UNA LARGA FAMILIA DE
ARTISTAS
Antonio
Campillo Ruiz
El
género flora, los grandes bodegones y el paisaje han sido temas de una
plasticidad que termina con la excepcional representación de excepcional
“Alegoría de los cuatro elemento… Agua, tierra, aire y fuego” que, hacia 1645
completó el estilo, poco estudiado por su tardío conocimiento, que reafirma un
cambio en la concepción estilista personalizada y lejos de la moralina que
predomina en gran parte de las obras de la familia. Un ejemplo lo tenemos en
los temas basados en el Génesis y, de entre ellos, “La torre de Babel”, la metáfora del orgullo humano, el intento de
construcción de un edificio tan alto como el cielo originando la cólera de un Dios
que, para hacer decaer la arrogancia y la presunción humana, lo impidió por
medio de la incomunicación, al privar a los hombres de la lengua común.
La
llegada del despiadado Duque de Alba, enviado por el rey de España, Felipe II,
a Los Países Bajos con la misión de convertir a los protestantes, por fuerza,
al catolicismo, fue la época convulsa, cargada de tensiones religiosas en la que Brueghel “El Viejo” vivió una etapa
decisiva de su vida. Persona muy cultivada y amante de la filosofía estoica, familiarizado
con el pensamiento de Erasmo de Róterdam, de Tomás Moro y amigo íntimo de Abraham Ortelius,
el cartógrafo que elaboró el primer atlas mundial, distaba mucho de ser un
pintor de la corte o un advenedizo que creó un estilo peculiar. Su formación
dio comienzo en el afamado taller de Pieter Coecke van
Aelst,
pintor afamado y con el que Brueghel descubrió a El Bosco.
Tal impresión obtuvo de este pintor que durante varios años plasmó sus mismas
pinceladas, pasando a ser llamado “El Segundo Bosco”.
El
Bosco,
con sus pinturas en las que, el conflicto entre el bien y el mal mantenía al
mundo en un estado de permanente oscilación, ora hacia lo bueno y la salvación,
ora hacia el mal y la perdición, tuvo una relativa influencia en Brueghel “El Viejo”, cuya moralidad era menos estricta y su visión más
permisiva e indiferentes hacia la observación y reproducción de la vida real.
Sus hijos, bebieron de esta faceta diferenciadora y peculiar del padre,
percibiendo y estableciendo una extraordinaria tradición artística que se
prolongó durante cuatro generaciones.
Mientras
que en Italia, Leonardo da Vinci, Tiziano o Miguel Ángel,
trataban de plasmar en sus obras una exaltación idealizada de la naturaleza
humana y sus posibles virtudes, en Los Países Bajos, los efectos de la Reforma Protestante y las Teorías Calvinistas, dirigió su atención hacia la Naturaleza
que empezó a poseer una importancia que procuró su paso, de un simple elemento
de fondo a un referente artístico por derecho propio. Pieter Brueghel “El Viejo”, que viajó a Italia, puso más interés por
los elementos artísticos generales que por el humanismo que se traslucía con la
novedosa revolución artística del momento. Así, en pleno siglo XVI, surgieron
en Amberes, artistas especializados en paisajes. Montañas imaginarias lejanas,
frente a fondos elevados, tonos fríos, que, en muchas ocasiones, eran divididos
por bandas cromáticas diferentes para crear el efecto de una perspectiva
convincente pero poco creíble. En general, son paisajes con un punto de vista
muy alto que generan un todo con sensación de inmensidad irreal. Esto
provoca que las figuras humanas parezcan
elementos minúsculos en un todo inmenso, expresando su debilidad y limitación
humana ante la grandeza exaltada de la creación y los elementos, en un mundo
amenazante pero pleno de fascinación y vida.
Hacia
la mitad del XVI, Amberes ya poseía más de cien mil habitantes entre los que se
encontraban gran cantidad de comerciantes, artesanos y artistas, que generaron
un ambiente económico de clase media poco convencional, obsesionada con la búsqueda del secreto de la riqueza y el
éxito. Este crecimiento impetuoso, posiblemente, fue lo que motivó a Tomás Moro
elegirla para ambientar el inicio de su “Utopía”.
La pintura homenajeaba las aventuras y costumbres de viajeros y mercaderes,
convirtiéndose sus relatos en la inspiración de cuadros costumbristas, día a
día más apreciados por ricos mercaderes y potentados.
Entre la burguesía y las clases mercantiles, gozaban de gran popularidad
las escenas de la vida campesina. Los estratos sociales más humildes, eran
vistos como una metáfora de la existencia humana, en la que se plasmaban
placeres sencillos y espontáneos pero también, el vicio y la disipación. Este
desenfadado baile de tradiciones y costumbres, representa la libertad frente a
las convenciones rígidas de la burguesía, rasgo que se aprecia en muchas de las
alusiones sexuales de escenas con personajes campesinos muy humanos.
La
familia Brueghel estaba constituida por artistas que narraron
hechos e historias que representaban la realidad y relataban la vida cotidiana.
Junto a las pasiones más humildes, captaron una gran explosión de buen humor
y jovialidad, juegos de cortejo y ritos
asociados al matrimonio, al igual que las tradiciones transmitidas junto al
fuego del hogar o en la celebración de un banquete. Así, Pieter Brueghel “El joven”, no condenaba a la humanidad, en su lugar, la
contemplaba con mirada indulgente y participaba de la incomodidad irresistible
de lo cotidiano, cuya repercusión, es profundamente humana.
Antonio Campillo Ruiz
BRUEGUEL1 from Antonio CAMPILLO
RUIZ on Vimeo.
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Maite Sánchez Romero
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