ARDOR
María Luisa Arnaiz Sánchez
Amadeo Roca
UMAR BEN UMAR, QADI DE CÓRDOBA
Cuantos miran sus ojos quedan prendados; que el vino bebe
la razón del que lo bebe. Todos temen su mirada, menos ella,
¿pues acaso hace temblar la espada el corazón del que
la empuña? Alzóse hacia mi vista, mientras lloraba, y vio
desatarse las nubes bajo el sol de su frente. Recordando
su talle, gimo de amor, como las palomas que lloran en las
ramas. Su separación ha dejado en mi pecho una negra
tristeza, como las tinieblas vienen cuando se pone el sol.
DESPEDIDA
BEN CHAJ DE BADAJOZ, XI
Cuando en la mañana que se fueron, nos despedimos,
llenos de tristeza, por la próxima ausencia,
vi a los lomos de los camellos los palanquines en que
se iban, bellas como lunas, cubiertas por sus velos de oro.
Por los velos reptaban los escorpiones de los aladares
sobre las rosas de la mejilla fragante.
Son escorpiones que no dañan la mejilla y, en cambio,
pican el corazón del triste enamorado.
PASARON
AL-RADI HI-LLAD YAZID, REY DE RONDA, XII
Al caer la tarde, sin previa cita, pasaron junto a mí,
encendiendo el fuego de mi corazón y ¡de qué modo!
No es de extrañar que se acreciese mi deseo con su paso:
la vista del agua exacerba el ansia del sediento.
EN LA BATALLA
ABU-L-HASAN BEN AL-QABTUR-NUH DE BADAJOZ, XII
Me acordé de Sulayma cuando el ardor de la lid era
como el ardor de mi cuerpo cuando me separé de ella.
Creí ver entre las lanzas la esbeltez de su talle
y, cuando se inclinaron hacia mí, las abracé.
Ardor y amargura dejan siempre las despedidas.
ResponderEliminarBesos.
Para mí el poema "En la batalla" es insuperable porque el yo poético identifica ardor bélico con ardor erótico y una ilusión óptica hace desear la fusión íntima.
ResponderEliminar