FÁBULA CHINA
Antonio Campillo Ruiz
Máscara funeraria de oro, siglo X. Museo de Mongolia
FÁBULA CHINA
El emperador, queriendo casar a su hija con un hombre virtuoso, envió a buscar por toda China al joven que llevase marcado en el rostro la imagen de la perfecta santidad. El seleccionado hizo honor a esa imagen y feliz a la hija del emperador durante toda su vida.
Tras su muerte, sin embargo, al ser amortajado, alguien descubrió junto a la sien el borde de una delgadísima máscara de oro que cubría su rostro. Los mandarines se indignaron contra el impostor y le acusaron de farsante. Pero, al retirarle la prueba de su engaño, comprobaron con estupor que el semblante del hombre era idéntico al de la máscara.
De “La homilía del ratón”, Sánchez Ferlosio
NOTA: Las máscaras usadas en el teatro griego se utilizaban para hacerse oír, de ahí la palabra “persona” < “per sonare”, para sonar.
¿ Y cuántas de estas máscaras seguimos usando?
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte.
Un abrazo, Antonio.
Así es Alicia. Las máscaras se siguen usando una y otra vez sin ningún pudor para tratar de suplir defectos u otras causas.
ResponderEliminarSin embargo, en este relato, la sorpresa es muy aleccionadora: a veces, la máscara no esconde anomalías, quien la utiliza se presenta como es en realidad tratando de hacerse pasar por una persona de imagen diferente.
¡Vaya fiasco!
Un fuerte abrazo, querida Alicia.