BEATRIZ
Antonio Campillo Ruiz
Crhistian Schloe
A Beatriz
Beatriz
estaba convencida de la necesidad de plantearse metas, muchas veces
inalcanzables, mientras echaba ojeadas fugaces al paso de un tiempo que huyó de
ella como si tuviese miedo de que lo malgastara. Nada más lejos de su
pensamiento.
El tiempo siempre se había equivocado con ella. La había visitado
todos los días de su vida excepto en los tres últimos años, cuando ya se plantó
ante él y le dijo que no soportaba que la siguiera como un espía todos los días
para poder vislumbrar la arruga número diez o la cana dos mil quinientas. “¡Basta
ya, pesado! Tu control sobre mi vida ha terminado. Ahora seré yo la que decida
qué y cuándo hacer lo que siempre he soñado y nunca me has ayudado a conseguir.”
Cuando niña, su vida había transcurrido en un tiempo y con tantas ganas que su
franca risa y sus pequeñas correrías capitaneaban la pequeña banda de amigas y
amigos en el minúsculo pueblo del abuelo. Era feliz porque se agotaba de
felicidad. Su querida libertad fue ayudándola a adquirir una, potente por
momentos, rebeldía, que fue su bandera por siempre. Es posible que, a su pesar,
la niñez la traicionó sin percatarse de ello. Olvidó susurrarle al oído que el
mundo de la adolescencia la iniciaría, implacablemente, en una marcha hacia la
realidad que silenció el tiempo por muchos años, los más dulces y absorbentes
de su corta vida.
Crhistian Schloe
Beatriz
arrugaba el entrecejo al recordar esta villanía que tuvo que adivinar, creer y
corregir, a lo largo de una juventud que se mostró ante ella de sopetón,
mientras se encontraba ante un espejo y le devolvió una imagen tan bella que
ella misma se asustó. Sí, era bella y eso la desconcertó porque no sabía si era
tan bueno como siempre comentaban los mayores o sería un problema para que su
libertad, la más querida de todas sus sensaciones, pudiese verse mermada por aquel,
a veces, insufrible y monótono comentario de las señoras que, reiteradamente, la miraban alabando su belleza y su feminidad, deseando, con malsano
propósito, dirigir lo único que poseía, su posible futuro, hacia lugares
desconocidos para ella y que jamás se planteó recorrer. Sin embargo, el tiempo,
ese traidor del que se había desligado, le empezó a poner pequeñas trampas en
las que fue cayendo a pesar de tratar de escapar de ellas. A la vez, no tuvo
alternativa ni ayuda cuando no venció en la batalla de dejarse llevar por
razonamientos poco interesantes, casi ininteligibles para ella, pero cotidianos
en su entorno, muy cotidianos, casi rituales vulgares que se admitían como
necesarios.
Crhistian Schloe
Beatriz
fue consciente de los múltiples caminos por los que se había dejado llevar
cuando contempló al tiempo de frente y le dijo: “Pero… ¿Quién te crees que
eres?”
Ese día, se desató una tormenta de verano en la soledad más íntima de un
ser cansado de luchar y sentirse arrinconado. Conforme aumentaban las inmensas
descargas de energía que restallaban a través de sus ojos tristes y
apesadumbrados, dirigió una de ellas hacia todo lo que la rodeaba y expiró como
ser meditabundo y ferozmente ultrajado en su íntimo pensamiento de libertad. El
tiempo se sorprendió mucho de esta feroz reacción pero comprendió que debía ser
más consecuente con sus hijos y ofertarles las oportunidades que le solicitaban
con tanta pasión. Sintiendo al tiempo más calmado, volvió lentamente a la ansiada
espontaneidad perdida y rescató de su injusto castigo a su mente y espíritu,
renaciendo, con la gran satisfacción de haber mantenido su entereza intacta, a
la alegría de poder resurgir cómo y dónde le agradaba, en la paz de una soledad
querida y vivida en plena libertad.
Antonio Campillo Ruiz
Crhistian Schloe
Beatiz expiró ... en paz, hacia un nuevo mundo. ¿Podrías hablar con ella, maestro campillo? Quisiera preguntarle como se está por allí.
ResponderEliminarBromas aparte ... magnífica reflexión poética y subliminalmente terrenal. Me ha gustado y, espcialmente, me ha despertado cierta curiosidad.
Hace poco le contaba a mi médico de familia que tomaba medicamentos de tipo naturista pero que tampoco abandonaba los tradicionales que me recetaban los varios especialistas que controlan mi salud y cuando me preguntó ¿Why? al referirse a las de la medicina oficial, le dije ... ¿Y si sí? pues lo mismo que le digo al cura párroco cuando me pregunta que por qué voy por allí a verle. De ahí mi interés por saber si puedes hablar con Beatriz.
Un abrazo de viernes, amigo.
Una historia interesante y un tanto familiar...
ResponderEliminarHola Antonio, ¿Estas bien amigo, mucho
trabajo verdad?
Un abrazo chillao.
Un gran relato.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Feliz fin de semana