EL VIAJE QUE CASI ACABA EN CALABUCH
Antonio Campillo Ruiz
¿Hacia el fin querido o hacia el establecido? ¿Huida hacia adelante? ¿Viaje sin retorno? No, sólo inconcluso. Puede ser que se concluya o puede ser que otros tomen el relevo e incluso cambien de dirección. “París–Tombuctú” de Luis García Berlanga, 1999, es el viaje que peor ha planificado la responsable de la agencia a la que todos solicitamos billete, la vida. Es el viaje hacia el fin o hacia el principio. Es el viaje hacia la vida o hacia la muerte.
Fingidamente alocada, rodada con un ritmo personal y aparentemente tan inconexo como la historia que narra, esta incongruente comedia, “París-Tombuctú”, es equivalente a desencanto con la sociedad, a temores muy personales y a desorientación tanto para el espectador como para el propio realizador.
Es difícil y atrevido opinar sobre el estado de ánimo de un director de cine por una de sus obras, aunque esta quisiera ser el fin de fiesta de una carrera irrepetible. Berlanga, que en un principio gestó en su imaginación una película que recogiese todos los aspectos y los tic que había tenido a lo largo de su carrera, solo pudo rodar uno de ellos: es el plano en el que Manuel Alexandre pinta una S de forma semejante a como lo hace en la película “Calabuch”, 1956, una S “¡…que es tan voluptuosa…!” , según sus palabras.
Palabras, como todo el diálogo de la película, que son dignas de analizar y prestarles mucha atención con el fin de captar la significación tan compacta y densa que contiene la, en apariencia, escasa información, la cual sería imposible de descifrar ni siquiera con bastantes audiciones.
Así, por ejemplo, cuando le dicen al teniente del ejército, que ha dado un “permiso de putas” y se encuentra con sus hombres en un local de alterne, “¿es suyo el tanque que hay en la puerta?, ¿qué pasa, coño?..., que se han dejado las luces encendidas… ¡Joder!, ¿tu estás tonto o qué?, ¡anda ve, ve!”;
cuando en su alocución de nochebuena el rey dice “…ya en los tiempos de los Reyes Católicos, ilustres antepasados míos…”, mientras los militares se ponen en posición de firmes y las putas comentan con agrado lo guapo que es el rey y toda su familia,
cuando el encargado de la funeraria dice “… no, con el ataúd no que es el pan de mis hijos…” ,
cuando Concha Velasco dice “…es una mascletá, una costumbre un poco salvaje como todas las de aquí…” o “…en España todos amamos los toros, excepto tres o cuatro cafres…” ,
cuando Juan Diego dice “… la industria ahorcó a Sacco y Vanzetti…” o “… el club Mediterranée, que es lo más peligroso porque está lleno de divorciadas…igual de solo ibas a estar en Benidorm“. Estos considerandos son un mínimo ejemplo del texto inmenso, escrito como un gran maremagnum, que ayuda a la complejidad narrativa y a los actores a desentrañar parte del todo descriptivo.
Pronto se apartó Berlanga de su idea primigenia y, con el tambaleo propio de una película final, nos deja perplejos cuando observamos que no queda títere con cabeza: poder político, fuerzas vivas y muertas, veneración de estrafalarios y supersticiosos símbolos, inquebrantables tradiciones desfasadas, el ritual de la muerte y su interpretación extravagante y ridícula, anacronismos religiosos escandalosos pero reales, y un largo etcétera que siempre sería incompleto si tratásemos de relatarlos.
No es fácil que esta expresión crítica de una sociedad, no muy distinta pero sí más moderna de la que vivió en la etapa de restricciones y censuras, de persecuciones y exabruptos pendencieros injustos e insolentes, sea entendida por quien no vivió ni sufrió dichas humillaciones. No es fácil que un joven del siglo XXI entienda la anarquía de esta película, su feroz libertad para expresar lo que quiere ahora que puede y tras aguzar el ingenio para soslayar la censura, la cárcel e incluso el deshonor.
Esta ordenada anarquía, que alcanza hasta el más sencillo plano en todos sus aspectos, es posiblemente la fotografía de la mente de Berlanga a pesar de que su capacidad para orquestar una gran masa coral sigue intacta. Sus posibles miedos, incoherencias y titubeos, no son nada más que el resultado de un choque con una realidad disfrazada, una nueva forma de entender lo establecido, que provoca la búsqueda a cualquier precio de una vía hacia lo desconocido, hacia el fin…, hacia Tombuctú.
Berlanga es el director de cine español que mejor ha sabido escenificar el protagonismo coral, los planos secuencia, la farsa, la ironía, la perspicacia, el humor negro, la sátira y una especial visión esperpéntica y crítica de la realidad cotidiana en la política, la sociedad y la cultura de España, en épocas pasadas y actuales.
Además, sus películas son el espejo fiel en donde nos podemos mirar los componentes de una sociedad reprendida, amilanada, sojuzgada y todavía decimonónica. Por ello, varias de sus películas, desde las entrañables hasta las más duras en los aspectos críticos, han sido nominadas y ganadoras de gran cantidad de premios internacionales, al igual que los galardones personales que ha recibido. Creo, pues, que es importante repasar su biografía y filmografía.
Cuando visioné por primera vez esta película y observé que desde el inicio se olía a fin, a término, y en el plano final se confirmaba tal fin, casi no pude aguantar una honda inspiración de aire tan fresco por el autor como pútrido por la sociedad real que nos presentaba. Luis, no te vayas nunca. Notaremos la falta de aire fresco.
A LOS LECTORES
Es importante hacer notar dos aspectos importantes para los lectores que visionen las tres partes del material cinematográfico que se adjunta.
1 – Podría, como he realizado otras veces, conseguir la inserción de una o varias secuencias de la película. No lo he hecho por respeto a la petición de no incluir planos de ella en escritos, revistas u otros foros. RTVE realizó un reportaje de cómo se rodó la película y es de libre uso. De esto se trata: el reportaje se dividió, como requiere Youtube en tres trozos que son los que se muestran para visionado de los lectores que así lo quieran. Es muy revelador.
2 – Quien insertó este reportaje, “salvarmira”, manifestó poca atención técnica ya que al poco tiempo del inicio se aprecia una falta de sincronización de la imagen con el audio. Bien, pues a pesar de este defecto técnico creo que merece la pena visionar las tres partes. Ustedes deciden.
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