¿JUSTICIA? ¿DE VERDAD EXISTE? – CAPÍTULO I
Antonio Campillo Ruiz, “El Bamboso”
La palabra justicia se ha repetido hasta la saciedad desde que el término quedó “definido” por los, supongo, veladores de la misma. Pero ha sido millones de veces reclamada sin conseguir plena satisfacción, tal como la conocemos, en los siglos XX y XXI.
Empecemos. España es diferente. Diferente a todos, diferente al mundo, diferente … a una nación racional y justa. Una asociación y partido político, afecto al régimen del traidor, golpista y dictador, del período más macabro y atroz de la historia de los que tenemos memoria, denuncia a Su Señoría Dr. D. Baltasar Garzón, entre otras cosas, por solicitar una partida de defunción del antedicho déspota. ¡Inusitado! El mundo al revés. Los amigos del delincuente denuncian al juez para evitar que la verdad, tantos años negada, tapada y cuestionada, resplandezca de una vez por todas.
Este acoso y derribo de uno de los jueces españoles más activo en la lucha contra el terrorismo, la delincuencia, la malversación de cualquier signo y, en definitiva, de lo que debería ser esta informal y dudosa JUSTICIA, que todos percibimos, proviene de las concesiones que hubo que hacer en los pactos de la muy mejorable “transición política”. Bien, como siempre, todos los partidos de tendencia liberal y de izquierdas cayeron en la trampa que el mal llamado “centro político” (el centro político no existe: véanse los resultados del CDS, y que el mayor partido de la oposición se autodenomine de centro es de puro chiste malo) les tendió. En aquel momento, que nadie me puede contar porque lo viví y muy activamente, lo que se quería era lavarle la cara a ciertas instituciones para que el uso democrático trajera la tranquilidad y la normalidad, siquiera de pensamiento, en el desarrollo de una atenazada sociedad que había visto pasar todos los avances sociológicos durante cuatro décadas sin que ni los espadones de la época (que poco tienen que ver con la actual milicia), ni la poderosa iglesia (que sigue teniendo que ver con la actual involución), hicieran ningún gesto de apertura y se enquistaran en su acomodado estatus.
Ese “pasar página en blanco” ha sido admirado y envidiado reflejo de otras transiciones políticas en países de nuestra influencia, que pasaron de regímenes totalitarios a democracias. Pero, siempre hay un pero, en esos países a los que me refiero, alguno de los cuales copió de “nuestro saber hacer”, se ha solicitado a la dama seria, con balanza y ojos vendados, que pida cuentas a quienes la tomaron en vano o se burlaron de lo que ella misma prohibía, de modo que, gracias a ella, los transgresores, los usurpadores, los criminales o facinerosos, en una palabra, fueran condenados y apartados de la nueva sociedad que malograron cuando se hicieron con el poder del Estado.
Pero, las páginas en blanco se tienen que escribir primero y después leerlas mil veces antes de realizar pactos que, posteriormente, se irán convirtiendo en cuerdas que amordazarán la libertad en todas sus acepciones, tal y como se pretende en este momento. De tal forma que hoy, junto a un primer presidente de honor de un partido, bi-ministro con el dictador, coexisten dudas sobre la honorabilidad de diversos políticos a causa de una trama de corruptelas, porque nunca aprendieron el significado de las palabras democracia y servicio o las manipulan en su favor.
España es probablemente uno de los pocos países del mundo, en el que grupos políticos más el partido mayoritario en la oposición y asociaciones afectas a unos y otro, tratan de negar, vilipendiando al instructor, la verdad de una etapa de horror sin medida, de miseria mental, de unos dirigentes que llevaron a la muerte a miles de españoles o los represaliaron con inusitada saña después de la guerra civil, desatada por unos salvapatrias traidores. Incluso no dudaron en aliarse con potencias extranjeras, bajo cuerda, para realizar actos piratas como el hundimiento del submarino C-3, en la denominada “Operación Úrsula”, donde todavía reposan los restos de mi tío Joaquín Ruiz Baeza, vecino de Santomera y freno de desmanes que quisieron realizar determinados vándalos, por todos conocidos, en el pueblo, encontrándose con un verdadero hombre de ideología de izquierdas que los paró en seco. El lector interesado puede tener más información en “Los sueños perdidos. Crónica de un marino español” de Rita Campillo Ruiz, Editorial Universidad Politécnica de Valencia, 2003.
Claro, Sra. Justicia, lo que puede ocurrir es que con la defenestración de Su Señoría Garzón, mediante estas argucias, se trate de ocultar otros procesos que ha instruido y así seguir guardando las posaderas de los vergonzantes especuladores, prevaricadores, politiqueros de pacotilla que están en cargos de responsabilidad para enriquecerse y, en definitiva, ladrones de tres al cuarto con denominación de origen: basura.
Sra. Justicia, es una vergüenza que muchísimos españoles de bien deban padecer este atropello. En Alemania, Italia, Argentina, Chile, etc., se ha realizado, al menos, un rechazo en sus parlamentos democráticos a los regímenes dictatoriales unánimemente. Aquí no. En España, ni eso. Por el contrario se trata de vejar a quien puede “perjudicar” su villanía. ¡No hay derecho! ¡Es de tal bajeza moral…!
Probablemente la misma moral de la iglesia católica, cuando utiliza palabras como “calumnias”, “habladurías”, “igualdad con los aniquilamientos de judíos”, precisamente en plena semana, para ellos santa, al tratar de justificar y aplacar la ira de millones de seres humanos que odian la pederastia, delito además en el Código Penal español aunque de ridículas penas. Ahora, cuando el mal mental y físico de tantos y tantos niños y niñas ya está hecho se descubre el encubrimiento. Se revela lo que sabíamos o intuíamos. ¡Pero ha sido tanto el sometimiento de los fieles a la iglesia católica! A fin de cuentas se patentiza la falta total de justicia: ¿cómo es que no se han denunciado a la policía los casos de pederastia y a los pederastas?, ¿cómo dice usted?, ¿qué con apartarles de la llamada iglesia, después de diez o doce años de silencio y encubrimiento, ya están castigados? No, no, y mil veces no ¡Pero bueno!, ¿ésta qué justicia es?, ¿la llamada divina que permite hacer lo que uno quiera para “perdonar” después? Eso solo se realiza en “su cielo”. ¿Qué haría un juez si un profesor (pongo esta profesión por ser la mía y no querer dirigirme a otra que pueda molestar al aludido) abusara reiteradamente de sus alumnos?, ¿no haría mucho caso a la denuncia, la retendría bastantes años y después le retiraría del “oficio” de profesor? No, hombre, no: le condenaría a estar en la cárcel por muchos años ¿Cuántos juicios civiles se han realizado contra los pederastas que poseen “el oficio” de ser curas, obispos o cualquier otro cargo eclesiástico?, ¿ninguno? Pero, veamos, ¿ha dicho usted que ninguno? ¡Pero bueno! y eso ¿por qué? ¿qué pasa con los eclesiásticos?, ¿son una casta aparte de los humanos?, ¿qué son?, ¿especiales?, ¿quién lo dice y dónde lo dice?
Mire usted, señor jefe de la iglesia católica apostólica y romana, si es verdad lo antedicho, que lo es, estamos ante la injusticia más grande jamás cometida con los seres humanos más inocentes y respetables: los niños. Estamos ante la vileza y el horror pocas veces superado por mentes psíquicamente desequilibradas. No, no es posible admitir que estos casos son “estadísticamente” pocos. Estamos ante delincuentes que no han sido juzgados por la justicia civil, la justicia que nos hemos dado tantos pueblos y que por todos vela y a todos ayuda. Esa que parece que no existe pero que sí tiene esencia y consistencia, esa tan alejada de su código eclesiástico y de su arbitraria moral. Estamos ante el atropello a la humanidad más execrable de su corriente religiosa.
La Justicia, esa señora seria, con una balanza y los ojos vendados, los tiene así para no ver los horrores, las barbaridades, los anacronismos, las sinvergonzonerías, para no ver a los especuladores y aprovechados, para no ver las risitas de los poderosos que “gestionan” estas locuras, los desalmados de almas y, por último, para no llegar al infinito, para no ver la falta de inteligencia que tenemos los humanos. A pesar de todo esto, Sra. Justicia, queremos que tenga existencia, queremos que ayude a que vivamos sin aquellos que la pisotean, queremos que, aunque ya sabemos que es duro, se quite la venda y que cuando se la quite no se asuste y nos abandone.
Eres grande, Antonio. Así se habla y así se escribe.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDe acuerdo con Thornton.
ResponderEliminarAñado, demoledor lo relatado, sabido por los que tienen alma (aunque sea pequeña) pero, a su vez, necesario para que el olvido y las traiciones pasadas y presentes, lleguen a su fin.
Que la historia (la que se sustenta en este escrito, así, con minúscula) empicen a escribirla, con otros estilos, las gentes de bien, ellos lo harán con mayúsculas. Como tú.
Rita Campillo Ruiz