AQUELLA
TARDE TRISTE
Antonio Campillo Ruiz
Carne Griffiths
Aquella
tarde en la que el tedio se transformó en interés creciente, en la que todo
cambió como alterado por un huracán, en la que se inició aquel inmenso sueño
que la preocupó durante años, aquella tarde, larga, triste y silenciosa, había
llegado a ser un fraude soñado, presentido y comprobado. Lectora impenitente y
amante de las técnicas al servicio del arte, no dejó nunca de seguir más allá del fin de un libro, una película de cine o cualquier otra manifestación
artística en la que los elementos emotivos tuviesen un protagonismo importante.
Y esa era siempre su pequeña maldición cuando comentaba con Virtuditas y las
amigas esos finales en los que todo se deja sin resolver, todo queda en un
proceso que no sabremos jamás cómo termina. Su eterna duda y crítica se
basaba en una pregunta sin respuesta: bien, ahora que ha acabado la historia, ¿qué sucede con la vida que continúa? ¿Por qué, reiteradamente, acaba cualquier
historia en un punto desde el que somos incapaces de suponer la continuación
hasta el fin de los protagonistas? ¿Y si llega ese fin cómo sucede?
Ella
estaba viviendo más allá del fin de aquellas tardes en las que su ilusión la
conducía por caminos desconocidos pero anhelantemente buscados para poder
vivirlos, tal era su deseo: poder alcanzar el momento soñado en aquel instante. Ensimismada en estos pensamientos apreció el roce cariñosa de una
mano y mirándola con gratitud sintió un escalofrío que la condujo a preguntarse
¿esta caricia era la que siempre trató de alcanzar? Su cara, seria y con mirada
perdida denotaba un pensamiento que la inducía al estupor y la sorpresa. No
deseaba contestarse, No quería que se apreciase la más leve sombra de
infelicidad o decepción pero sabía que ambas existían en su alma.
Nunca
supo lo que era la felicidad. Ninguna de las muchas definiciones, aclaraciones
o ejemplos que le transmitían la convencieron. Era incapaz de apreciar más allá
de unos pocos instantes de felicidad, justo cuando su mente volaba por
vericuetos extraños. Este era su bienestar especial, su concepción particular de una parte importante de su alma y los sentimientos que de ella
derivaban. Desde aquel lejano día pensó que su alma era incapaz de vislumbrar lo etéreo,
que sólo apreciaba la realidad, una realidad escéptica hacia todo aquello que
no fluía de sí misma. Sus vivencias desde aquella lejana tarde habían sido
normales, cotidianas y vulgares. Nada nuevo había sucedido, todo se
desarrollaba con desesperante normalidad, algo que no había sido previsto por
sus ansias imprevisibles e incluso, alguna vez, demasiado locas. ¿Sería esta la
causa de su desazón? ¿Debió continuar la película cuando tuvo que acabarla, a pesar de no conseguir lo
esperado?
Aquella
tarde triste, cuando su mirada lánguida se entretenía en buscar y buscar, no se
repetiría, ni falta que le hacía. Su continuación en tiempo y sentimientos era
tan extraña que nunca lo había ni imaginado ni esperado. Todo paz, todo
serenidad, poros que absorben momentos irrecuperables, realidad diseñada y ni
una sola sorpresa, ni un solo motivo para que la vibración de su alma fuese
armónica con espacio y tiempo, sin soltar un inmenso pitido de satisfacción. ¡No
lo podía creer! La caricia suave de aquellos dedos largos y cuidados la
hicieron volver a una realidad existencial incrédula y pasiva. Sonrió levemente
a quien le tocaba y suavizando su gesto adusto sonrió besando levemente la
mejilla y mano del ser que se preocupaba por su bienestar.
Antonio Campillo Ruiz
SUEÑOS
PERDIDOS from Antonio CAMPILLO
RUIZ on Vimeo.
Todo paz, todo serenidad ... bello relato, amigo Antonio, tú mismo en carne cruda. No cambies nunca.
ResponderEliminarFeliz noche
Te tuve que robar el vídeo, como siempre.
ResponderEliminarMuy tristes, muy introspectivas, inseguras, infelices...espero que las mujeres que nos retratas solo estén en tu imaginario literario y que las que te rodeen sonrían a la vida más abiertamente.
ResponderEliminarUn saludo optimista.