lunes, 27 de septiembre de 2010

LA VERDAD. PRÓLOGO

ESTOY ENAMORADO DE TI

Antonio Campillo Ruiz

   La Verdad
Jules Joseph Lefebvre
    Musée d’Orsay

   Tus profundos ojos negros, que no dejan de buscarme, que expresan lo definitivo desde tu altura luminosa, que afianzan tu poder, me cautivaron. Me enamoraste. Fue un amor inmediato, sorprendente, pura pasión. Te contemplé durante mucho, mucho tiempo, y cada vez me parecías más perfecta. Así te imaginaba, desnuda, recatada, perfecta. Te propuse que fueras mi amante. Para mi asombro, aceptaste al instante. Desde entonces te llevo en mi corazón y en mi mente. Nunca te he sido infiel, bueno, algunos pequeños velos de seda fina, inocentes, sí han tapado pequeñas veleidades, que tú has silenciado, pero nunca te he traicionado. Y ¿sabes una cosa?, mi fidelidad me ha complicado la vida alguna que otra vez. Te he defendido siempre y, curiosamente, esto ha provocado lo que se viene en llamar efectos colaterales. Han sido desagradables e incluso peligrosos. ¡Fíjate que tontería! ¿Cómo puede ser que por amar a una entelequia se tengan problemas en una vida corta, muy corta y haya tantas piedras en el corto camino que hay que recorrer? Nunca lo he entendido, bueno, ni me importa. Por ti he leído, desbrozado, estudiado y, a veces, hasta comprendido la complejidad de tu personalidad, las múltiples relaciones que estableces con todos los acontecimientos que se producen en esta forma de vida que se llama sociedad, el terror que generas en determinados seres que la componen y cómo te vapulean. Eso sí que me entristece. ¡Cómo te denostan! ¡Para un enamorado, sentir a su alrededor el desprecio y la manipulación de su amada, de su pensamiento, de su belleza, es insoportable! Resisto esos menosprecios por tu amor. Y siempre lo digo con todas mis fuerzas: no soy celoso, pueden enamorarse de ti, mi amada, como lo he hecho yo, háganlo y verán qué sensación tan placentera y agradable. Sé que me ayudas con tu fortaleza para que nunca me flaquee el pensamiento y caiga en alguna de las muchas falacias que se dicen en tu nombre. Con mucha frecuencia me han negado alguna parte de ti. Ahora siguen haciéndolo con más osadía y desvergüenza. ¡Menos mal que te conozco! Pero, ¿sabes?, siempre te llamaré por tu nombre. Nunca te pondré apellidos como los que pretenden imponerte quienes no te conocen: absoluta, relativa, objetiva, subjetiva, definitiva, universal… No tienes apellido. Buscarte con alguno de ellos es siempre complejo. Claro que mucho más difícil es encontrarte solo con tu nombre, limpio, único, sin que necesites nada más. Verse reflejado en el espejo que llevas en tu mano es la sensación más grata que puede ocurrirle a quien se enamora de ti.

2 comentarios: