HACIA LA SOLEDAD
Antonio
Campillo Ruiz
Paul Kelley
¡Si hasta me traje
esta sombrilla que siempre he odiado…! Cumplí todo lo que proponías en esas
cuatro líneas, medio torcidas porque nunca has trazado un renglón derecho…
Bueno, casi todo, el reloj de pie, como podrás comprender, no lo iba a
desmontar y meterlo en esta maleta que parece un ataúd. Hasta pesa más que
cuando va ocupado hacia el camposanto. Tuve que romper las cerraduras: las
llaves, oxidadas, no eran reconocidas por su único familiar. ¡Y tres! Sí, tres
robustas cerraduras tan duras como la madera de la que hiciste la maleta. Mi
hermana Florita, ¿la recuerdas?, pues no la conocerías, es tan guapa como yo,
espigada, casi una mujer y todos los adolescentes del barrio la cortejan para
su satisfacción y mi enfado, revoloteaba a mi alrededor mientras empacaba todo
y no dejaba de hablar y hablar, preguntar y preguntar. “¿Dónde te marchas
Mercedes? ¿Con quién te vas? ¿Qué dirás a tu novio?...” Mira niña, no preguntes
más ya sabes que me voy con él. Mañana iré a la parada del barco y esperaré que
aparezca en el horizonte. Ya sabes como son estas cosas, me ha dicho que
llegaría hacia el mediodía pero puede adelantarse o retrasarse. Los hombres
siempre construyen mal todos los aparatos. Mira, mira lo que me ha encargado
que lleve: un cronómetro para no sé qué diablos de longitudes. Pero no es un
cronómetro cualquiera, este pesa doce kilos, claro que es de oro macizo pero no
lo comentes con nadie ¿Tú crees que con un reloj va a poder medir el mar? Claro,
¡como a él no le pesa ni le resta espacio para mi ajuar! A padre se lo dije
anoche. Quedó serio y parecía preocupado pero sólo esbozó una sonrisa y me dijo
que era muy linda para ajarme en un barco sin poder salir de él; que cuando
llegásemos a puerto, si era bello quizás podría visitarlo pero que los puertos
son todos bastante feos, hechos por los hombres, claro, le contesté yo. Me besó
en la frente y me aconsejó que siguiese mi instinto. Posiblemente, acertase y
todo fuese bien desde ahora. A madre no le he dicho nada y no sé si le contaré
mi salida de esta soledad y ni viaje hacia la soledad acompañada. Ahí voy,
querido, hacia la soledad del inmenso mar. Las mujeres tomamos siempre la forma
del sueño que nos contiene y yo tengo este sueño desde que nací. Me pediste que
llevase también la caracola que me regalaste cuando nos conocimos. ¿Tú crees?
Una caracola. ¡No tendrás bastantes en el mar que habitas desde que navegas! Más
espacio perdido para mi ajuar.
He pensado que voy
a ir lo más ligera de equipaje que pueda y sólo me llevaré la ropa que le gusta
que me ponga: las medias negras cogidas con ligueros que parten de mi corsé negro,
de mil corchetes que nunca sabe quitar, le encanta acariciar las puntillas que
posee en la zona inferior. Y como complemento, las braguitas negras y finas con
los zapatos de tacón, también negros. Y el caso es que me pregunto para qué me
hacen falta los zapatos de tacón en un barco. No sé si la cubierta o el suelo de los camarotes
son de madera, porque si lo son no podré ponérmelos. Además, caminar por la
arena de la playa hasta la parada del barco con ellos debe ser un suplicio. Lo
que nunca dejaré es mi larga y brillante estola roja, Con ella podremos cenar
en los mejores restaurantes de todos los puertos del mundo y después bailar
rodeándome de él. ¡Ah!, pues tendré que llevar alguna joya. ¡Ya sé! Me llevaré
los pendientes de perlas que me regaló mi novio. Son mías ¿no? Él se empeñó en
comprarlas y ahora las luciré. Se formaron en el mar y gustarán allá donde
vaya...
Sabía que la arena
no era camino para estos zapatos. Y, además, cargada con este armatoste lleno
de aparatos y recuerdos inútiles. Cuando le vea se lo voy a tirar a la cabeza
uno a uno. ¿Y el disgusto? Menudo disgusto que llevo. No sé quien habrá ido con
el cuento de mi viaje hacia la soledad compartida a mi novio. Ha llegado a casa
como un loco al que han dejado libre sin encontrarse totalmente cuerdo.
¡Explicaciones ni una! Le dije con firmeza. Mira, cuando un hombre y una mujer
tratan de reconstruir determinados moldes que han sido modelos para muchos,
componen un ser monstruoso que se llama pareja. Y no tengo el cuerpo para
seguir formando engendros que se encuentren en una situación de progresiva
degradación. Me voy hacia la soledad. Pero siempre me estaré moviendo de un
lugar para otro, de sueño en sueño, de un incesante querer, sin poder eludir
esa maldita palabra que contigo ya la estaba alcanzando sin haber empezado
siquiera a vivirla.
Antonio Campillo Ruiz
Paul Kelley
Muy buen relato de reflexiones de mujer y apropiados cuadros de ese gran artista de la gracia y belleza femeninas.
ResponderEliminarExcelente entrada.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Un saludo.
Me ha encantado esta entrada, Sr Campillo.
ResponderEliminarSaludos y feliz semana
me haces reflexionar, amigo Antonio. Gracias.
ResponderEliminarEs una soledad que tiene su encanto ciertamente. Seguro que conocerá a maravillosos capitanes e intrépidos marineros que irán alejándola,quizas por unas horas, de esa soledad voluntaria. El caso es que también la visitará asiduamente a la libertad, muy amiga de la soledad.
ResponderEliminarBuen viaje tenga!
Un fuerte abrazo,querido amigo.
Más que un viaje hacia la soledad, me ha parecido un viaje hacia la libertad. Cuando los sueños no se viven, se marchitan, y a golpe de rutina los asesinamos. Cuando matamos un sueño nos suicidamos a la vez, porque son la savia que recorren las venas de nuestras vidas.
ResponderEliminarEl relato, extraordinario, Antonio, como esas bellísimas fotografías de Paul Kelley.
Buen domingo y un fuerte abrazo.
Ante todo te felicito por el arte de tus letras
ResponderEliminarLa soledad la amo
Puedo estar a solas conmigo y Mucha
encontrando el mejor balance en la vida
Me voy hacia la soledad, dice tu personaje, querido Antonio. Yo creo que no es así. Al igual que Marisa, opino que hacia donde se encamina es hacia la libertad de ir y venir según le convenga, de soñar, de amar…
ResponderEliminarMuy buen relato y espléndidas y acertadas imágenes. A este respecto una pregunta ¿el relato surgió de las imágenes o las buscaste después de escribirlo? Me parecen tan representativas.
Un abrazo.
Me ha gustado mucho, y es verdad que contra menos equipaje,mas accesible son todos los terrenos.
ResponderEliminarTanto para el amor, como para la soledad que nadie quiere.
Besitos