JOSÉ ANTONIO LABORDETA, EL MAESTRO
Antonio Campillo Ruiz
Cuando viniste a Murcia estuvimos juntos. Desafortunadamente poco tiempo. Tus labores con la serie “Un país en la mochila” te impedían dedicar a tus admiradores y atentos aprendices todo el tiempo que habrías querido. Lo repetías con frecuencia. Te gusta hablar, preguntar, saber y que los demás supieran. Rodabas el bello valle entre Ricote y Archena con el río Segura todavía no contaminado a esa altura de su recorrido. Allí encontraste a Manuel Muñoz Zielinsky, otro amigo y admirador tuyo. Tu mochila al hombro y un texto, como todos los de la serie, realmente extraordinario. Melancólica la entonación, perfecta la dicción, profesional la comunicación, que alberga un contenido tan humano, tan sencillo, tan amigo, que ha sido para mí y, quizás, para otros muchos seguidores, el trabajo más cercano a los espectadores que hayas realizado y, sin dudarlo, una de las mejores serie que ha producido RTVE.
Tengo tus grabaciones en todos los formatos en los que se han publicado e incluso en formato semiprofesional, U-matic, debido a los equipos que manejo para películas didácticas. He aprendido tanto de ti, así como de los técnicos que te han acompañado en la realización, que, de vez en cuando, me dicen que imito (a mucha honra) el formato, la planificación y el tono que tú empleabas. Me enorgullezco de haber aprendido de ti una parte no desdeñable de cuanto sé sobre comunicación por tu eficacia, sinceridad y hondura.
Que lo comunicado se perciba como auténtico, sin tener que recurrir a los artificios, es algo, José Antonio, que la ética personal debería anteponer a cualquier otra circunstancia. En este país que has pateado hasta la extenuación, primero luchando con las armas de tu melódica voz, después con tus guiones y tu voz y, por último, en el Parlamento con tu voz en nombre de tus paisanos, en este país que amamos, reitero, es gratuito fomentar las sospechas, propagar las calumnias luego “rectificadas” y diseminar las dudas con que se tergiversa y destruye a quien se considera enemigo.
Siempre has sido un escritor. Desde las letras de tus canciones a “Dulce sabor de días agrestes” y otras muchas obras. No completaré tu bibliografía, para mí, prolífica.
Déjame que hable de obras “no poéticas”. Cuando leí tu libro “Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados”, te encontré como siempre has sido: un poeta beligerante pero con una capacidad de análisis que otros querrían. Sinceramente no te puedo decir qué parte o capítulo de las mismas me gustó más o mereció mi atención preferente porque todo lo que dices es pura sapiencia. Y es difícil, es difícil, porque sé que sabes muchas más cosas que prudentemente silencias por y para el bien de la democracia. Tu estilo literario eres tú. Poeta y cantautor, dos sentimientos, ocupaciones y creencias innatas en ti y despreciadas por algún que otro, por no decir todos, ignorante e ineducado personajillo de los pertenecientes a lo que se viene en llamar derecha: “Canta, cantautor de las narices” (página 105 de la edición que poseo). ¡Qué infame más inculto! ¡Qué impresentable representante de no se sabe quién!
Uno de los capítulos que leí con suma atención con el fin de hallar lo que querrías decir entre líneas fue “Visitar la Zarzuela” (pág. 39), supongo que lo hice por la contradicción que para un republicano debió significar la visita a un rey. Pero estaba claro, tu moderación, que no el genio que te sobra, hizo que otro republicano convencido como yo, no pudiera encontrar alusiones, faltas o feos detalles indiscretos de este hecho. Tu saber estar se ha impuesto siempre y tu corrección ha sido impecable.
Muchas veces has estado solo, abandonado por los que siempre hacen lo que desean con la excusa de su poder. Pero has aguantado. Has trabajado por los demás y has sabido ser, aún no siendo tu oficio, un buen parlamentario.
A pesar de todo, me vas a permitir adjuntar con estas líneas lo que para el Congreso de los Diputados será algo más que la famosa anécdota de un parlamentario en el uso de la palabra. No es para reírse, es para indignarse como tú hiciste. Permíteme que no sea esta anécdota la única que adjunte como vídeo. Prefiero que, antes de ella, que merece verse completa, anteponga tu faceta de cantautor y didacta de nuestro país, España. Por ellas llegaste al anecdotario referido.
Admirado y querido Labordeta, querido José Antonio, te agradezco y me encandila tu sabiduría cincelada con tu tesón, tus sufrimientos y las alegrías que nos has transmitido durante toda tu vida.
NO SOLO DE ARAGON , ES O DEBERIA SER EL IMNO DE ESTE PAIS.
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