CONVERSACIONES CON MI HIJA LAURA - II
“MAIQUEL DAGLAS, HIJO DE KIRK DUGLAS”
Antonio Campillo Ruiz
Cuando Laura, tan perspicaz como siempre, me preguntó ayer, “¿cómo se llama ese actor que interpreta en una película a un broker millonario que especula en la bolsa de Nueva York”; “¿Qué película, “Wall Street”, [Gual Strip]?”; “Sí, esa”; “Se llama [Maiquel Daglas]”, dije yo; “¿Y de quién es hijo?”; “¡Mujer…!, de [Kirk Duglas]”. Y, “ja, ja, ja, ja…”. Laura empezó a reír con sonoras carcajadas ante mi estupor. Poco después de su alegre risa me explicó lo que pretendía con su pregunta. Cuando fui consciente de su trampa fonética yo mismo me sorprendí: “¡¡¡[Maiquel Daglas] hijo de [Kirk Duglas]!!!”. ¿Cómo dos palabras idénticas, el apellido, las pronuncié de forma distinta? ¡Ah…! Kirk Douglas…, para los que siempre te admiramos: [Kirk Duglas]. Siempre pronunciaremos tu apellido así. Siempre serás [Kirk Duglas].
La pronunciación de los nombres ingleses en nuestra juventud era “libre”. Claro que, cuando su hijo Michael Douglas empezó a ser famoso en interpretación cinematográfica, ya sabíamos casi pronunciar bien su nombre y decíamos [Maiquel Daglas]. Había pasado tiempo. Mi problema surgía cuando tenía que relacionar nombres idénticos pero “separados” un tiempo en el conocimiento de la pronunciación.
El idioma extranjero que se impartía cuando estudié bachillerato era casi exclusivamente francés. Estaba establecido así en la legislación y punto. Estudiar inglés era un verdadero incordio para el instituto y el profesorado que lo enseñaba, en muchos casos, sin dominar el idioma; tampoco existía un proyecto de enseñanza reglado. Los dos, cuanto mucho tres, compañeros, que se separaban del resto en la clase de lengua extranjera, eran unos “raros”, unos “chalados” que, para el jefe de estudios, solo producían discordia en el horario.
Así que, para los estudiantes de aquel momento, pronunciar los nombres franceses era normal pero los ingleses se pronunciaba con una mezcla de francés y español que generaba un balbuceo vocal, e incluso bucalmente se segregaba saliva.
Nuestros compañeros “de inglés” pronunciaban reiteradas veces los nombres “cuasi correctamente”. A veces los aprendíamos y, las más, no hacíamos ningún caso de sus consejos y seguíamos con los “nombres personalmente pronunciados” de nuestros héroes. Así, nunca dejamos de llamar a Marilyn Monroe, [Márilin Monro], en vez de pronunciar correctamente su nombre, [Merilín Monróu]. Lo siento por la fonética pero me gusta mucho más [Márilin] que [Merilín]. En la actualidad, continúa siendo un inadecuado, añorado y querido recuerdo de un tiempo en el que identificábamos belleza o buena actuación, con la sonoridad de nuestros “nombres particulares”.
A veces, algún paisano que no estudiaba idiomas, nos preguntaba el motivo por el que debíamos aprender esas palabras que se escribían de una forma y se pronunciaban de otra. Además, siempre que leían una en francés o inglés, preguntaban a “entendidos” cómo se pronunciaban. Recuerdo, en una feria de atracciones veraniegas, oír cómo un amigo leía el rótulo luminoso de una de ellas: [Ho-lli-vo-od]. Lo hizo con esmero, vocalizando puntual y pacientemente. El resto de amigos dijimos casi a coro, ¿cómo [Hollivood]?, ¡ahí dice [Jolivud], hombre…!
Y así, poco a poco, hemos ido aprendiendo que a nuestros queridos protagonistas de las mejores aventuras del mundo, si les hubiésemos llamado con nuestra peculiar pronunciación, aún estando a un metro de nosotros, nunca habrían oído su nombre.
Empezamos un juego en el que Laura me escribía un nombre y yo lo pronunciaba, para corregirme después entre sonoras carcajadas. Pero, ¿quién podría imaginar que Lauren Bacall, nuestra admirada [Láuren Bácal], la debíamos llamar [Lorén Bocól]? ¡Qué feo! Si hasta parece que no es ella. ¡A Gregorio, Gregory Peck, [Gregori Peck], siempre lo pronunciábamos bien! También a Tony Curtis, [Toni Curtis], y a Peter O’Toole, [Piter Otúl]. Pero, ¡vamos!, había otros nombrecitos que ya, ya… No podía ser que nuestra Audrey Hepburn, [Audri Jerbur], se pronunciase [Odri Herburn]. ¡Pero si le pasaba como a [Lorén Bocól]!, ¡era imposible que tuviesen un nombre con una pronunciación tan fea!
En este juego tan agradable como divertido llegamos a la pronunciación con mención de honor. Se la adjudicamos a nuestro admirado actor Peter Sellers, [Piter Selers], protagonista de divertidas comedias, al que siempre llamábamos [Piter Seyer] y para los más finos [Piter Siler]. ¿Cómo le íbamos a llamar [Piter Selers] si nunca podíamos pronunciar dos consonantes seguidas excepto en el caso de [Kirk] y [Peck]? Ocurría algo similar con Charles Laughton, [Charls Loton], al que llamábamos [Charles Laúton] y tan tranquilos. Creo que con esta pronunciación parecía más gordito todavía.
Hacía tiempo que no había contemplado a Laura riéndose con tantas ganas. Para ella era un descubrimiento entre curioso y bruto, entre el desconocimiento de un idioma y el cariño que fluye de las pronunciaciones incorrectas, entre el recuerdo a viejos conocidos de la pantalla y el desconocimiento actual de los mismos, entre el sabor a negro y el color en alta definición.
Ha sido una conversación inolvidable.
Tristemente es una de nuestras asignaturas pendiente, todavía hoy...
ResponderEliminarPero es fantástico tener un padre semejante, estoy segurísima de que Laura piensa lo mismo...
Pues me he divertido muchísimo con esta entrada. En las Escolapias (de mi época) era obligatorio estudiar francés, y recuerdo casi con nostalgia esas pronunciaciones, que ya fueron cayendo casi, casi, en el olvido, y que me traen a la memoria las sesiones de cine en las que intentábamos colarnos en las "pelis de mayores", que eran las más emocionantes y divertidas... ¡qué tiempos! Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarDesde luego, estas conversaciones están dando mucho juego... Tenemos que seguir hablando! :)
ResponderEliminarGracias, Beatriz. Es agradable volver a nuestras asignaturas pendientes.
ResponderEliminarMe alegro mucho, María. Además del interés de las películas, creo que la transgresión de lo establecido era fundamental.
Desde luego que tenemos que seguir hablando, Laura.
Un fuerte abrazo para las tres.