PISAR Y CALZAR
María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz
El matrimonio Arnolfini, detalle, Van Eyck
En “Milagros de Nuestra Señora” Gonzalo de Berceo versifica en el número veintiuno:
La abadesa cadió una vegada,
fizo una locura qe es mucho vedada;
pisó por su ventura yerva fuert enconada,
quando bien catido fallóse embargada.
Atención al eufemismo “pisar” por lo que afecta al contenido de esta exploración literaria, pues quizás Berceo sustituyera “hollar” (“fullare”, pisotear) por homófona de “hollar” (“follicare”, holgar). El significado dedúzcanlo del “Romancero General” de Agustín Durán:
Hay una yerba en el campo
que se llama la borraja;
toda mujer que la pisa
luego se siente preñada.
En “Cantigas de Santa María” Alfonso X cuenta en la sesenta y cuatro que un marido tiene que partir y confía su mujer a la Virgen. Cuando un enamorado regala a la dama unos zapatos y, entre un sí y un no, juguetea con ellos, sonreímos. Al regresar el marido, ella le habla de los zapatos semicalzados:
O cavaleiro dise: -Dona, d’esto me praz,
e sobr’esto nunca avremos senon paz;
ca sei que Santa María, en que todo ben iaz,
vos guardou. Et a çapata lle foi en tirar.
Quem mui ben quiser o quem ama guardar
a Santa María o dev’a encomendar.
Mediado el siglo XIV, el Arcipreste de Hita habló por primera vez en literatura española de la trotaconventos:
Procura mensajera de esas negras pacatas
que tratan mucho a frailes, a monjas y beatas,
son grandes andariegas, merecen sus zapatas:
esas trotaconventos hacen muchas contratas.
que tratan mucho a frailes, a monjas y beatas,
son grandes andariegas, merecen sus zapatas:
esas trotaconventos hacen muchas contratas.
Y, conocedor del ritual de paso que exigían las serranas, o sea, el sacrificio erótico a cambio de refugio, comida e información, pone en labios de Alda:
Et dam’ buena toca
listada de cota,
et dame çapatas
de cuello bien altas,
de pieça labradas.
En “Tirante el Blanco” Johanot Martorell escribe a finales del XV:
Tirante alargó la pierna y metiósela debajo de las haldas, y con el zapato tocó en el lugar vedado y su pierna le puso entre los muslos (…) aquella calza y zapato con que había tocado a la princesa debajo de las haldas hízolos muy ricamente bordar, y fue estimado lo que en ellos puso de perlas, rubíes y diamantes más de veinte y cinco mil ducados. Y el día de la justa se calzó la calza y el zapato, y todos estaban maravillados de la singularidad de las piedras finas que allí había y tal zapato de cuero jamás había sido visto.
Michael Scout, de finales del XV, plasma en “Liber phisionomiae: quem compilauit magister Michael Scotus ad preces D. Federici romanorum imperatoris”, dada la creencia de que el tamaño de los pies guarda relación con el de los genitales:
Forma autem pedum significat conditionem uuluae latae et strictae”, es decir, “la forma de los pies significa la condición de holgura y estrechez de la vulva”.
En “La lozana andaluza” del primer tercio del siglo XVI Francisco Delicado dice por boca de Sangüeso: “esta mañana me la hollé” por decir “tuve un coito” y en “Poesía erótica del Siglo de Oro” de Pierre Alzieu y otros, además de documentar que “en medio de la folla el rigor se pierde”, esto es, durante “la holganza”, tenemos numerosos ejemplos idóneos para nuestra antología:
Di, hija, ¿por qué te matas
por amores de capón,
que tiene grandes las patas
y chiquito el espolón?
Mientras tomo la medida,
con la maestrilla juegan;
y que las calce me ruegan
apretado, provechoso.
Señora, coso, coso.
Abríme, Menguilla,
abríme y te daré
botín cerrado*
que te repique en el pie.
abríme y te daré
botín cerrado*
que te repique en el pie.
*Según Correas, “dar botín cerrado” es “hazer con muxer”.
Lázaro cuenta en el tratado IV de “El lazarillo”, publicado en 1554, que sirviendo a su amo tuvo su primera experiencia sexual y deja claro el significado de “romper zapatos”:
Hube de buscar el cuarto, y éste fue un fraile de la Merced, que las mujercillas que digo me encaminaron, al cual ellas le llamaban pariente: gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitar, tanto que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento. Éste me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida, mas no me duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Y por esto y por otras cosillas que no digo, salí del.
¡Sorpresa! En “Discurso de Mudança de vida” recogido por Alonso de Villegas en “Fructus sanctorum” y basándose en Claudio Eliano, retórico griego del siglo III, dice con particular apreciación el autor de finales del XVI: “Rodope fue muger deshonesta…Miró el rey el calçado y admiróse de ver su gala, hechura y riqueza… y, hallada Rodope, casó con ella y hízola reina”.
Rodopis era una joven egipcia de gran belleza. Un día, mientras se estaba bañando, un águila se llevó una de sus sandalias, dejándola caer a los pies del rey Psamético, que reinaba entonces en Menfis. Psamético, maravillado ante la finura de la sandalia, mandó buscar por todo Egipto a la joven a quien pertenecía y, cuando la hubo encontrado, se casó con ella. A veces se decía que esta Rodopis se llamaba en realidad Dórique, y que era una griega, llegada de Tracia a Egipto junto a Caraxo, hermano de la poetisa Safo. “Diccionario de mitología griega y romana” de P. Grimal.
El tópico continúa en el XVII a tenor del “Romance de las voces de germanía”:
(Llama) A los botines Dichosos,
porque ven lo que va tapado.
Y Baltasar de Alcázar:
Alzó Venus las faldas por un lado,
de que el herrero sucio, enternecido,
por el botín que descubierto vido,
quiso al momento dárselo cerrado.
Como los zapatos se medían por puntos (un pie pequeño calzaba cinco puntos), dice Góngora en “Dexad los libros ahora”:
Aunque por bruxula quiero,
(si estamos solos aquí)
como a la sota de bastos
descubriros el botín,
cinco puntos calça estrechos;
i esto, señor, baste.
En “Viaje del P. Labat en España” Jean-Baptiste Labat escribió:
Las mujeres que van a pie por las calles jamás se recogen las faldas ni sus guardapiés, por mucho barro que haya; es más decente recoger el pie de barro y de porquerías que dejar ver la punta del pie, porque una mujer que deja ver su pie a un hombre le declara por eso que está dispuesta a concederle los últimos favores…el padre Mimbiela me advirtió un día que nuestros padres estaban escandalizados de que yo levantase mi hábito al marchar por la calle, porque, decía, los pies de un religioso y los de una mujer deben estar igualmente ocultos, a causa de ciertas consecuencias que de ello sacan, a las que no era bueno dar lugar”.
El testimonio del dominico francés sirva por ahora de reflejo de la España represiva, aun en el XVIII, como lo fue en Oriente el “pie de loto”, que según Freud representa “la costumbre china de mutilar primero el pie de la mujer para adorarlo luego como fetiche”.
Zapato “pie de loto”, dinastía Qing.
Deutsches Ledermuseum
Sabiendo que el zapato ha sido siempre signo de prosperidad, de mejora social, llegamos al final.
NOTA: La antigüedad del cuento de “La Cenicienta” (Rodope) no desdora la fascinación que ejercen los zapatos que creó Perrault por error de transcripción: el étimo “varius”, vero, piel de cebellina o esmalte, “vair” en francés, lo tomó por “verre” < “vitrum”, vidrio.
BIEN, ¿POR QUÉ SE PONEN ZAPATOS A LOS REYES MAGOS?
Par de botas, Van Gogh, 1886.
Museo Nacional Van Gogh
Nos parece que la deducción se intuye por el detalle icónico que abría el escrito porque el significado metafórico de unos zapatos es… FECUNDIDAD, RIQUEZA, PLACER, DESEO, FANTASÍA…
Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, Jan van Eyck, 1434
Lo que aprende uno... de sí mismo, también
ResponderEliminarSí, Amando, de los clásicos siempre.
ResponderEliminarFantástico este recorrido que hacéis a lo largo y ancho del calzado. Mañana, cuando deje mis zapatos expuestos a la generosidad de los Magos, los miraré con mucha más sabiduría, la que llevo después de haberos leído. Gracias por lo que me enseñáis, un gran abrazo.
ResponderEliminarMaría, aprender es recíproco cuando no se ha perdido la capacidad de asombro, al igual que tu sensibilidad aflora en tus escritos y los ilumina.
ResponderEliminarQue tus zapatos permanezcan en el lugar de la ilusión.
Un fuerte abrazo.
Bien dice María... menuda lección sobre el calzado o zapato... Es gracioso y generoso por vuestra parte... y aprendí hoy que lo que me da de comer tiene mucha historia... es increible!!!... No se me había ocurrido plantearlo así...
ResponderEliminarInteresantísimo!!!...
Yo no pondré mis zapatos (y eso que voy sobrada)... pero en realidad no los necesito para encontrar mañana lo que deseo... El cariño y el afecto de los que me quieren bien...
Besitos...
Tu apreciación, Beatriz, es muy importante y te la agradecemos de corazón. Tu sabes mucho más del tema tratado que nosotros.
ResponderEliminarLa curiosidad es la que nos lleva por caminos que, debidamente calzados, tienen finales insospechados.
Queremos caminar por sendas que trazamos con cariño para compartir con nuestros amigos aquello que encontramos.
Un abrazo.
He quedado encantada al conocer este blog. Qué interesante me ha parecido esta entrada; ahora "veo la luz" en una extraña sensación que yo sentía por los zapatos.
ResponderEliminarSaludos.
Pilar, agradecemos tu atención y nos sentimos contentos.
ResponderEliminarSeguiremos en contacto.
Un saludo.
¡Excelente es poco, Luisi! Me ha encantado :)))
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