domingo, 30 de septiembre de 2018

PAZ INTERIOR


HUMANOS

Antonio Campillo Ruiz


   No es frecuente que nos detengamos con parsimonia, con mirada comprensiva, ante personas que, habitantes de regiones remotas o relativamente cercanas, poseen una distribución y orden social, unas costumbres, unos hábitos, que son tan atractivos como, en muchas ocasiones, detestables. Quienes pertenecen al llamado mundo occidental moderno, en muchas ocasiones, carecen de una conciencia recta que dirima cuál de las dos opciones es la adecuada. Así, podemos encontrar contrasentidos tales como los aspectos ”bondadosos”, cuando, en realidad, el acercamiento e intercambio de normas y costumbres deberían enriquecer tanto a quienes las poseen como a quienes las aceptan o asumen.



    En este pequeño recorrido por los caracteres y aspectos diferenciales, así como los comunes, podemos apreciar, por ejemplo, que la belleza no es peculiaridad de una raza, etnia o grupo específico de seres que se encuentran en continuo cambio evolutivo y de él obtienen su propio progreso. De igual forma, el tiempo natural, el apreciado por cada uno y el contabilizado con la premura de tratar de arrebatarle su cadencia, son tan diferentes en las distintas partes del espacio que no comprenderlos, en su cuasi totalidad, supone no valorar su desesperante rapidez o lentitud, dependientes cada una de ellas de la percepción emotiva que en cada momento apreciamos. Así, la confección de un artefacto de utilidad, puede suponer tiempos muy diferentes de fabricación, desde el pausado y detallado hasta el irascible que adquiere una velocidad de confección insospechada y, en ocasiones, peligrosa. Bien, pues de igual forma, los procesos de evolución y asimilación de hechos y sapiencia que pueden ser transmitidos a generaciones futuras, sufren este tiempo que, como sensación, se estira o encoje siempre en función de la personal aceptación o rechazo de los hechos que están  acaeciendo.

   

    El aumento de velocidad de lo que llamamos, en este occidente, a veces tan penoso, “rapidez de vida”, supone que, lo mucho o poco que podamos disfrutar de esta maravillosa estancia entre los seres denominados vivos, no es asimilada en su totalidad. Es posible que sólo apreciemos someramente, sin profundizar en aspectos que  merecen, y no poco, ser detectados con parsimonia, con la serenidad de quien se recrea en algo único y descubre cómo, parte de la vida en su conjunto, se encuentra conformado por las infinitas posibilidades que posee un solo hecho.


    Esta concepción de la tranquilidad proporciona el ingrediente esencial para el espíritu, un aspecto peculiar y complejo del ser humano: la paz interior. Un componente y remedio tan singular como importante para que se pueda disfrutar de una especial unión perceptivo/emotiva. En determinadas áreas de nuestro planeta, es desconocida la relación a la que se alude debido a métodos de esclavitud encubierta que someten al ser humano a trabajos que conllevan situaciones degradantes y potencialmente perversas. Evitarlas y realizar un cambio que se traduzca en un respeto a la dignidad humana es un objetivo pendiente que exige una urgencia, en este caso bien justificada, que no permita la prematura degradación de cualquier ser que debe apreciar, valorar y agotar en toda su extensión, la vida que posee desde el momento de su nacimiento.

Antonio Campillo Ruiz    



4 comentarios:

  1. Qué maravilla y variedad de paisajes y paisanaje. Viendo las imágenes he podido sentir esa paz interior que da ver las cosas y los seres en perfecta armonía con la naturaleza que les rodea. Esa paz interior que es lo más parecido a la felicidad y que, no es fácil conseguir, inmersos como estamos en un mundo tan cambiante, tan competitivo, tan agresivo... En muchas culturas se considera que la paz interior puede cultivarse, puede aprenderse. No sería mal asignatura para incluirla en los planes de estudios.
    Es verdad que acercarse a los demás, comprenderlos, escucharlos, respetarlos, es un paso importante para conseguir ese equilibrio interior de que hablas.

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    1. No, no es nada fácil conseguir que la armonía y la sociedad en la que nos encontramos sean complementarías, más bien son contrarias. Y. sí, lo son por culpa y gracia del ser humano adoctrinado y esposado a mandatos y leyes tan impropias de la paz interior que desvían todo tipo de emotividad, emociones y felicidad. Es de esperar que, en un tiempo, con la perseverancia de quien está convencido de tener éxito, la sapiente serenidad de la mente humana pueda vencer al poder, generador de impúdicas estructuras sociales que atentan contra la propia vida. Un abrazo chillao, Conchita.

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  2. A veces el ser humano busca algo que no encuentra por ningún lado, ni fuera, ni en su interior. Y eso es lo que he encontrado en tu escrito, que abarca tanta verdad con tan pocos aspavientos.
    La serenidad. Esa es la clave.
    Saludos junto a la nieve.

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    1. Sí, Anamaría, esa larga búsqueda que inquieta tanto como despreocupa, puede llegar a nuestro interior con una fuerza que no podemos controlar con facilidad. Y, sí, claro que sí, la serenidad para buscar y buscarnos, para encontrar y encontrarnos, para saber y sabernos, para sentir y sentirnos, es la gran clave que el ser humano racional y pleno de costumbres, recibidas o inventadas en el acto. Desearía que todos, sin excepción, pudiésemos encontrarla y llenarnos de una serenidad que se traduciría en amor, placer y bienestar. Diviértete en la nieve. Un gran abrazo chillao, Anamaría.

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