspectivas, incluso aquello que creemos sabernos de memoria.
ResponderEliminarUn abrazo grande querido Antonio.