EL LARGO CAMINO
Antonio
Campillo Ruiz
Daniel F. Gerhartz
Heredó de su abuelo
los recuerdos. Vividos con él y aprendidos de tanto contarlos. Los hizo suyos y
cargó con ellos allí donde iba. Nunca creyó que pesasen tanto y, alguna vez,
tuvo que parar en su caminar para rectificar un pequeño pasaje que se había
entremezclado con otro. Cuando todo volvía a estar en su lugar, avanzaba por el
largo sendero que le conducía a la edad adulta. Al llegar a ella, sus paradas
eran cada día más frecuentes e incluso se alargaban en exceso. Observó que esos
remansos de paz, que habían sido en tiempos pretéritos sus detenciones y
búsquedas en el gran saco de su herencia, se estaban transformando en una
pesada carga que impedía su avance hacia el final del camino. Decidió ir
dejando en las hondonadas laterales del duro suelo por el que
caminaba aquellos recuerdos que eran demasiado pesados y se entremezclaban con
los demás. Para su propio engaño se sirvió de un juego en el que, según él, iba
dejando marcado el camino para quien quisiera seguirle. El peso del saco se fue
haciendo más liviano pero, a veces, trataba de sacar de su fondo uno de los
recuerdos y no lo encontraba: hacía varios miles de pasos que lo había dejado
señalando su ruta. Comprobó que el saco de sus recuerdos estaba casi vacío el
día que estuvo largo tiempo sentado a la orilla del camino sin recordar el
nombre de su abuelo. Su nerviosismo le creó un estado febril y estuvo detenido
mucho tiempo en aquel lugar. Fue entonces cuando una pequeña luz iluminó su
mente. Como parte de los recuerdos eran suyos, lo que debía hacer desde ese
momento era volver a llenar el saco con sus más recientes vivencias y anécdotas, con todo lo que era necesario saber para seguir caminando hasta
encontrar el final de aquel largo trecho que le quedaba por recorrer. Probablemente, sin esperarlo, pudiese dar a su nieto una
herencia mayor que la que a él le dejó su abuelo.
Antonio Campillo Ruiz
Estupendo post Antonio, como nos tienes acostumbrados, son para meditar sobre su contenido, que decir del bien que nos hace tener buenos recuerdos del abuelo, de cualquier persona que nos habla con el corazón y con sabiduría, no puede ser ir por la vida con el saco vacío, señal de que tú estas vació y hoy quizás sea sinónimo de depresión.
ResponderEliminarSalut hasta los 100ipico tocayo!
Me encantó el relato en todos sus sentidos. Tiene lo propio de una literatura interesante; el hilo conductor del ir crescendo..., es decir, lleva al lector por los caminos internos del pensamiento, los recuerdos, la memoria, las decisiones, el tiempo, el vacío... y un final que remata la síntesis del proceso.
ResponderEliminarUn cálido abrazo Antonio.
¡Qué buen relato! Me generó hasta nostalgia de todos los recuerdos que tengo de mi abuelo. Es verdad que hay recuerdos que a veces nos resultan demasiado pesados, quizá sea bueno el deshacerse de ellos, o de poner en su lugar otros que nos allanen el camino.
ResponderEliminarMuy bueno Antonio, un beso grande
Coincido mucho con lo que ya te han comentado. Desde esta perspectiva del camino en la que ahora me encuentro, vuelvo atrás la mirada, y he de reconocer un larguísimo sendero nunca visto antes, porque no me volvía, siempre con la mirada fija en la cumbre. He leído la última estadística de probabilidad de vida, y ya queda mas nítido el final, del camino, pero al volverme he podido identificar a los que me siguen, muy allá en la distancia, y la verdad me he quedado muy satisfecho pues ninguno se ha apartado de la senda y van recogiendo mis recuerdos. Les esperaré muy feliz haya al final de la curva. Un abrazo
ResponderEliminarSí. Al principio las experiencias de nuestros mayores pueden ayudarnos a andar los primeros kilómetros, pero el hacer camino, el andar, eso es cosa de cada uno y nada más.
ResponderEliminarUn abrazo Antonio.
Sí. Al principio las experiencias de nuestros mayores pueden ayudarnos a andar los primeros kilómetros, pero el hacer camino, el andar, eso es cosa de cada uno y nada más.
ResponderEliminarUn abrazo Antonio.
Precioso, Antonio, Los recuerdos que nos van abandonando poco a poco...Espero que te traigas unos pocos de esos mares ahora gélidos...Un abrazo.
ResponderEliminarAy, Amigo Antonio, ay. Ese baúl de los recuerdos y de las experiencias que tan fácilmente olvidamos sin saber muy bien por qué. Ay, amigo Antonio, ay. Quizás, como finaliza y se promete, el personaje de tu cuento, todos , quizás, pudiéramos dar a nuestros nietos una herencia mayor que la que a él le dejó su abuelo.
ResponderEliminarMe ha parecido un magnífico relato. Es bueno mantener los recuerdos pero hay que tratar de ir solventando el recorrido de la vida por nosotros mismos. Con nuestras propias experiencias.
ResponderEliminarUn abrazo grande, querido amigo.
No hay que dejar que el saco d elos recuerdos del pasado se vacíe del todo y hay que llenarlo con las remembranzas de tus ancestros conocidos, tus recuerdos y tu experiencia para que no pese demasiado y sea un vagaje idóneo para entregarlo a los demás.
ResponderEliminarUn beso
Está bien cargar con algunos recuerdos del abuelo, pero hay que dejarle espacio a los nuestros y lo mismo hará, probablemente, nuestro nieto. El peso siempre que no sea muy cargado pues el camino suele largo.
ResponderEliminarOtro brillante relato de tus propia fábrica, querido Antonio.
Un largo abrazo.
Este relato me ha encantado especialmente , yo me empapé de mi tío que me enseño tanto a valorar lo poco y no acostumbrarme a lo mucho y el siempre decía que el mayor tesoro que se debe tener son los recuerdos.
ResponderEliminarBesos
Si es cierto el manual que durante un tiempo te servía se queda obsoleto y ya no encuentras en el la ayuda que necesitas, hay que buscar nuevos argumentos adaptandose a los cambios de la vida, o al menos lo veo así, claro siempre supeditada tu opinión que el genio eres tu.
ResponderEliminarSaludos