MÁS ALLÁ DE MÁS ALLÁ
Antonio Campillo Ruiz
Creo que gran parte de nuestra generación, la que vivió pasajes históricos interesantes e incluso importantes, se pregunta cómo pudimos escapar de las garras de una narrativa cinematográfica que, con nulo interés fílmico, pretendía expresar un discurso sensual y emotivo cuando en realidad sólo era un mal ensayo de estas palabras.
“Rome Adventure”, retitulada en nuestro país “Más allá del amor” de Delmer Daves, 1962, es uno de los ejemplos que se adapta a lo expresado anteriormente: miradas de ojos caídos, música melodiosa del momento, relax y aventuras, pequeñas gracias sin sonrisas, chica y chico jóvenes, guapos, y rojo, mucho rojo en ropas y utensilios más o menos comunes.
Un diálogo insulso y a veces sin sentido, invita al espectador a llorar o reír y unas secuencias de tempos muertos conscientes e irregulares ayudan a no aportar ni expresar nada útil a la historia excepto metraje. Su pretendido fin, quizás, fuese expresar lo que no fluye de la pantalla: sensualidad.
Estas eran algunas de las características esenciales de los melodramas de los años sesenta del siglo pasado. Realizadas como una fotocopìa repetida, Delmer Daves en un año, llevó a la pantalla, siendo también guionista, varias producciones de este género que, interpretadas por Troy Donahue y actrices simpáticas y bonitas como Angie Dickinson, Connie Stevens o Sandra Dee, tuvieron un relativo éxito incluso entre los espectadores acostumbrados a oír y leer historias patéticas y dramáticas que casi siempre tenían su origen en el sexo.
A pesar de su relativo éxito, se insistió en sugerir posibles sentimientos, que los actores no reflejaban en el desarrollo de la trama, calificada por otra parte, como una incitación a perversiones indecentes para la juventud y para la sociedad modernas.
Creo que empezaron a surgir en esa etapa los “ídolos” de ambos sexos como exponente de una mojigata educación asexuada y pecaminosa. Las modas, colores de ropa, tipo de vehículos de transporte y un largo etcétera, se impusieron entre los seguidores que vislumbraban un mínimo cambio que no llegó a producirse. Se impuso, como he dicho, el color rojo en ambos sexos, las camisas, cazadoras y otras prendas masculinas siempre con el cuello subido, la despreocupación, el chico recatado y la chica segura de si misma, la intriga tormentosa y psicológicamente abrumadora hasta la desesperación y las vacaciones, las largas vacaciones que los protagonistas disfrutaban sin tener en cuenta si las partes documentales de la película estaban o no justificadas en la exposición narrativa. Valórese el título de crédito como protagonista que posee Italia en el cartel anunciador.
Si estudiamos con atención la carrera cinematográfica de Delmer Daves observamos con sorpresa que, entre su extensa filmografía, destacan películas con sólidos guiones, actuaciones y dirección. Nunca he entendido cómo después de la realización de “El árbol del ahorcado”, 1959, pudo escribir y dirigir guiones propios y ajenos tan poco innovadores, insustanciales y faltos de una narrativa coherente que ayudaron a entorpecer, adulterar y especular sobre hechos que como se decía en aquel tiempo “…eran como la vida misma”. Un error que han pagado muy caro espectadores cuya sensibilidad fue manipulada a raíz del visionado de melodramas basados en turbulentas historias mezquinas y deformantes.
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