EL BARCO DE LOS
ADIOSES
Pero un día, el más inesperado,
llegarán mis navegantes invisibles. Llevarán mis anclas arborecidas en las
algas del agua profunda, llenarán de viento mis velas fulgurantes... Y será
otra vez el infinito sin caminos, los mares rojos y blancos que se extienden
entre otros astros eternamente solitarios.
Antonio Campillo Ruiz
Miguel Solana
Desde la eternidad,
navegantes invisibles vienen llevándome a través de atmósferas extrañas,
surcando mares desconocidos. El espacio profundo ha cobijado mis viajes que
nunca acaban. Mi quilla ha roto la masa movible de icebergs relumbrantes que
intentaban cubrir las rutas con sus cuerpos polvorosos. Después navegué por
mares de bruma que extendían sus nieblas entre otros astros más claros que la
tierra. Después por mares blancos, por mares rojos que tiñeron mi casco con sus
colores y sus brumas. A veces cruzamos la atmósfera pura, una atmósfera densa,
luminosa que empapó mi velamen y lo hizo fulgente como el sol. Largo tiempo nos
deteníamos en países domeñados por el agua o por el viento. Y un día -siempre inesperado-
mis navegantes invisibles, levantaban mis anclas y el viento hinchaba mis velas
fulgurantes. Y era otra vez el infinito sin caminos, las atmósferas astrales
abiertas sobre llanuras inmensamente solitarias.
Llegué a la tierra, me anclaron en un
mar, el más verde, bajo un cielo azul que yo no conocía. Acostumbradas al beso
verde de las olas mis anclas descansan sobre la arena de oro del fondo del mar,
jugando con la flora torcida de su hondura, sosteniendo las blancas sirenas que
en los días largos vienen a cabalgar en ellas. Mis altos y derechos mástiles
son amigos del sol, de la luna y del aire aromoso que los prueba. Pájaros que
nunca han visto se detienen en ellos después de un vuelo de flechas, rayan el
cielo, alejándose para siempre. Yo he empezado a amar este cielo, este mar. He
empezado a amar estos hombres...
Jacer Yerka
Pablo Neruda
Según iba leyendo me iba entusiasmando de una prosa tan bella y poética, sumada a mi propia imaginación sucitada por esas fotos que la ilustran con tanto acierto. Y al final, encuentro la firma de Neruda, claro que tu eres capaz también de letras hermosas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Chela, la prosa de Neruda es excelente. Siempre que realizo un viaje, por lo agitado del tiempo, selecciono a autores que poseen una calidad literaria de la que aprendemos y de Neruda aprendo cuanto puedo. Sin embargo, soy un aprendiz, poco aventajado, de su prosa ágil y fascinante. Muchas gracias Chela por tu piropo.
EliminarUn fuerte abrazo, Chela.
Preciosa entrada.
ResponderEliminarAsí me pareció a mí el texto de Neruda, Marcos.
EliminarUn abrazo.
¡Qué bello Antonio! ¡Un abrazo!
ResponderEliminarAsí es Lou, la belleza de la prosa de Pablo Neruda es inimitable.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Lou.
Me ha pasado igual que a Chela, Antonio. Y me uno a su opinión por la que cuenta que tu eres capaz también de escribir algo así.
ResponderEliminarContinuamente navegamos por esos países ignotos y esos mares que la imaginación nos proporciona.
Vivimos en un mundo distinto, Antonio. En un mundo de fantasías y ensueños.
Y eso nos salva.
Sí, Tecla, en todo momento nuestra imaginación es la que vela por una vida con fantasías y sueños. No de otra forma podríamos soportar la cotidianeidad. Cuando viajamos a lugares creados por nuestra fantasía, sin equipaje pero con ilusión, una extraña paz nos envuelve y nos hace vibrar. Ambos sabemos que la prosa de Neruda es inigualable. Repito que mis retrocesos son más grandes que mis avances cuando escribo. A pesar de ello, muchas gracias por leer mis pequeños viajes.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Tecla.
Como me gustaría parecerme a ti, amigo Antonio. Un abrazo
ResponderEliminarLa cuestión es que rey de la bloguería sólo hay uno. Eres tú, Enrique. Tu ánimo, amistad, preocupación y excelente ayuda, siempre son tan deseables como esperadas. Sin ellas no podríamos mantenernos en este mundo virtual.
EliminarUn gran abrazo, querido amigo Enrique.
Navegar y volar: dos acciones que el hombre tiene para huir de su yo, de la tierra que lo encarcela y apresiona. Libre de las cadenas de la materia, se viaja a través del tiempo y el espacio para reconocerse en la vela hinchada por el viento, en las hélices que se mueven al compás del motor. Y delante sólo el inmenso mar, el inmenso cielo plagado de nubes... y uno mismo.
ResponderEliminarUn saludo
Excelente comentario, Carmen. Complementa y propone una de las más positivas acciones que el hombre pueda realizar: ser libre. Libre para poder ir por y hacia mundos inmensos en los que la felicidad sí es posible alcanzarla. Libre y sin pesadas cadenas que nos retienen en un mundo sin vías muertas que no conducen a ningún lugar. Has captado de forma extraordinaria el sentir de Pablo Neruda. Te felicito.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Carmen.
Què hermosa manera de verse y ver las cosas. Una prosa legitima que arrebata el alma.
ResponderEliminarBien podia ser tuya Antonio.
Abrazos y buena semana.
La prosa de Neruda es, como poco, infinitamente mejor que la de muchos autores consagrados de la Literatura mundial. Yo aprendo, más lento de lo que quisiera, desesperantemente lento, pero jamás llegaré a esa sutil belleza porque, Genessis, tú misma lo explicas: es una prosa que arrebata el alma. Y para ello sólo puede existir la fascinante imaginación y sentido de la vida de Pablo Neruda. Tu comentario es imprescindible para comprender este magnífico texto.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Genessis.
Precioso, Antonio. Navegar, volar, vivir, comprender... Vaya Ud. a saber, pero mientras, disfrutar de la belleza. Un abrazo.
ResponderEliminarAsí es, Mariano, mientras realizas todos esos viajes, en tantos medios invisibles, lo importante es disfrutar de la belleza y el placer de mirar por la ventanilla, ojo de buey, escuchar, imaginar… Una concepción de la imaginación tan importante como necesaria.
EliminarUn abrazo, Mariano.
Me pasa igual que el tren. He vivido la historia. He navegado. Abrazos amigo.
ResponderEliminarMe alegro, Alicia, de tu viaje. Un día me lo tienes que contar. Qué sentiste al mirar desde la ventanilla del avión sin fuselaje, desde el ojo de buey del barco en el inmenso mar, cómo se hinchaban las velas de la imaginación con el soplo de la belleza… Has realizado unos viajes excepcionales de la mano de la fantasía.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Alicia.