EL BAÑERO BURLADO
María Luisa Arnaiz Sánchez
The Future Madame Guillaumin Reading, Armand Guillaumin
“Las mil y una noches”, obra de extraordinaria fama en Occidente pero considerada de segunda fila en Oriente, donde desde hace poco es tachada de anti-islámica e inmoral, proviene de una colección de cuentos persas con el título de “Hezar Efsana”, “Mil cuentos”. Su traducción al árabe se hizo en torno al siglo IX bajo el título de “Alf Layla”, “Mil noches”, y de dicha recopilación solo se ha preservado un fragmento. A pesar de ser “un libro pobre con cuentos fríos” en opinión de Ibn an Nad-m de finales del siglo X, se sabe que la obra tenía un carácter instructivo por cuanto Sherezade trataba de hacer reflexionar al sultán acerca de su injusto proceder.
The Reader of Novels, Antoine Joseph Wiertz, 1853
Los árabes añadieron, suprimieron y retocaron, el texto persa y llegaron a convertir el libro en el corpus que más o menos hemos recibido. El primer manuscrito conservado es una versión siria del siglo XIV que utilizó Galland para su traducción al francés, si bien, al igual que habían procedido los compiladores precedentes -téngase en cuenta la transmisión oral de los cuentos-, este experto redujo y amplió los textos a su alcance, o incorporó otros recién escuchados como los cuentos de “Simbad el marino” -especie de Ulises de las letras orientales-, “Ali Babá y los cuarenta ladrones”, “Aladino y la lámpara maravillosa”, etc., de suerte que las traslaciones que poseemos contienen numerosas divergencias textuales.
Reading, Ilya Galkin, 1878
Hay que señalar un hecho curioso y es que, como la traducción del orientalista picardo, aun cuando no era literal y estaba acomodada a la moral europea, se interrumpía en un punto indeterminado, transmitía la curiosidad por leer más historias, por lo que cuantos viajaron a Oriente se interesaron en conocer la obra completa, que lógicamente no existía. La repercusión de semejante demanda fue que a finales del XVIII un erudito egipcio completó el número mágico de mil y una noches con que Antoine Galland había titulado su libro. El número “mil”, empleado como cifra ponderativa desde la Antigüedad , que aún se utiliza, representa la infinitud para los árabes; sobrepasar en una las historias tradicionales confirió al relato un halo de final inconcluso.
Muchacha leyendo, Théodore Roussel, 1887
La versión a la que he hecho alusión se conoce con el nombre de “Versión egipcia de Zotenberg” y es la que ha servido de base para verter a las lenguas europeas la mayor parte de las traducciones de la obra. Dice Borges en “Las mil y una noches según Burton”: “En Trieste, en 1872, en un palacio…un caballero con la cara historiada por una cicatriz africana -el capitán Richard Francis Burton, cónsul inglés- emprendió una famosa traducción del Quitab alif laila ua laila, libro que también los rumíes llamaron de las 1001 Noches. Uno de los secretos fines de su trabajo era la aniquilación de…Eduardo Lane…autor de una versión harto escrupulosa de las 1001 Noches”.
Jardín de rosas, Meter Severin Kroyer, 1893
Joseph Charles Mardrus, nacido en El Cairo en 1868 dentro del seno de una familia de origen caucásico y cristiana, fue médico además de un eminente orientalista. Realizó una nueva traducción al francés de “Las mil y una noches” entre los años 1900 y 1904 en dieciséis tomos y, como habían hecho sus antecesores, dejó su impronta en ella, es decir, suprimió, pulió y acrecentó, su traslación siguiendo algún manuscrito de la versión Zotenberg ya mencionada. Aunque su texto es de amena lectura, su punto de vista, sobre todo en cuanto al erotismo se refiere, se aleja en buena medida del de Galland porque este había censurado aquellos aspectos y pasajes inconvenientes para la moral de la época.
Ignacio Díaz Olano, 1895
La versión de Mardrus, traductor casi literal del árabe cuyo trabajo realizó en las horas libres que le dejaba su puesto en la Compañía Marítima de Messageries, como confiesa en el prólogo de su obra, responde sin duda en primer lugar a su condición de árabe cristiano -asunto no baladí entre los seguidores del Islam-, lo que influyó y se percibe en la visión del mundo musulmán que trasladó a su texto, y, en segundo, a la huella que dejaron en él amigos tales como Paul Valéry, André Gide -a los que dedicó los primeros volúmenes de su obra-, Mallarmé, Pierre Louys y Henri Régnier. Su traducción es la que más se utiliza en español.
Lectora, Renoir, 1909
Leamos la de "el hijo del visir y la mujer del bañero"
“Había un bañero a cuyos servicios acudían los magnates y los grandes. Cierto día se le presentó un muchacho, hijo de un visir, de hermosa figura, pero corpulento y rollizo. El bañero se dispuso a servirle pero, una vez le hubo desnudado, no pudo descubrir su miembro ya que, por las muchas carnes que tenía, estaba oculto entre sus muslos y solo asomaba algo del tamaño de una avellana. El hombre empezó a lamentarse y palmoteó. Al oírlo, el muchacho preguntó:
- ¿Por qué te preocupas?
- Señor mío, le replicó, me preocupas tú. Me entristezco porque estás en condiciones de inferioridad: a pesar de que eres muy bello y gozas de bienestar, no tienes nada que te permita gozar como a los otros hombres.
El muchacho le replicó:
-Dices verdad y me has recordado algo que había olvidado.
- ¿Y qué es?
- Toma este dinar y tráeme una mujer hermosa para ponerme a prueba con ella.
El bañero cogió el dinar y fue en busca de su esposa y le dijo:
Isaac Israëls, 1917
- Mujer, hoy ha venido al baño el hijo de un visir, tan hermoso como la luna en el plenilunio, pero no tiene un miembro como los hombres sino algo tan pequeño que parece una avellana. Me he lamentado porque es joven y él me ha dado este dinar y me ha pedido que le lleve una mujer para probar con ella. Tú mereces más que nadie este dinar, nada malo puede ocurrirte porque yo estaré escondido y tú permanecerás con él un rato, te reirás y conseguirás el dinar.
La mujer del bañero, que era una de las mujeres más bellas de su época, cogió el dinar, se arregló, se vistió sus mejores galas y salió con el marido.
Girl reading a Book, Pène du Bois, 1929
Este la introdujo en un lugar solitario junto al hijo del visir. La mujer, al verlo, se dio cuenta de que era un muchacho de buen aspecto, que parecía la luna en plenilunio, y quedó admirada de su belleza y galantería. El joven, por su parte, al contemplarla, perdió la razón y en el acto quedó prendado. Cerraron la puerta y a continuación el muchacho la estrechó contra su pecho y la abrazó. Su miembro se dilató hasta alcanzar el tamaño del de un asno, la cabalgó durante largo rato, mientras ella debajo lloraba y gritaba, se meneaba y se agitaba. El bañero entonces comenzó a llamaba, diciéndole:
- ¡Basta ya, Mujammad, sal! Tu hijo lleva mucho rato sin ti.
El muchacho le decía que fuese a amamantar a su hijito y que regresase luego, pero la mujer replicaba:
- Si me separa de ti, moriré. En cuanto a mi hijo, le dejaré morir de llanto o que se críe huérfano.
Permaneció, pues, con el joven hasta que la hubo satisfecho diez veces, mientras que el marido detrás de la puerta llamaba, chillaba, lloraba y pedía auxilio. Y la aflicción y los celos del empleado fueron tan grandes que subió al techo del edificio de los baños, se tiró desde allí arriba y murió.”
La lectura abandonada, Félix Vallotton, 1924
Es la pena. Las traducciones y transformaciones de muchas obras centenarias, e incluso milenarias, han hecho que pierdan su esencia.
ResponderEliminarEl bañero se pasó de listo, ja, ja.
No conocía la película, tiene buena pinta. Intentaré verla.
Un abrazo, Antonio.
Tu blog es tan bello que no puedo dejarlo pasar despercibido. Te sigo.
ResponderEliminarTorcuato, creo que la cita de Proudhon que reprodujiste en tu blog se puede aplicar por extensión a como han sido “gobernadas” las mujeres desde siempre. La del bañero obtuvo un rato de placer y el suicidio del marido no sabemos qué le depararía.
ResponderEliminarEspero que te siga agradando aunque ahora por la canícula tenga que abandonar las tesis opinables y ser más refrescante. Dos besos, Carla.
ResponderEliminarPerdona, Maria Luisa, pensé que la entrada era de Antonio.
ResponderEliminarMujeres, hombres, a fin de cuentas, seres humanos, los derechos son de todos, y por lo tanto, a todos nos son pisoteados.
Besos.