domingo, 7 de marzo de 2010

LA MUERTE SEGÚN QUENTIN TARANTINO


LA VENGANZA.
 
Antonio Campillo Ruiz
Extracto de la ponencia
“Héroes y muerte”.



  “Kill Bill”, de Quentin Tarantino, 2003, tanto la parte I como la II, posee como protagonista principal a la venganza. La venganza es siempre reprobable y violenta. Y ambas la describen con una intensidad pocas veces visionada en el cine.

   A lo largo de la historia de la Literatura Universal la venganza ha sido uno de los motivos de narración, ensayo, teatro, etc. El paso hasta la narrativa fílmica ha sido veloz y de gran influencia argumental. En el cine actual, dejando de lado la violencia gratuita de la que abusan muchos guiones fílmicos que no se tenían que producir, cuando se trata de justificar la injustificable venganza, el hecho que ocasiona el proceder de quien la practica debe ser de tal importancia en y para su vida, que el espectador, si la estructura fílmica es más que coherente, comprende e incluso perdona tan brutal proceder.


   Como en todo proceso trágico o de venganza, el héroe o la heroína a quien han vejado y debe restituir su dignidad, procede siguiendo unos ritos iniciáticos comunes: debe prepararse y superar determinadas pruebas que confirmarán su valía para llevar a cabo con éxito su propósito y debe hacerlo con un arma que posea los poderes que merece la culminación del proceso que emprenderá.

 
    En “Kill Bill” se dan ambos rituales. La heroína, la protagonista, debe transformarse, endurecerse y alcanzar un estado de cuasi divina preparación. El arma con la que llevará a cabo la consumación de su objetivo, en este caso una espada, debe ser única, realizada por el mejor armero y ser indestructible. 


   La similitud con la mítica Excalibur y su semejante utilidad son vínculos con la mitología clásica que Quentin Tarantino absorbe y elabora personalmente en la película.

   Incluso, en algunos momentos, se alcanza una exageración tan increíble en el proceder de la vengadora que, a pesar de lo inverosímil de ciertas situaciones, se acepta como posible el equilibrio entre el mal provocado y la violencia desatada. Creo que bastantes realizadores de cine han estudiado la evolución de la violencia en la Historia desde que se representaron en la escena de los anfiteatros griegos hasta nuestros días.

   El teatro griego con autores como Eurípides, Sófocles y Esquilo y los grandes dramaturgos como Calderón de la Barca, Racine y, especialmente, Shakespeare, han escrito tragedias en las que la venganza, con una “justificada” violencia, ha sido el eje conductor de toda la obra. Este es el caso que nos ocupa. Quentin Tarantino, con la “naturalidad” que proporciona a la vengadora, por la vileza cometida con su vida, hace creíble la exageración, la imbatibilidad y su implacabilidad con los que han ocasionado el mal irreparable.   

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