LA LARGA BÚSQUEDA III
Antonio
Campillo Ruiz
Ara Berberyan
Llueve. Las pequeñas salpicaduras de agua sobre los vidrios de la ventana se van uniendo poco a poco. Resbalan,
cayendo y engrosándose, hasta que su peso acelera el movimiento y se estrellan estallando sobre la madera humedecida
de nogal, con la que se construyeron los
parteluces, las jambas e incluso el elfeizar. La mirada se pierde tras la
multitud de recorridos erráticos que semejan lágrimas sobre las mejillas.
Llueve desde hace dos días. Sin violencia, sin prisas, serenamente. Con la
frente apoyada sobre uno de los vidrios, sintiendo el frío que retenía, pensaba en ese día transcurrido desde que se separaron con un adiós que olía a tierra
quemada, para siempre. Ahora, sin el olor a tierra mojada que se apreciaba al inicio de la lluvia, la humedad había empezado a apagar la incandescencia de
los momentos de extrema irritación y las sustitutas de las lágrimas, las
pequeñas gotas de agua, eran el único motivo de atención y reiterado lavado de
una mente que había quedado suspendida, inane, desde hacía dos días.
Ara Berberyan
No
con los mismos factores externos pero sí con idénticos resultados, le había
sucedido este hecho cuatro veces. Para algunos podrían parecer demasiados, para
otros, solo suponía el resultado de una convivencia mal entendida, y para
otros, no tenía importancia la ruptura de una unión ante la perspectiva de poder
tener otra en un tiempo no lejano. Sin embargo, no decantándose por opiniones
ajenas personales, pensaba que, a pesar de suponer la bondad o malicia de lo
sucedido, los partidarios o detractores nunca padecían la incertidumbre, el
dolor, ni el malestar que siempre sobrellevaban los protagonistas. Lo
verdaderamente importante era el motivo por el cual sucedía esta correlativa
secuencia de momentos felices y, con el paso del tiempo, se alcanzaba un
desastroso final para, inmediatamente, con premura, volver al punto inicial.
Este era el problema que, hasta ese momento, no había podido resolver. ¿Algo
era olvidado y potenciaba este peculiar comportamiento? ¿Es innata la repulsión
traumática tras la unión? ¿Siempre debe persistir la unión a pesar de la infelicidad?
Ara Berberyan
Los vidrios
seguían llorando con lentitud. Le frente en contacto con ellos se encontraba
semicongelada. Apartando la cabeza se retiró a sentarse mirando con obsesión el
repiqueteo de la lluvia. ¿Podría ser que los cambios estacionales favoreciesen
esta extraña enfermedad cuya sintomatología era la felicidad? ¿Sería posible
vacunarse contra la insensatez antes que tomar el antibiótico de la separación?
¿Crearían estados desafortunados tantos antibióticos? El problema era bastante
difícil. Sus preguntas y respuestas, simulando situaciones
fisiológicas convencionales no le convencían puesto que ninguna de ellas era
extrapolable a hechos en donde la mente es la directora de los mismos. No
comprendía cómo admitirlo o rechazarlo pero ya tenía una experiencia
en infelicidad que se acercaba a límites intolerables, ¿Sería posible que el
problema tuviese que resolverlo con ayuda y nunca en soledad? Posiblemente. Empezaba
a vislumbrar una tenue luz en el pozo de los infortunios en el que había caído
ya cuatro veces. Trataría de aplicar esta posible solución de compartir la
resolución de este problema ignorando consejos para operaciones supuestamente
exactas pero con errores, dibujando en dos colores complementarios y pasarlos,
posteriormente, a primarios, coordinando instantes relevantes por pequeños que
pareciesen, dejando de suponer y estableciendo la realidad como meta y futuro,
oyendo y hablando, sin pisar ni herir. No, no es fácil. Es un problema con
infinitas soluciones y pocas divergencias, claro que cuando se produzcan será
porque no existe otro remedio. ¿Sí? ¿Estamos seguros de ello?
Ara Berberyan
Qué bien narrado, Antonio. Las relaciones humanas, y más concretamente las de amor, tienen altos y bajos, cuando no fecha de caducidad...Hay personas que si no siente esa pulsión del inicio dan por terminado el encuentro. Y no sé quien dijo que la felicidad es la antesala del llanto. Lo mejor, creo, es amar mientras te aman, lo demás al saco del olvido.
ResponderEliminarLas imágenes que has puesto en este post me encantan.
Besos.
Preciosas imagenes para acompañar un texto bien narrado sobre la complejidad de las relaciones amorosas.
ResponderEliminarTras varias rupturas no podemos evitar preguntarnos por la raiz del problema....
Un saludo
Me encantan imágenes y contenido, maestro Campillo. ... " ... sin pisar ni herir. No, no es fácil"
ResponderEliminarExcelente exposición de imágenes que uno puede ver con claridad gracias a tu municioso relato - reflexión. En casos así imagino que lo mejor es buscar entre los dos una sálida más o menos razonable, la menos dolorosa si puede ser.
ResponderEliminarEres increíble de bueno escribiendo.
Bicos querido amigo.
¿Dónde acaba la lluvia y empiezan las lágrimas y viceversa? Difícil maracar la línea en ese estado como difícil es también ver cuándo empezó la ruptura ya consumada. He visto esos ojos frente al cristal mojado y esa cabeza como un volcán en erupción haciéndose preguntas, buscando una salida, no cualquier salida, la mejor. Preguntas sin fácil respuesta de momento, pero que con el tiempo se irán aclarando. Aquí puede haber ayuda, pero la toma de decisión es personal e intransferible porque lo que vale a uno no es recomendable para otro. Los seres humanos, iguales y diferentes.
ResponderEliminarAbrazo y feliz semana.
Una excelente narración acompañada de unas imágenes muy bellas.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo .