EL
ESPÍRITU DE UNA ÉPOCA
Antonio Campillo Ruiz
Marcel Prouts, en el último
volumen de “En busca del tiempo perdido”, “El tiempo recobrado”, expresa con seguridad que “… el pasado no
es un tiempo perdido, es un tiempo que puede ser recobrado a través de la
Literatura y el Arte.” Así lo sentimos cuando contemplamos las pinturas de Giovanni Boldini (Ferrara,
1842-París, 1931), y las de una larga lista de autores, entre los que se
encuentran Mariano Fortuny, Eduardo Zamacois, Raimundo de Madrazo, Ramón Casas,
Joaquín Sorolla o Ignacio Zuloaga, entre otros grandes
pintores de la época. En sus obras, todos ellos expresan un tiempo “que fue”
pero que su existencia nos resulta familiar porque su espíritu ha quedado
suspendido, atrapado, en las obras de este amplio grupo de pintores. Retuvieron
en sus pinturas todos los cambios técnicos que se producían en una ciudad
moderna y viva donde coincidieron en uno u otro momento, París. Renovaron la
concepción del retrato, las escenas de carácter dieciochesco, sucesos
amables y anecdóticos sobre el discurrir
del tiempo, del paisaje que sorprendía a sus retinas día a día, a la vez que
les sorprendió el precipitado cambio de siglo, requiriendo de su pintura un
proceso de renovación sin descanso, que no se produjo.
Boldini, al igual que muchos
pintores españoles, retrata el paisaje pero un paisaje urbano del París
cambiante en todo su esplendor, a la vez que se convierte en uno de los
retratistas supremos, irresistible y arrebatadoramente ingenuo, correcto y
púdico. Aspectos que comparten, en gran medida, los artistas que se especializaron
en el llamado “retrato elegante”. Largas y precisas pinceladas, sin mirarlas,
pendiente del instante en el que lo real le atrapa, un juego sin fin pues
quedará reflejado en la tela. Una tela fresca, de precisión milimétrica
plasmando una realidad compleja pero viva, vibrante de un color delicado que
impregna, incluso, los contraluces que apagan parte de la luz. La gran
precisión con la que dotaba a sus escenas, retratos o paisajes, parecen
inexistentes en la Naturaleza, hasta el punto de falsear pátinas de color que
cubren algunos retratos para realzar el momento captado.
Un
inexistente vidrio translúcido protege a su pintura y caracteriza su especial
estilo, denotando, la decadente pintura de su época y atrapa. Encarcela con la
maestría de captar solamente la atención de los sentidos del espectador, la
serena contemplación de sus grandes dotes y cualidades, doblegadas ante lo
fácil y sutil de la belleza. Transmite alegría por y para la vida pero su nula
progresión hacia nuevas corrientes le hace caer en objeto de interés para
marchantes y vividores de los que, naturalmente, trata de aprovecharse. Incluso,
cuando pinta delgadas señoras de una adinerada sociedad, vestidas a la moda de
la alta costura, sus retratos expresan la elegancia frente a la furtiva aparición
de ambiguas modistas en muy diferentes poses y lugares que, a pesar de todo,
poseen un digno atractivo y encanto. La tradición e innovación, enmarcan a
Boldini en un recinto del que no logra salir pero que transmite el espíritu de
una sociedad cambiante, de un mundo decadente que inicia su camino durante la
primera década del siglo XX.
Antonio Campillo Ruiz
Qué bellas pinturas nos regalas hoy, amigo Antonio.
ResponderEliminarNo sé si las vemos a través del objetivo de tu cámara, a traves de tus ojos.
En todo caso, un deleite para los sentidos.
Espero que las veas a través de is ojos. Un abrazo.
EliminarLos colores, las expreesiones de los rostros, el movimiento... todo destila la joie de vivre de ese París, de esa época.
ResponderEliminar¡Graciaaaas! Veré la Exposición en La Fund. MAPFRE cuando vaya en ahora en Noviembre a Madrid.
ResponderEliminarBesos
Estoy seguro de que te gustará, MYRIAM. Ponme en aviso cuando vengas a Madrid por si nos podemos ver. Un abrazo.
EliminarQué manos, Antonio, una parte tan difícil que hace a muchos pintores esconderlas o taparlas. Los tejidos. Y qué labios, todas con esa tez que los ingleses llamaban de lirio y rosa. Mujeres que leen, escriben, pintan, tocan la guitarra, seducen, casi siempre con un toque sensual de dejadez
ResponderEliminarComo siempre tu mirada va a la diana, soberbia. Me has descubierto a un artista que ni sabía que existía.
Muy interesante, Antonio, como el vídeo.
Así es, ANA, manos, labios, tez… delicadeza entretejida en estilos indefinidos pero que poseen los aspectos inmejorables del impresionismo y modernismo. El grave defecto, como en muchos otros casos, el obligatorio paso de las modelos por el túnel negro de la época. Un abrazo, ANAMARÍA.
ResponderEliminarısparta
ResponderEliminarnevşehir
şırnak
burdur
kars
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