DESDE LA SOLEDAD
Antonio
Campillo Ruiz
Mstislav Pavlov
- ¿Os acordáis cuando la profesora al querer decir “¡Silencio!”, se le
trabó la lengua y le salió “¡Saencio!”?
- Eso no es
nada comparado con el batacazo que se dio la directora cuando se sentó en una
silla coja…
- Sí, ahí
yo me partía. Casi tuve que ir al lavabo…
No se explicaba cómo había aceptado la invitación. En fin,
hecho está, pero su disgusto era insufrible. ¿Cómo era posible que cuando le
dijeron que iban a celebrar su trigésimo aniversario de fin de bachillerato
hubiese aceptado asistir? ¡Treinta años! Bueno, treinta más el chorrito perteneciente
a los estudios que celebrábamos. Al entrar al salón, como la invitación se la
enviaron por correo e iba firmada por una tal Piluca, se dirigió hacia el
camarero para preguntar dónde se celebraba la cena. Antes de llegar a él dos
chicas, más o menos como ella. La alcanzaron y preguntaron casi al unísono; - ¡Tú
debes ser Mari…! Sorprendida y sin reconocerlas dijo tímidamente: - No, soy
Gertrudis…
¡Ah!, sí, Gertrudis, la escritora soltera que no sabíamos
cómo encontrarla para enviarle la invitación. Menos mal que Alfredo nos dijo
dónde trabajaba y así, pudimos ir tirando del hilo hasta encontrarte.
¿Qué relación había entre ser escritora y la soltería? ¿Cómo
era posible que hubiesen hecho una labor de investigación para encontrarla?
Increíble. Y preguntar, precisamente, al hombre que fue su martirio durante
veinte años… En ese momento miró la puerta y se preguntó si debía escapar de
aquel lugar. Se vió cogida de los brazos y arrastrada hacia un salón interior
del local en el que ya había unas doce compañeras. La presentaron a voz en
grito y le aplaudieron al saber quién era. Todas iban engalanadas para la
ocasión, Vestidos arreglados, recién estrenados o con corchetes demasiado forzados,
configuraban una cromática chillona y deslumbrante a la fría luz de las
lámparas de bajo consumo. Ella se había arreglado para asistir a una reunión de
antiguas compañeras pero no para una fiesta que, queriendo ser una celebración
por todo lo alto, no llegaba ni siquiera a una mediocre exhibición de los
poderes adquisitivos de cada una de las asistentes. El camarero se acercó
servicial y le ofreció una bebida. Eligió una y, con ella en la mano, se
incorporó al grupo inicial.
- Sí, porque Mari fue tonta. Si me pasa a mí, se acuerda
para toda la vida… Decía una pelirroja que le recordaba a Isabel, Isa en la
clase.
- Y además de acordarse de mí, le llevo al juzgado, que mi
novio es abogado y le pongo una demanda… ¿Novio? ¿Isabel, a estas alturas tiene
novio? Se separó un poco del grupo y miró una a una a sus antiguas compañeras.
El tiempo había hecho estragos en todas. A unas, la belleza las había olvidado
completamente, mientras a otras, con esmerados cuidados, suponía, las empezaba
a abandonar lentamente. Era lo normal, tenían una edad en la que la batalla contra
el tiempo la perdieron hacía años. Bien, a pesar de todo, era consciente de las
ansias de vivir que ella misma tenía y, por extensión, se debería aplicar a
todas sus compañeras. Este era un factor muy importante y poder detener el
tiempo había sido una de las razones, quizás la más importante, para asistir a
aquel reencuentro. Se sentía un poco aturdida de besos, nombres, recuerdos, preguntas
y más preguntas. Alguien dijo, casi chillando, “¡A la mesa….!” Hubo una especie
de desbandada general, se formaron pequeños grupos que ocupaban asientos
contiguos y ella, cansada ya del tiempo pasado de pie quedó mirando dónde
sentarse. Se dirigió a una silla pero le dijeron que era la silla de Eva.
Por
fin, hacia el extremo de la mesa encontró una silla y ocupó su lugar. Conforme
pasaba el tiempo las voces eran más elevadas y como la mesa era recta, las
voces pasaban volando, por encima de las viandas, de un extremo a otro. Observó
que muchos platos eran retirados por los camareros y sustituidos por otros que
parecían salidos de una clínica de regímenes. Por el contrario, las bebidas alcohólicas,
de dudable calidad, corrían de mano en mano, a veces con avidez. Le sorprendió
el hecho porque parecía que bastantes compañeras eran, en exceso, aficionadas
al alcohol. Del grupo que estaba junto a ella escuchó todo tipo de lindezas
acerca de quienes, por su posición en la mesa, no podían oírlas. No le pareció
correcto pero lo más extraño era que se conocían e incluso se habrían tratado a
lo largo de tanto tiempo. Las bodas arregladas de tal o cual, los divorcios, amantes,
hijos e incluso nietos, de unas u otras fueron siendo protagonistas de todo
tipo de comentarios, tanto de alabanza como corrosivos. Ahora entendía
el interés de su estado a pesar de suponer que sabían de su relación con
Alfredo. En aquella época ella era una chica que había acabado sus estudios
superiores y empezaba a abrirse un camino de difícil futuro y mucho trabajo.
Conoció
a Alfredo en un momento en el que desde la soledad, su ánimo estaba muy decaído,
casi al filo de dejar todo el esfuerzo ya realizado. Él la ayudo mucho. Sabía
explicarle y consolarla con tal maestría que ella se sentía tan halagada como
acompañada. Siempre pensó que, al igual que ella, desde su soledad, buscaba
eliminar aquella desagradable sensación.. Con el tiempo, lentamente porque ella
era bastante tradicional y pacífica con respecto a las relaciones humanas y
especialmente el sexo, se desearon con fuerza, con la pasión que ella jamás
había experimentado y se sorprendió, se entusiasmó y se enamoró. Creía que él
sentía lo mismo durante el tiempo que vivieron juntos, más de quince años.
Jamás hablaron de unirse para toda la cida, de casarse, de hijos, de familia,
de nada. Fue como un mutuo acuerdo sin explicaciones ni razones. Ambos pensaban
de forma similar. Ella se encontró a sí misma cuando sólo se conocían seis
meses escasos y, desde ese día, su vida dio un brusco cambio y su trabajo se
desarrollaba con suficiente éxito como para olvidar los malos momentos que
pasó. Esa fue la gran obra de Alfredo para con ella. Vivian, se amaban,
viajaban, salían a pasear y poseían una actividad conjunta que era la envidia
de amigos y conocidos. Un día pudo percibir que Alfredo se encontraba ausente, con
sus cosas. Poco a poco fue aumentando su encapsulamiento. No manifestaba
interés, atención y, lo que es peor, ni quería manifestarla. Las atenciones se
fueron acabando y la rutina empezó a adueñarse de sus vidas. Desde la nueva
soledad, lo vulgar que, a veces, era desesperante y anodino se instaló
nuevamente en ellos.
Ella se introdujo en su trabajo y en sus personajes, en un
mundo que era pura ficción y manejaba a su antojo y, sin apreciarlo, se
apartaba de la realidad que había vivido aquellos años. Casi sin darse cuenta,
sin hablar, sin acuerdos tácitos, reproches, ni recuerdos, ambos se fueron
alejando hasta que Alfredo compró una casa en la playa y se trasladó a ella solo.
Sabía que a Gertrudis el mar le gustaba en verano pero que no soportaba un
invierno largo en la playa. Desde la soledad de ambos, continuaron viviendo, más lejos que
cerca, durante otros cinco años. Salían a cenar, viajaban, pasaban juntos una
semana, tres días, y tras ellos, un largo tiempo de separación marcaba el ritmo
de un calendario imparable, irrecuperable. Una de sus compañeras le preguntó:
“Tú, ¿no estás casada?” Ella respondió: “No, no estoy casada”. “Pues no lo
entiendo. Yo no puedo concebir la vida sin estar casada… Sin dar placer y si puedo,
incluso sentirlo, no podría vivir”. Dijo con voz pastosa llevándose a los
labios una copa de vino que bebió completamente.
Antonio Campillo Ruiz
Hiciste la fotografía exacta de ese tipo de reuniones, llenas de ficción, en que nadie dice como es en realidad... Mucha presumidera, chismorreo, envidia. La menos sola era la soltera.
ResponderEliminarAbrazo de felicitación!
Y además, estaba sorprendida, Sara. La llamada desinhibición por encontrarse recordando un tiempo siempre añorado y jamás repetido, se produce siempre entre personas cuya soledad es más potente que su estado civil.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Sara.
Excelente relato, con las palabras, los personajes y las situaciones exactas para un encuentro despuès de treinta anios. Un momento de encuentro no basta para presumir de todo lo que fue o lo que no pudo ser...
ResponderEliminarUn abrazo Antonio y que tengas un feliz fin de semana.
Gertrudis, que ha vivido su vida, ha sabido establecer una línea temporal que asume y acepta. Así pues, Genessis, la única persona que, habiendo acertado o errado, ha estado siempre de acuerdo con ella misma, es precisamente quien se siente en un ambiente que no le pertenece ni jamás le perteneció.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Genessis.
Antonio
ResponderEliminarSos genial
Sos un escritor Has dejado de ser blogger como todos nosotros
Escribir y crear como vos creás es unico muchacho
Es un honor para mi tenerte como invitado de mis blog
Un beso tremendo de grande
Querida MuCha, me sonrojas. Todos escribimos aquello que sentimos, soñamos, o experimentamos. Por la misma razón que expresas, cuando leo tus blog te veo y experimento tu muy personal yo. Muchas gracias querida muchacha…
EliminarComo tu beso ha sido tan grande que casi me deja sin respiración, ahora me toca a mi enviarte un fuerte abrazo y otro beso que sí te deje sin respiración… querida MuCha.
Muy real e incisivo Antonio. Los americanos están muy acostumbrados a ese tipo de reuniones. No es mi caso, pero creo pueden ser muy crueles para algunos, como Gertrudis.
ResponderEliminarHas captado perfectamente una de las muchas intenciones, Marcos, lo incisivo del relato, su sarcasmo ante los convencionalismos, generalmente copiados de sociedades acostumbradas a este tipo de reuniones. Insulsas, sin sentido, festejando algo que no es para ello y tratando de resolver sus fracasos con el desprecio a los demás.
EliminarUn abrazo, Marcos.
Aquí hay mucha miga para reflexionar leer y comentar, Antonio. La vida matrimonial es larga y difícil, con ocasiones para casi todo. Cuesta mucho formar un criterio.
ResponderEliminarPero a ti las palabras y los hechos te brotan como manantiales.
Eres un hombre afortunado.
Sí, Tecla, mucha miga. Tienes razón en lo que expresas acerca de la convivencia diaria entre, admitamos la palabra amantes, que deben no sólo superar la maestría que supone amar sino también el cambio tan rotundo que experimenta su vida con esta unión. Además, desde Gertrudis hasta cualquiera de sus compañeras, han vivido vidas tan diferentes que nada las une ni las ha unido jamás. Todo es una ficción burda y sin sentido. Desde este punto, nos falta un buen té y la posibilidad de hablar durante un buen rato. Volveríamos a hacer harina de la miga.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Tecla.
Las reuniones de antiguos compañeros acaban siendo, como las de familia, una revelación de envidias, cotilleo y conversaciones insulsas durante las cuales uno se acaba arrepintiendo de haber acudido. La frase pertienente que asalta tu cabeza es "tierra trágame". Unos a otros se sonríen falsamente mientras se ponen de vuelta y media para sus adentros. ¡Qué viejo está!¡Qué de arrugas tiene! ¡Qué gordo y calvo! ¡Vaya espantajo! son sólo algunos ejemplos de pensamientos de uno mismo hacia los demás. Las compraciones siempre son positivas para uno mismo. Pienso huir de este tipo de celebraciones, lo prometo.
ResponderEliminarUn saludo
Pues sí, Carmen, además existe algo muy importante que es difícil de obtener: esos secretos que siempre se han querido saber y jamás se han constatado. Las críticas de imagen o costumbres personales, siempre saltan al menor descuido. La cuestión es que, a veces, la rabia contenida, las historias escuchadas, los amores perdidos, los recuerdos de pubertad, provocan una separación mayor que la existente antes de la celebración. Carmen, un pequeño caos.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Carmen.
Eres un gran observador querido amigo. Magnífico retrato de una sociedad falsa y envidiosa. No quiero ni imaginar si encima tienes éxito!
ResponderEliminarOtra cosa, yo creo que hay gente que evoluciona y otra se queda estancada como puede ser la que no concibe una vida sin estar casada.
Un fuerte abrazo,Antonio.
Y cada día, Ohma, es más falsa y envidiosa. Como dices es sólo el resultado de una observación ficticia que puede acercarse a la realidad. Las vidas de varias personas se inician y caminan por caminos diferentes, incluso siendo paralelos. Especialmente, sentirse usada y procurarse unas migajas de placer es una de las características de quienes aguantan hasta límites insospechados una vejación con el objetivo de sentirse “una señora”.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Ohma.
Amigo, Antonio. Gran relato repleto de sutil ironía, sarcasmo y espectros cínicos en torno, a eso que es parte del paripé de las voluptuosas convivencias reuniones y de sociedad de otroras pasados revividos en un presente incorrecto. Por momentos me he visto delante de una comedia de Lubitsch, bailando de la mano de una desconocida sacada del último Kubrick y descolocado como un tramoyista del mejor Visconti. Abrazos
ResponderEliminarAmigo J.C., has definido el relato con una pulcritud perfecta. Tu comentario completa y exprime el relato a una realidad que se puede visionar. Los pasados revividos en los presentes incorrectos podrían pertenecer al maestro Lubitsch. Coquetear y tratar de alcanzar algo que siempre ha estado fuera del alcance real pero siempre ha existido, lo supo retratar en ese quiero y no llego de Kubrick. Por último, observar a Visconti cuando organizaba su puesta en escena debía ser una experiencia inolvidable para quienes observaban la realidad y su resultado en la pantalla: lo real y lo ficticio. Un perfecto acierto que te agradezco inmensamente, J.C.
EliminarUn gran abrazo, amigo J.C.
Bravo, muchacho, bienvenido al club de escritores de exito! Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mariano, por esta admisión aunque haya sido sin carta de presentación. En cualquier caso, sabes que estoy empezando a estudiar esta asignatura que encaja regular con la Química.
EliminarUn abrazo, Mariano.
Con qué maestría nos has ido metiendo en esa fiesta para reconducirla hacia una reunión de uñas afiladas y lenguas viperinas en un ambiente de calma y naturalidad aparente.
ResponderEliminarSaludos
Bueno, M.P., y esto es porque me llegó la invitación para asistir, con todos vosotros, un poco tarde y no pudimos quedarnos a tomar la última copa. De haberlo hecho, nos habríamos enterado de muchas más “hazañas”. En serio, muchas gracias por interesarte y es un placer que te haya gustado esta pequeña recreación que pienso que habrás soportado alguna vez.
EliminarMi pregunta, fuera del relato, es ¿por qué? ¿Por qué no se acepta una vida asumida y no se rompe para intentar otra? ¿Por qué se posee este nefasto adormecimiento con una vida que durará demasiado poco para desperdiciarla? Creo que la amistad es más importante que la ira. Desde este punto debemos hablar más para establecer una posible respuesta a estas preguntas. Como no posees mail en el blog, te solicito tu permiso para enlazarte al mío y poder leer con prontitud tus excelentes publicaciones.
Un fuerte abrazo, querida amiga M.P.