OIGAMOS
Y VEAMOS XVIII
Antonio Campillo Ruiz
Es frecuente la búsqueda de experiencias personales en diferentes artistas al cambiar,
remodelar o expresarse de forma aparentemente diferente a la trayectoria que
seguía su obra. En compositores musicales, sus vivencias personales son tan valoradas
que muchas veces al interpretar o, al menos, tratar de comprender la compleja
subjetividad que emanan de sus músicas, justificamos o deducimos la mínima
relación de sus vivencias cotidianas e incluso, las creamos, si no existen. La Sinfonia número 5 en Do
sostenido menor
de Gustav Mahler, 1901-1902, supuso un
nuevo capítulo en la obra de este compositor. Realizó un cambio muy
significativo en su estructura musical, su armonía y su marcado relieve. A la
vez, supuso que las Sinfonías Quinta, Sexta y Séptima, conformaran un minigrupo
especial en donde elementos novedosos en su obra sinfónica sobresalen con una
personalidad propia. A pesar de ello, no existió, que se conozca, ningún factor
externo en la vida de Mahler que pudiese influir en estos llamados cambios. Se
debieron, sin ninguna duda, a la evolución serena de su espíritu.
La
música de Gustav Mahler anterior a esta Sinfonía, poseía y describía una mística
y sublime atención por la vida y la Naturaleza, los misterios universales de
espiritualidad y sentimientos por la inmensa exaltación, grandeza de elementos
tanto simbólicos como patéticos. Este pequeño grupo, que inicia la Quinta
Sinfonía, rompe con los sueños místicos e inicia una música para la
realidad de un mundo que escucha la pureza instrumental generada por una música
rotunda, que no se inspira en aspectos poéticos sino en el puro sentimiento que,
desde la armonía de cuerdas y vientos, logra alcanza la grandeza y provoca la sensibilidad
de quien la escucha, la vive e intima con ella.
Mahler
vuelve a la estructura de su Tercera Sinfonía y, en esta Quinta,
otra vez la divide en secciones, tres, bien diferenciadas pero conformando un
conjunto que engrandece y minimiza. El Scherzo posee unas grandes proporciones.
Es la expresión de una fuerza tan exuberante como su potencia sonora abstracta
y compleja. Flanqueado por dos partes, cada una de las cuales posee dos
movimientos, que podríamos considerarlos personales, sólo del compositor, de su
propia naturaleza. Con la Marcha Fúnebre en Do sostenido menor,
pareciese tratar de destruir su propio pasado y revivir hacia el mundo real que
representa el impactante y bullicioso Allegro en La menor que le sigue. Es
la nueva vida que rompe con la contemplativa mirada mística y crea una energía
que se debe sentir para poder seguir siendo real. Semeja un nacimiento novedoso
y a la vez belicoso, un tumulto que ensordece y que calma a la vez.
De
la energía atesorada, la tercera sección de la Sinfonía, igualmente con
dos movimientos, nace la estética de la ternura con el Adagietto que atesora, tras
su anterior fuerza, una escala modesta con una sensación de sentido renacer, de
revivir lo soñado y jamás alcanzado, tan
sutil, tan sereno, tan bello, que se introduce en el interior de un nuevo ser con
la armonía de las cuerdas, con el arpa casi dirigiendo al resto de instrumentos,
sólo de cuerda, desde la sobriedad sonora de su delicadeza, desde la paz que se desgrana con la lentitud de lo sublime. Es compleja y
difícil de analizar la estructura formal del Rondo Finale, Quinto movimiento, que continúa el
inicio del tema principal y se disfruta con la sencillez de una vital expresión
de alegría.
A
pesar de los avances tecnológicos, muchas de las interpretaciones de esta
sinfonía no poseen, en grabaciones cinematográficas o de vídeo, la calidad
sonora que requiere una obra de tal categoría. Se ha elegido una gran interpretación
de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, dirigida por Lorin Maazel,
desde el Müchner Filarmonica en Gasteig. Han quedado atrás grandes orquestas y
directores a causa de la deficiente audición aunque excelente realización
visual. A pesar de la recomendación muy especial de escuchar la sinfonía
completa y poder disfrutar de un tiempo en el que lo sentido supera la cotidianeidad,
es real y disculpable que el tiempo se nos da impuesto y, a veces, es difícil poder
sentir. Igualmente, es muy importante no olvidar la audición completa del Adagietto,
localizado, en esta versión que se adjunta, en el tiempo 48:58, de la totalidad
de la duración de la Sinfonía.
Es importante visionar el vídeo a plena pantalla.
Entre las pocas piezas clásicas a las que puedo poner nombre y autor y en este caso gracias a Visconti y Thomas Mann, se encuentra este Adaggieto que quedó incorporado a mi banda sonora.
ResponderEliminarLa delicadeza se derrama, fluye y se expande abarcando tantos estados de ánimo que no me extrañaría que Mann hubiera escrito su novelita de un tirón tras escucharlo.
La composición fue paralela al tempestuoso encuentro de Mahler con la tremenda Alma con la que se casaría cuatro meses después y su impacto me llevó a leer las biografías de los cuatro protagonistas.
Gracias amigo Antonio, te dejo y vuelvo a escucharla otra vez.
Gustav Mahler, un grande entre los grandes. ¡Qué maravilla! Para escuchar y dejarte llevar. Me lleva a otro tiempo que logra alcanzar la grandeza y provoca que quien la escuche se deje atrapar por ella, a un mundo anterior a la Gran Guerra con la que comenzaron tantas cosas que no han dejado de comenzar.
ResponderEliminarSigo escuchándola. Un abrazo :)
Gustav Mahler, un grande entre los grandes. ¡Qué maravilla! Para escuchar y dejarte llevar. Me lleva a otro tiempo que logra alcanzar la grandeza y provoca que quien la escuche se deje atrapar por ella, a un mundo anterior a la Gran Guerra con la que comenzaron tantas cosas que no han dejado de comenzar.
ResponderEliminarSigo escuchándola. Un abrazo :)
He visto varias veces la película "Muerte en Venecia" donde Thomas Mann, gran admirador de Mahler, le rinde homenaje.
ResponderEliminarMe parece absolutamente maravilloso escuchar esta música.
Mil gracias por compartir.
Un abrazo grande.
¡Que maravilla! Te hace volar por ignotos parajes
ResponderEliminardonde una suave brisa acaricia los sentidos!
Gracias ...
(Sigo cuchando)