CARMEN
Antonio Campillo Ruiz
A Carmen
Carmen
sintió un escalofrío. El día había amanecido gris y llovia con calma, como si a
las gotas de agua les costase llegar al suelo. Tenía la frente pegada al vidrio
de la ventana por el que resbalaban formando riachuelos al encontrarse varias
gotas en un único camino. Encontrarse, sí posiblemente esa era la palabra que
la hacía pensar mientras sus pies se helaban en el interior de sus botas de
piel. Cuando decidieron que durante una temporada debería descansar en el lugar
en donde su infancia y adolescencia se sucedieron con la alegría propia de su corta
edad, Carmen pensó sin expresar nada que sería una mala idea. Tenía la
sensación de un vacío interno que no podía dilucidar con la exactitud que
siempre poseía. Ahora, acompañada por seres queridos del pasado pensaba que sí,
que era bueno haber vuelto a estos lugares en los que bajo cada piedra, junto a
cualquier árbol, en cualquier parte de la casa, una anécdota, una chiquillada,
un juego, habían ido conformando su carácter. Le gustaba aquel lugar a pesar de
poseer una climatología tan irregular. La lluvia seguía cayendo mansa y los
negros nubarrones parecía que nunca desaparecerían. Había pasado casi toda la
mañana leyendo un libro que, con buen tino, había echado en su pequeña bolsa de
viaje. La sensación de encierro forzoso, de no poder disfrutar del aroma de la
yerba, de la savia de las pequeñas oquedades en los árboles, le producía un efecto
de ahogo y de nostalgia.
Audrey Marienkoff
Carmen
escuchaba los ruidos que se producían en el trajín de la cocina y ella, que
siempre había colaborado en la preparación de los complejos guisos, trataba de
adivinar por medio del olor en qué fase de su preparación se encontraban. Había
adelgazado en los últimos meses y su mirada se fijaba demasiadas veces en un
punto del que era imposible apartar sus ojos. Pensaba. Le gustaba pensar, razonar
e incluso soñar. Y este, este era uno de los motivos que determinó su viaje, repetido
algunas otras veces en circunstancias felices, hacia un pasado que la encogía,
la hacía sentir escalofríos no sólo a causa del clima, sino de evocaciones de
hechos que nunca comprendió si tuvieron o no una influencia en su carácter.
Todos decían que la melancolía y apatía que la atenazaban debía de estar
motivada por su trabajo, su vida ajetreada, sus idas y venidas. No, ella no se
sentía como aseguraban quienes la querían y apreciaban. Ella poseía una
inquietud interna que la empujaba a meditar y a considerar que la Naturaleza,
los arañazos que, a veces con rabia, daba a la vida, su libertad para pensar y
actuar, eran los motivos más importantes de una vida que empezaba a acortarse
con lentitud pero sin descanso.
Audrey Marienkoff
Carmen
había dejado atrás un mundo que siempre le pareció normal y sereno, cotidiano.
Lo rechazó cuando pensó, cuando pudo deshacer el nudo gordiano tal como lo hizo
Alejandro. No había otro medio de poder atajar el lento caminar de una
pasividad que la sobresaltaba a cada instante, la torturaba en su minimización
y hasta le provocaba dolor físico. La lluvia seguía cayendo con más intensidad
y los vidrios de la ventana se empañaban cada vez más con su aliento y con el
agua que los golpeaba. Le gustaba ver llover y los juegos que desde pequeña
realizaba con sus amigos contando qué gota de agua llegaba la primera a tocar
la gruesa madera en donde se encajaba el vidrio. Ahora, sola, jugaba eligiendo
varias gotas a la vez. Siempre, una de ellas se iba creciendo durante su camino
con la ayuda de otras a las que absorbía. Llegaba la primera, gorda y única
aunque no lo habría conseguido sin la destrucción de las que encontraba en su
camino. Así se sentía, absorbida por un remolino, un huracán que pareciese girar
en sentido opuesto a su camino, a su sensibilidad que intuía maltrecha. Un niño
pasó corriendo por la calle ante aquella galería larga y vidriada en la que se
encontraba Carmen. Llevaba un saco encasquetado desde su fondo por la cabeza que
le cubría hasta las desnudas piernas, como cuando jugaba de niña con sus amigos
y más que cubrirse de la lluvia se empapaban lentamente. La cara de Carmen se
iluminó y sonrió. Pensó que el tiempo no había pasado mientras una lágrima competía
por llegar a su barbilla resbalando por su mejilla izquierda.
Antonio Campillo Ruiz
Audrey Marienkoff
Hermosa introspección. Todos somos Carmen. A todos nos modela el tiempo, aunque en nuestro interior nos veamos siempre idénticos, sin la huella de su paso. Pero, nos guste o no nos guste, hasta en ese ámbito invisible desde donde opera el «yo» se nota el transcurso de la vida.
ResponderEliminarUn abrazo, querido Antonio.
Libertad y a la vez pena por lo que se deja atrás. Los sentimientos de Carmen son completamente humanos. La trayectoria vital deja cicatrices en el corazón y en la memoria y sólo el olvido, temporal o total, puede hacer que esas cicatrices sean más o menos visibles.
ResponderEliminarUn saludo
Pero así es la vida, y cada vez la contemplo mas como Carmen, a los pies de una ventana repasando silenciosamente su recorrido, con lluvia o sin ella, también aflora a mis labios alguna sonrisa, para ser sinceros. Gusto en leerte, Antonio
ResponderEliminarPero así es la vida, y cada vez la contemplo mas como Carmen, a los pies de una ventana repasando silenciosamente su recorrido, con lluvia o sin ella, también aflora a mis labios alguna sonrisa, para ser sinceros. Gusto en leerte, Antonio
ResponderEliminarMe he sentido Carmen, maestro Campillo ... voy a cerrar los ojos y me voy a ir a ver si la encuentro.
ResponderEliminarfeliz noche.
Amigo Antonio la intuición suele ser sabia y cuando avisa, lo juicioso será hacerle caso. Sobre todo si se trata de intentar recobrar el pasado, porque los recuerdos, guerreros, acostumbran a eliminar las malas experiencias dejando sólo la engañosa aureola de una vida feliz.
ResponderEliminarDecididamente un no a la vuelta, cuando exista la duda de si acabará convirtiéndose en una de esas gotas ligeras que acaban devoradas por la pena, siempre obesa.
La vida pasa...
ResponderEliminarA mí me gusta recordar el pasado y evocar tantos momentos felices vividos
Hermosas letras.
Un abrazo fuerte
La vida pasa...
ResponderEliminarA mí me gusta recordar el pasado y evocar tantos momentos felices vividos
Hermosas letras.
Un abrazo fuerte
Imágenes preciosas las que nos expones, que seria de los textos sin los retratos o dibujos?
ResponderEliminarUn abrazo amigo Antonio
Los devenires de una vida con sus luces y con sus sombras.
ResponderEliminarPor suerte la memoria selectiva nos lleva a rememorar la efímera felicidad de momentos y situaciones.
Me gustó leerte, querido amigo Antonio.
Un abrazo
Me encantaron las imágenes. Ays la vida, tan intensa y tan traidora a veces.
ResponderEliminarBesos.
En esa Carmen he visto a mi abuela, a mi madre, seguramente ya lo sea yo para mis hijas aunque yo en mi misma no lo vea. El discurrir de la vida que nos va tatuando a cada una según su tiempo y sus circunstancias.
ResponderEliminarAbrazo Antonio
Hola Antonio, te felicito por tu forma de describir el paso del tiempo asomada a una ventana donde las gotas de lluvia ponen el ambiente idóneo para la autoreflexión.
ResponderEliminarEspero me permitas tutearte y entrar en tu casa para quedarme.
Un abrazo.
Antonio, ¡Creo que en todos nosotros hay mucho de Carmen, cuantas veces he visto llover con el rostro pegado a los cristales de la ventana, recordando sentimientos y vivencias de otra etapa de mi vida... los hombres somos así, al mirar hacia atras, vemos el camino que hemos dejado al caminar por él y la nostalgia se pega al alma con dedos hechizados, quizá porque dicen que "cualquier tiempo pasado fue mejor"
ResponderEliminarSin embargo lo maravilloso es recordar los momentos felices, aprender de nuestros errores y caminar siempre hacia adelante porque la vida no se detiene y la tierra continua girando....
Mi abrazo con cariño.
Ángeles
Y si la vida sigue...porque no la seguimos? creo que es bueno dejarse llevar amigo Antonio como el agua, que otra cosa podemos hacer.
ResponderEliminarY otra cosa quería decir, si los que estamos bien, no damos al menos la sensación de que aquí no pasa nada, de transmitir a nuestro alrededor una positividad, estamos haciendo de que quien no esta bien a nuestro lado, se sienta peor
ResponderEliminarTambien considero de que cuando se nos presenta en la vida un problema serio, nuestra respuesta debe ser de choque, radical, de cambio total, de transformación, de hecho es aplicar el CARPE DIEM al máximo
Canta a la vida
Vive el momento
Corre deprisa
que pasa el tiempo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl laberinto del tiempo en el que se encuentra inmersa la sensibilidad, tan tenue y delgada la frontera entre pasado y presente para la memoria de la piel. Un breve relato muy hermoso. Gracias. María Jesús Mingot.
ResponderEliminarEl laberinto del tiempo en el que se encuentra inmersa la sensibilidad, tan tenue y delgada la frontera entre pasado y presente para la memoria de la piel. Un breve relato muy hermoso. Gracias. María Jesús Mingot.
ResponderEliminarEsa sonrisa y esa lagrima, me son tan familiares...A veces pienso que en vez de ser el tiempo el que pasa, simplemente, la que pasa soy yo,
ResponderEliminarme siento como si fuera un suspiro de el....
Querido Antonio, he estado bastante fastidiada , me han operado pero , luego de dos meses, ya estoy aquí con ganas de seguir 'pa lante', jajaja ..
Imagino que por falta de tiempo o, porque algo te lo impide, no te 'veo' jajaja...Confío en que solo sea eso,y que te encuentres bien de salud.
Un abrazo chillao.
Espero que todo vaya bien.
ResponderEliminarUn abrazo
Se echa mucho de menos tus letras.
ResponderEliminarBesos a millones
De nuevo entrando a tu casa, Feliz Navidad
ResponderEliminarUn abrazo
Carmen
tanto tiempo sin leer tus maravillas
ResponderEliminarespero que estes bien
siempre te recuerdo escritor
buen comienzo con salud y amor
tanto tiempo sin leer tus maravillas
ResponderEliminarespero que estes bien
siempre te recuerdo escritor
buen comienzo con salud y amor
Sige siendo constructivo pasear por tus espacios, para envolverse en tan maravillosas palabras
ResponderEliminarUn abrazo
¿Cómo estás Antonio? ¿Regresarás por aquí? El mundo de los blogs no es el mismo sin vos.
ResponderEliminarUn abrazo
Espero que todo vaya bien..¡Te añoramos querido amigo!
ResponderEliminarUn abrazo.
Deseo verte por aqui, se nota tu falta.
ResponderEliminarUn abrazo