UN
CUENTO DE SANCHO
Antonio Campillo Ruiz
CAPÍTULO
XX DE LA I PARTE
Montaje de "Don
Quijote"(1955), de Pablo Picasso sobre el
"Trigal con segador a la
salida del sol" (1889), de Van Gogh
De la jamás vista ni oída aventura que con más poco
peligro fue acabada de famosol caballero en el mundo como la quell acabó el
valeroso don Quijote de la Mancha
—Pero,
con todo eso, yo me esforzaré a decir una historia que, si la acierto a contar
y no me van a la mano, es la mejor de las historias; y estéme vuestra merced
atento, que ya comienzo. «Érase que se era, el bien que viniere para todos sea,
y el mal, para quien lo fuere a buscar...» Y advierta vuestra merced, señor
mío, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fue así como
quiera, que fue una sentencia de Catón Zonzorino romano, que dice «y el mal,
para quien le fuere a buscar», que viene aquí como anillo al dedo, para que
vuestra merced se esté quedo y no vaya a buscar el mal a ninguna parte, sino
que nos volvamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a que sigamos este
donde tantos miedos nos sobresaltan.
—Sigue
tu cuento, Sancho —dijo don Quijote—, y del camino que hemos de seguir déjame a
mí el cuidado.
—«Digo,
pues —prosiguió Sancho—, que en un lugar de Estremadura había un pastor
cabrerizo, quiero decir que guardaba cabras, el cual pastor o cabrerizo, como
digo de mi cuento, se llamaba Lope Ruiz; y este Lope Ruiz andaba enamorado de
una pastora que se llamaba Torralba; la cual pastora llamada Torralba era hija
de un ganadero rico; y este ganadero rico...»
—Si
desa manera cuentas tu cuento, Sancho —dijo don Quijote—, repitiendo dos veces
lo que vas diciendo, no acabarás en dos días: dilo seguidamente y cuéntalo como
hombre de entendimiento, y si no, no digas nada.
—De la
misma manera que yo lo cuento —respondió Sancho— se cuentan en mi tierra todas
las consejas, y yo no sé contarlo de otra, ni es bien que vuestra merced me
pida que haga usos nuevos.
—Di
como quisieres —respondió don Quijote—, que pues la suerte quiere que no pueda
dejar de escucharte, prosigue.
—«Así
que, señor mío de mi ánima —prosiguió Sancho—, que, como ya tengo dicho, este
pastor andaba enamorado de Torralba la pastora, que era una moza rolliza,
zahareña, y tiraba algo a hombruna, porque tenía unos pocos de bigotes, que
parece que ahora la veo».
—Luego
¿conocístela tú? —dijo don Quijote.
—No la
conocí yo —respondió Sancho—, pero quien me contó este cuento me dijo que era
tan cierto y verdadero, que podía bien, cuando lo contase a otro, afirmar y
jurar que lo había visto todo. «Así que, yendo días y viniendo días, el diablo,
que no duerme y que todo lo añasca, hizo de manera, que el amor que el pastor
tenía a la pastora se volviese en omecillo y mala voluntad; y la causa fue,
según malas lenguas, una cierta cantidad de celillos que ella le dio, tales,
que pasaban de la raya y llegaban a lo vedado; y fue tanto lo que el pastor la
aborreció de allí adelante, que, por no verla, se quiso ausentar de aquella
tierra e irse donde sus ojos no la viesen jamás. La Torralba, que se vio
desdeñada del Lope, luego le quiso bien, mas que nunca le había querido.»
—Esa es
natural condición de mujeres —dijo don Quijote—, desdeñar a quien las quiere y
amar a quien las aborrece. Pasa adelante, Sancho.
—«Sucedió
—dijo Sancho— que el pastor puso por obra su determinación y, antecogiendo sus
cabras, se encaminó por los campos de Estremadura, para pasarse a los reinos de
Portugal. La Torralba, que lo supo, se fue tras él y seguíale a pie y descalza
desde lejos, con un bordón en la mano y con unas alforjas al cuello, donde
llevaba, según es fama, un pedazo de espejo y otro de un peine y no sé qué
botecillo de mudas para la cara; mas llevase lo que llevase, que yo no me
quiero meter ahora en averiguallo, solo diré que dicen que el pastor llegó con
su ganado a pasar el río Guadiana, y en aquella sazón iba crecido y casi fuera
de madre, y por la parte que llegó no había barca ni barco, ni quien le pasase
a él ni a su ganado de la otra parte, de lo que se congojó mucho porque veía
que la Torralba venía ya muy cerca y le había de dar mucha pesadumbre con sus
ruegos y lágrimas; mas tanto anduvo mirando, que vio un pescador que tenía
junto a sí un barco, tan pequeño, que solamente podían caber en él una persona
y una cabra; y, con todo esto, le habló y concertó con él que le pasase a él y
a trecientas cabras que llevaba. Entró el pescador en el barco y pasó una
cabra; volvió y pasó otra; tornó a volver y tornó a pasar otra.» Tenga vuestra
merced cuenta en las cabras que el pescador va pasando, porque si se pierde una
de la memoria, se acabará el cuento, y no será posible contar más palabra dél.
«Sigo, pues, y digo que el desembarcadero de la otra parte estaba lleno de
cieno y resbaloso, y tardaba el pescador mucho tiempo en ir y volver. Con todo
esto, volvió por otra cabra, y otra, y otra...»
—Haz
cuenta que las pasó todas —dijo don Quijote—, no andes yendo y viniendo desa
manera, que no acabarás de pasarlas en un año.
—¿Cuántas
han pasado hasta agora? —dijo Sancho.
—¿Yo
qué diablos sé? —respondió don Quijote.
—He ahí
lo que yo dije: que tuviese buena cuenta. Pues por Dios que se ha acabado el cuento,
que no hay pasar adelante.
—¿Cómo
puede ser eso? —respondió don Quijote—. ¿Tan de esencia de la historia es saber
las cabras que han pasado por estenso, que si se yerra una del número no puedes
seguir adelante con la historia?
—No,
señor, en ninguna manera —respondió Sancho—; porque así como yo pregunté a
vuestra merced que me dijese cuántas cabras habían pasado, y me respondió que
no sabía, en aquel mesmo instante se me fue a mí de la memoria cuanto me
quedaba por decir, y a fe que era de mucha virtud y contento.
—¿De
modo —dijo don Quijote— que ya la historia es acabada?
—Tan
acabada es como mi madre —dijo Sancho.
—Dígote
de verdad —respondió don Quijote— que tú has contado una de las más nuevas
consejas, cuento o historia que nadie pudo pensar en el mundo, y que tal modo
de contarla ni dejarla jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida,
aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me maravillo, pues
quizá estos golpes que no cesan te deben de tener turbado el entendimiento.
Miguel de Cervantes Saavedra
Es importante visionar
el vídeo a plena pantalla.
Excelente homenaje y recuerdo para un gran autor,
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Buenos días Antonio, quera comentar lo del bonito cuadro que acompañas...entiendo que es un Van Gogh al que tú le has añadido el don Quijote de Picasso, queda precioso
ResponderEliminarUn abrazo amigo
Bien traído amigo Campillo. Cuanto desconocemos de esos grandes personajes de nuestra literatura.
ResponderEliminarGracias y, ah, me voy saliendo de mis males, (todos pequeños), de momento ya me siento sin flotador.
Un abrazo, amigo
Bonito tu particular homenaje a Cervantes. No conocía este vídeo. Supongo que pertenece a una serie completa. Cuál es? Gracias por tus trabajos que disfrutamos.
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