TRAS LA
SOLEDAD
Antonio Campillo Ruiz
Vladimir
Volegov
Fui
avanzando tras la soledad dejando profundas huellas similares a las que se
forman al caminar por una playa de suave arena. Al poco tiempo, eran barridas
por las continuas olas serenas que lamen la orilla. Mi sombra se alargaba como
negro presagio sobre el camino seguido. Al salir a pasear, sin rumbo, sobre las
innumerables y profundas señales que día tras día había dejado sobre aquella
arena, sentía el suave masaje en mis pies descalzos. Tras mi soledad se ha
acurrucado siempre la mejor compañía porque en ella me he visto verdaderamente
tal y como soy.
Jamás he entendido esta
soledad acompañada por mis pensamientos, por mis ilusiones, por mis inmensos y
largos viajes hacia y desde mi mente a la fantasía que ha conseguido que sea
consciente, como todo ser humano, de la conciencia de saber que me encontraba
sola. Sí, sí, casi siempre estaba con mi familia, amigos, animales o plantas. Todos
se esforzaban en conllevar, tras mi soledad, mi ocasional disfrute de una vida
que se borraba, que desaparecía dejando la página en blanco, la playa lisa, mi
vida lanzada a una veloz carrera hacia un fin que, pareciendo lejano, siempre
es próximo, demasiado próximo. Tras la soledad, mi vida siempre ha poseído múltiples
momentos en los que probaba una sustancia que podía ser exquisita, casi
inigualable, o bien bebía una inquietante amargura, la de estar sola. Siempre
me explicaban hasta la saciedad que este estado parece ser particularmente
fértil para hacer florecer la creatividad, incluso la genialidad. Por el
contrario encontrarse sola implicaba esconderse en una trinchera tras la
soledad como arma defensiva que, en muchas ocasiones, sólo genera momentos de
añoranza, de sueños jamás conseguidos, ilusiones perdidas y esperanzas que no
llegan a cumplirse tal y como hubiese querido. La desilusión de no poder volver
atrás, de no decir cómo y por qué debe ser así y no de otra forma, siempre me
ha desestabilizado.
¿Por qué no he sido valiente y lo he dicho, de frente, con
decisión, con la certeza de que si así fuese, la felicidad podría haber
llegado? Creo que porque jamás he tenido miedo a ir tras la soledad. Nunca ha
sido para mí un estado de cualidades negativas, ni extravagantes. Siempre he
pensado que ir tras la soledad o que ella vaya tras de ti siempre depende de la
cantidad que atrapes o te atrape: el veneno no es mortal en pequeñas dosis.
Este es el problema, la cantidad de mi vida que ha estado atrapada en este
estado. Además, para mí, una de las bondades que he podido detectar tras la soledad,
radica en el fortalecimiento de mi carácter e identidad personal. Siempre he
estado, y sigo haciéndolo, con tantas personas que pareciese que mis momentos
de ir tras la soledad no existen, o son cortos períodos de tiempo en los que
realizo alguna de las razones que me conducen por el sendero de la hoja en blanco,
la playa solitaria. No, no es así, la miel de conseguir alcanzar tas la soledad
un placer se encuentra en la importancia de que sea un camino voluntario, de
poder revolcarte con ella en un sutil e inmenso abrazo deseado. Si huyese de
ella te alcanzaría sin desearla y este estado supone sopesar en una inmensa
balanza la cantidad, la dosis, que necesito en cada temporada. Si mi camino va
tras la soledad, a una distancia prudente, con una precaución suficiente y
racional, siempre he comprobado que su presencia resulta deliciosa. La
cotidianeidad se descompone cuando se sabe buscar el camino tras la soledad.
Antonio Campillo Ruiz
Vladimir
Volegov
"Si mi camino va tras la soledad, a una distancia prudente, con una precaución suficiente y racional, siempre he comprobado que su presencia resulta deliciosa. La cotidianeidad se descompone cuando se sabe buscar el camino tras la soledad"
ResponderEliminarGenial, ¡es muy cierto! Yo que por naturaleza soy una solitaria... entiendo perfectamente lo que has redactado.
Un abrazo Antonio, desde "todavía" un sábado 22/6 a las 19.33 hrs........ Buen comienzo de semana!
Yo creo que siempre hay un ''laito'' de soledad que es necesario pasear...
ResponderEliminarMuy bello amigo.
Besos.
Tal como te lo ha comentado Mabel, aquí arriba, quienes también solemos disfrutar de nuestros momentos de soledad, comprendimos exactamente mucho de lo que has escrito...y no es casual, tal vez, que nos "juntemos" aquí, leyendo tu blog! Yo soy de las que cree en las causalidades, no en las casualidades! Además, querido Antonio, también entiendo que quienes podemos disfrutar de nuestras soledades, debe ser porque tenemos mucho material dentro "pa´pasar el tiempo"- como diría el Martín Fierro en mi tierra-. Los de interiores huecos, probablemente, no podrán "caminar a una distancia prudente de la soledad", se le deben ir encima, hasta asfixiarla y asfixiarse! Ja! Gran abrazo, querido amigo! Obviamente me encantó tu relato.
ResponderEliminarTras mis vueltasa tu blog, mi admiración crece.
ResponderEliminarReflexivo relato Antonio, me he anclado en lo que dices de que el veneno no es mortal en pequeñas dosis....
ResponderEliminary también en lo de..si huyeses de ella te alcanzaría sin desearla, en fin un tema en el que has de estar puesto o en momentos mas idóneos, lo que estoy pensando ahora mismo es en irme de verbena esta noche con los amigos
Buen finde! Un abrazo tocayo
Gracias, maestro Campillo. Me quedo con esta frase: Si mi camino va tras la soledad, a una distancia prudente, con una precaución suficiente y racional, siempre he comprobado que su presencia resulta deliciosa
ResponderEliminarTe felicito Antonio por esta reflexión sobre la soledad. Creo que no pesa más la soledad como cuando uno la siente estando rodeado de gente con la que quiere divertirse o pasar un buen rato.
ResponderEliminarLa soledad buscada por uno mismo me parece grandiosa y muy productiva para el desarrollo de la creatividad y el crecimiento interior.
Muy bellas las imágenes.
Besos
¡Yo la amo! Es mi compañera, andamos una al lado de la otra y de vez en cuando me confundo
ResponderEliminarcon ella en un apretado abrazo, intentando 'triar' de la vida los momentos de nuestro caminar.
A veces se queda a mi lado aletargada, hasta que en algún momento dado, la hago despertar
para que me acompañe una vez mas. ¡Oh la soledad, la soledad mía, sin ella que sola estaría!
Un cálido abrazo chillao.
P.D. No encuentro por ninguna parte de tu perfil ''CONTACTO''....
Perdón, perdón... Olvide algo importante..
ResponderEliminarComo siempre, rica y profunda entrada la tuya querido y admirado Antonio.
¡Felicitaciones!
Bello relato, amigo. La soledad es un tema para ti inspirador por lo que veo en tus últimas entradas. Es un sentimiento amargo si es impuesto y tranquilizador si buscado y hallado.
ResponderEliminarUn saludo
Un ensayo bien sabio sobre la soledad.
ResponderEliminarLa soledad es algo inherente a nuestra naturaleza, por eso debería ser acogida como un tiempo de autoconocimiento, de reflexión, de crecimiento y de fortaleza espiritual.
Me ha gustado mucho el enfoque dado al tema.
Saludos cordiales Antonio.
La soledad no es tanta cuando te ayuda y te anima a la creatividad. Es mi caso.
ResponderEliminarEs ahora que estoy mas sola cuando mas feliz me siento.
Me gustó tu escrito.
Un abrazo.
Ahí está el secreto para paladearla a placer. En que la soledad sea buscada.
ResponderEliminarEn mi caso, siempre rodeada de compañía, descubrí a los 34 años qué se sentía estando sola cuando se dio la circunstancia insólita de que mi marido, todos mis hijos y otros familiares cercanos coincidieron cinco días en diversos viajes, colonias y campamentos, quedándome sola en Barcelona. Descubrí entonces que la soledad y el silencio me gustaban. Y mucho, algo que ya barruntaba al ser una niña de mar acostumbrada a la playa que se encontraba en la gloria flotando largo tiempo sin oír a nadie, pensando, mirando las nubes y escuchando sólo el mullido chocar del agua.
Ha pasado algún tiempo, algún, y aquella experiencia me sirvió para aprender a manejar mi soledad aún estando acompañada, para escabullirme en agujeros secretos compartidos que me permitan dejar volar la mente, como tú bien dices, con la dosis de soledad que una necesite en cada temporada.
Porque en realidad, por bien que te vaya en la vida, en ese momento último de las decisiones importantes siempre estarás solo, así que más vale estar entrenado, querido amigo Antonio.
Que texto Antonio !. me es fácil de entender o mejor dicho de aceptar, cuando la soledad no me es impuesta.. sino una elección en cortos periodos en mi vida. Donde me encuentro a mi misma, plena de pensamientos, de sueños e ilusiones. La verdadera soledad a la que te refieres me genera miedo y me hace sentir : el desamparo !. Es como llegar al borde de un abismo en donde no podría resistir el rumor de mis propios miedos..ni un silencio exasperante. Miedo que se disipa cuando expresas sabiamente que se torna aceptable al llegar a ella a través de un camino voluntario.. aceptándola e ir tras ella.
ResponderEliminarEs un placer leerte Amigo .. Y gracias por haberme visitado .
Te dejo un enorme y cariñoso abrazo.
Cada uno tenemos una forma de hacer homanje a la soledad, desde la aceptación o la negación, pero siempre con la conciencia de que nos aporta grandes dosis de realidad sobre nosotros mismos. Me ha gustado mucho tu texto Antonio. Es hermoso ponerle nombre de mujer "Soledad" al encuentro con nosotros mismos. Un abrazo grande.
ResponderEliminarEs necesaria la soledad en algunos momentos.
ResponderEliminarMe parece maravillosa esta reflexión tan brillante que haces sobre este tema.
Un gusto leerte,como siempre.
Muchas gracias por todo.
Un abrazo muy grande