EL PLANETA DELICADO
Antonio Campillo Ruiz
Nelson Rolando Tamani
Aquel pequeño planeta era tan delicado que ni siquiera poseía gravedad. En un principio, sus habitantes eran fuertemente atraídos por los enormes cuerpos celestes que pululaban a su alrededor y desaparecían absorbidos en el espacio interplanetario. Un buen día, un sabio consiguió vencer esta atracción asiéndose fuertemente con las manos a las oquedades que existían en las rocas de su frágil planeta. Fue un gran hallazgo porque desde ese día, todos los habitantes caminaban cabeza abajo valiéndose de las manos para avanzar de un lugar a otro. Incluso, inventaron un nuevo vocablo que definía su nueva forma de desplazamiento: manear.
El sabio, siempre pensando en mejorar su hallazgo, descubrió el trenzado de cuerdas y cuando una fue acabada la ató sólidamente a una oquedad con agujero. La cuerda subió recta hacia el cielo por la falta de gravedad y el sabio dejó de sostenerse con las manos, dañadas ya por tanto guijarro y se agarró a la cuerda. Su posición era la misma: cabeza abajo por la fuerte atracción de los vecinos cuerpos celestes pero la mejoría en sus manos era notoria. Todos trenzaron cuerdas y con el tiempo las compartieron, las cambiaron y de esta forma, de cuerda en cuerda cuerdeaban de un lugar a otro. Debían tener mucho cuidado con la fortaleza del entramado tejido porque los había débiles y fuertes. Sólo los fuertes podían soportar a dos habitantes a la vez. Surgió de esta forma la unión de parejas de habitantes que formaban sus propios lugares de subsistencia.
Alguna vez, de tarde en tarde, alguna cuerda se rompía bajo la tensión gravitatoria externa y el habitante o habitantes que se encontraban en ella desaparecían hacia el infinito sin saber hasta donde podrían haber llegado: jamás regresó ninguno para explicarlo. Sucedió que otro día, lejano ya del tiempo de los descubrimientos, un inmenso cuerpo estelar asomó por el horizonte con una gran aureola de potencia e inmensa gravedad. Miró hacia el planeta delicado y observó su curiosa forma, similar a una pelota que parecía poseer múltiples palitos clavados en ella. Con su poder atrajo al planeta delicado y, cada vez con más velocidad, lo fue acercando a su enorme masa. Cuando se produjo el choque y se rompió la estructura del planeta delicado, una inmensa cantidad de fluido mágico se expandió por toda la superficie arenosa y desértica del gran planeta. Muchos de los habitantes del pequeño planeta murieron pero otros, amortiguada su caída por las largas maromas y aquel mágico fluido, salieron despedidos sin sufrir ni un rasguño.
Del
fluido mágico se desprendió una atmósfera que era idéntica a la que poseían en
su pequeño planeta originario y, al volver a tener conciencia de lo que había
sucedido, trataron de manear observando que al encontrarse en un planeta con
gravedad ya no era necesario que caminasen cabeza abajo. Tuvieron que solicitar
al sabio qué hacer. Tras mucho pensar, descubrió que podían invertir la
posición y manear con los pies. Tuvieron que volver a inventar un vocablo nuevo
para definir esta posición: caminar. Lentamente, los habitantes supervivientes,
aprendieron a caminar y dejaron de realizar aquellos duros trabajos de trenzado
y sus manos se fueron suavizando. Inventaron varios vocablos nuevos: asir,
saludar, tocar, y dos que les gustaban mucho: palpar y acariciar. Así, cuando
el sabio sentenció: “Hemos pagado un alto precio para poder anular las gravedades de los
poderosos y su esclavitud. Espero que esta gran transformación nos ayude a
descubrir una nueva forma de subsistencia: la racionalidad”, y un habitante que
ya era su alumno en época pretérita, llamado Carl Sagan, le replicó: “Nuestra lealtad es para las especies y el planeta.
Nuestra obligación de sobrevivir no es sólo para nosotros mismos sino también
para ese Cosmos, antiguo y vasto, del cual derivamos”. Y así empezaron una
nueva etapa en sus vidas que perduró hasta el fin de los siglos.
Antonio Campillo Ruiz
Qué bonito imaginativo y simbólico relato. Un relato "para todos los públicoS", y que de hecho, pienso leer a mis nietos. Ese curioso Planeta delicado y sus luchadores habitantes que "manean" para sobrevivir. Y ese mensaje tan oportuno de Carl Sagan, bastante olvidado por cierto por los descendientes de aquellos que trenzaron las cuerdas para no ser absorbidos por los poderosos.
ResponderEliminarinteresante. Un saludo
Insólita recreación de lo que vivimos. Excepcional.
ResponderEliminarMás que relato, tu texto se alía con cierta teoría creando una metáfora de nuestra situación.
Ya "maneamos" cabeza abajo sujetándonos con cuerdas cada vez más débiles. Por lo tanto, quizá ha llegado el momento de dar un giro y caminar cabeza arriba, de frente, con los pies en la Tierra, que sería lo juicioso.
Saludos, Antonio.
Leer uno cualquiera de tus posts, querido amigo, es una lección magistral de cualquier cosa que nos quieras mostrar en él o en ellos. Sencillo, entendible y muy docente.
ResponderEliminarHoy no hay vídeo, pero te robaré alguna de tus imágenes.
Feliz noche, señor prfesor