sábado, 8 de diciembre de 2018

NICOLÁS DE MAYA “EDÉN”


 EL CUERPO, EL DOLOR, EL PLACER

Antonio Campillo Ruiz

Nicolás de Maya

   Un cambio significativo se viene produciendo en el arte moderno. La apreciación de lo aparentemente extravagante o deformado por la visión conjunta de diferentes puntos de vista a la vez, en Nicolás de Maya, Cehegín, Murcia, 1968, se transforma en un estudio de humanos y cosas pertenecientes a su “Edén” particular, nuestro entorno, nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestras sensaciones como autor y espectador/interpretador de lo percibido pero no pintado: el dolor y el placer. No sin estas emociones intangibles, podríamos comprender un mundo en el que cuerpo y su impacto como protagonista se retuerce, se describe minuciosamente y se localizan lugares en los que se produce alguno de esos inmensos dolores, algún placer perseguido y rechazado.

Nicolás de Maya 

   En un espacio tan bello como preciso para realizar esta exposición, al pasear entre lo sentido, apreciamos como, las partes o el todo de un cuerpo humano, nos enseñan su fisiología y, de ella, lo sentido en cada momento, lo dilucidado como diagnóstico escrito en aquellos lugares en los que dolor y placer se entremezclan, se funden en una inacabable conjunción que traslada a autor, obra y espectador a un mundo diferente del que viven. Les traslada a un Edén en el que vida y muerte no existen, sólo poseen una naturaleza propia: los gestos, letras y números, con  los que se escriben la expresión que podríamos poseer fuera de ese entorno etéreo y sublime.

Nicolás de Maya 

   Punzantes hierros duelen hasta en las cosas. Tensiones inenarrables ejercen en el cuerpo humano tal cúmulo de aspectos que podrían copiarse para estirar, tensar, recolocar músculos y huesos, pasiones y sensaciones, placeres y dolores. No de otra forma el cuerpo humano será capaz de delimitar sus posibilidades en cualesquiera de las facetas en las que interviene de forma decisiva y única. Un mundo de formas perfectas y manos apretadas, locuras transformadas en emisión y captación de todas las posibilidades de seres atormentados pero vivos, deseosos de alcanzar todo lo que un autor quiere para ellos, para sus criaturas y para todos los que admiran los momentos creados por sus pinceles, maderas, yerros, escayolas…, y, vigilados por multitud de ojos inquietantes que perciben el mínimo gesto, la mayor ilusión, la plena verdad de una conjunción existente y poco desarrollada: el placer y el dolor.

Antonio Campìllo Ruiz       




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