miércoles, 23 de febrero de 2011

LA LUCIDEZ

CONVERSACIONES CON MI HIJA LAURA – IV
CUANDO EL VERBO SUPERA A LA IMAGEN

Antonio Campillo Ruiz

Fernando: El año que viene casi todos ustedes serán profesores. De literatura no saben demasiado, pero es suficiente para empezar a enseñar. Eso no es lo que me preocupa. Me preocupa que tengan siempre presente que enseñar quiere decir mostrar. Mostrar no es adoctrinar, es dar información pero dando también, el método para entender, analizar, razonar y cuestionar esa información.

Algunos alumnos lo escuchan con atención. Otros están obviamente distraídos o abstraídos en garabatear las hojas de un bloc de apuntes.

Fernando
: Si alguno de ustedes es un necio y cree en verdades reveladas, dogmas religiosos o doctrinas políticas, sería saludable que se dedicaran a otra profesión, a predicar en un templo o desde una tribuna. Si por desgracia siguen en esto, traten de dejar las supersticiones en el pasillo antes de entrar al aula. No obliguen a sus alumnos a estudiar de memoria, eso no sirve. Lo que se impone por la fuerza se rechaza y en poco tiempo se borra. Ningún chico será mejor persona por saber de memoria en qué año nació Cervantes. Pónganse como meta enseñarles a pensar, que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por las respuestas, las respuestas no son la verdad, busquen una verdad que siempre será relativa. Las mejores preguntas son las que se vienen repitiendo desde los filósofos griegos. Muchas ya son lugares comunes, pero no pierden vigencia: Qué, cómo, cuándo, dónde, por qué. Si en esto también aceptamos eso de que "la meta es el camino", no nos sirve como respuesta. Describe la tragedia, pero no la explica.

Hay una misión o un mandato que quiero que cumplan. Es una misión que nadie les ha dado pero que yo espero que ustedes, como maestros, se impongan a sí mismos: despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites. Sin piedad”.




   Adolfo Aristarain y Kathy Saavedra ganaron el premio al “Mejor guión” en el Festival de cine de San Sebastián con la película “Lugares comunes” de Adolfo Aristarain, 2002, basada en la novela “El renacimiento” de Lorenzo F. Aristarain. Laura y yo hablamos largo y tendido del guión literario. Estos son los epígrafes.

   Las leves diferencias entre lo escrito inicialmente y lo manifestado en la película pueden ser debidos a un pulido final que diferencia el texto base del expuesto por los actores. ¡Ah, los actores! ¡Cuán imprescindible es la voz y la dicción de Federico Lupi para expresar estos pensamientos tan peculiares como personales, tan reales como duros, tan idealistas como desilusionantes! Y este fue el tema de nuestra charla, el verbo, la palabra.

   Tras hablar de las sensaciones sugeridas en filmes en los que su mayor carga expresiva se sustenta sobre la imagen, alguna vez encontramos unos textos que requieren una atención especial por la intensidad de sus propuestas. ¿Quiere esto decir que no se podrían reflejar en imágenes determinados aspectos de un texto? Creemos que no. La expresión oral puede ser incorrectamente utilizada en una película cuando con ella se “explican” hechos o acciones que el espectador podría haber deducido mediante la imagen. Y, por el contrario, puede ser imprescindible en el medio audiovisual cuando, como en el caso que nos ocupa, su integración narrativa es esencial. Todo se puede decir con el lenguaje icónico pero la cuestión estriba en que, para que la imagen sea bien interpretada, debe de estar contemplada en un código cultural convencional que los receptores deben saber descodificar. Los códigos icónicos son más elásticos que los orales, de ahí la ponderada proporción que debe de existir entre lo sugerido con imágenes y lo expresado oralmente. Ninguno debe prevalecer sobre el otro, deben ser complementarios. Es fundamental e imprescindible una armonía audio-vídeo. Jamás he admitido aquello de la imagen y las mil palabras. Para mí es una falacia.




   Como ambos lenguajes forman parte de la expresión audiovisual, cuando una catarata de pensamientos latentes y vivencias gratificantes o frustrantes es escrita con unas sencillas imágenes, el realizador incrementa la verbosidad y evita un esfuerzo de comprensión innecesario al espectador. Aunque las palabras puedan ser motivo de inhibición sensorial y más con la influencia de un acento desacostumbrado, solo se debe justificar un aumento del diálogo en momentos especiales como el señalado en el ejemplo. Si se presta mayor atención al componente audio se convierte en un elemento distractor que, unido a su predominancia sobre las imágenes, puede ocasionar, y de hecho lo hace, una saturación que impide la asimilación del flujo de ideas.




   En el ejemplo anterior es realmente complejo mostrar pensamientos o acciones que, probablemente, a lo largo de la historia de la humanidad han acaecido mediante el uso de una única forma expresiva, el lenguaje proxémico. Hablamos de la seducción amorosa. Si bien es cierto que se pueden utilizar unos signos visibles y representativos del llamado arte amoroso, también lo es que la palabra es fundamental para expresar sentimientos. El coqueteo masculino o femenino, la afloración de sensaciones difíciles de transmitir, la perspicacia o atrofia de ciertas personas para interpretar lo que sus sentidos les comunican o lo que los labios no quieren decir, exigen el verbo, la palabra, que no por casualidad es el tipo de lenguaje elegido por los humanos.  




   Por igual causa, las voces en off que no son explicativas de nada visual en particular, que únicamente refuerzan la acción narrativa, poseen una potencia añadida cuando van acompañadas de imágenes que, aún no siendo complementarias, exaltan y refuerzan la historia en su conjunto. Para ello creemos, como hemos indicado al principio, que la dicción, profundidad y convicción de lo manifestado por el relator, debe poseer tal seducción que supere la posible pregunta de su idoneidad en el momento que sucede. 

   En cualquier caso, hablamos de la mayor oportunidad de poder releer lo escrito frente a la velocidad de oír una única vez lo expresado en una sala, con más personas, sin la intimidad de las ensoñaciones personales y con distorsiones en la recepción de lo redactado. Nuestro acuerdo es claro y consensuado. No existen parámetros para comparar y valorar formas expresivas que poseen distinto lenguaje. El equilibrio, seguridad y poder de persuasión de cualquier manifestación artística, son las bases fundamentales para su total comprensión.

   A pesar de formar parte del montaje en el ejemplo precedente, he sugerido, y Laura ha aceptado, leer el guión literario y volver a oír, con sus mínimas modificaciones, el último párrafo con que  Federico Lupi nos deleita por medio de su bien timbrada voz.  

“Voz de Fernando (O.S.): La lucidez es un don y es un castigo. Está todo en la palabra: Lúcido viene de Lucifer, el Arcángel rebelde, el Demonio… Pero también se llama Lucifer el Lucero del Alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse… Lúcido viene de Lucifer y de Lucifer viene Lux, de Ferous, que quiere decir ‘el que tiene luz, el que genera luz que permite la visión interior’… El bien y el mal, todo junto. La lucidez es dolor, y el único placer que uno puede conocer, lo único que se parecerá remotamente a la alegría, será el placer de ser consciente de la propia lucidez… "El silencio de la compresión del mero estar. En esto se van los años. En esto se fue la bella alegría animal". Pizarnik genial”.



NOTA A LOS LECTORES: Debido a la oportunidad, coincidencia temporal y pertinencia de sucesos que acaecen en España, los lectores interesados en la enseñanza pueden obtener una visión particular, perteneciente a esta película, desde este enlace.

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