Antonio Campillo Ruiz
Ureña Rib
EL OBSTÁCULO
Por el sendero misterioso, recamado en sus bordes de exquisitas plantas en flor y alumbrado blandamente por los fulgores de la tarde, iba ella, vestida de verde pálido, verde caña, con suaves reflejos de plata, que sentaba incomparablemente a su delicada y extraña belleza rubia.
Volvió los ojos, me miró larga y hondamente y me hizo con la diestra signo de que la siguiera.
Eché a andar con paso anhelado; pero de entre los árboles de un soto espeso surgió un hombre joven, de facciones duras, de ojos acerados, de labios imperiosos.
- No pasarás -me dijo, y puesto en medio del sendero abrió los brazos en cruz.
- Sí pasaré -respondile resueltamente y avancé; pero al llegar a él vi que permanecía inmóvil y torvo.
- ¡Abre camino! -exclamé.
No respondió.
Entonces, impaciente, le empujé con fuerza. No se movió.
Lleno de cólera al pensar que la Amada se alejaba, agachando la cabeza embestí a aquel hombre con vigor acrecido por la desesperación; mas él se puso en guardia y, con un golpe certero, me echó a rodar a tres metros de distancia.
Me levanté maltrecho y con más furia aún volví al ataque dos, tres, cuatro veces; pero el hombre aquel, cuya apariencia no era de Hércules, pero cuya fuerza sí era brutal, arrojome siempre por tierra, hasta que al fin, molido, deshecho, no pude levantarme…
¡Ella, en tanto, se perdía para siempre!
De muy lejos me envió una postrer mirada de reproche.
- ¿Me dejas partir? -parecía decirme.
Aquella mirada reanimó mi esfuerzo e intenté aún agredir a aquel hombre obstinado e impasible, de ojos de acero; pero él me miró a su vez de tal suerte, que me sentí desarmado e impotente.
Entonces una voz interior me dijo:
- ¡Todo es inútil; nunca podrás vencerle!
Y comprendí que aquel hombre era mi Destino.
Amado Nervo
NOTA: RELATO PROGRAMADO. VACACIONES.
Consegui ver a cena com clareza. Quando a hora de partir se faz não há nada mais a fazer.
ResponderEliminarUm grande bj
Nada podemos contra el destino o, si se quiere, contra los acontecimientos externos que inciden en nosotros.
ResponderEliminarPero sí podemos variar nuestra actitud interna en la visión de los mismos, para conseguir que no duelan.
Un abrazo, querido Antonio, y disfruta.
Es complicado ganar el pulso a la fuerza del destino. Pero utilizando la astucia y la inteligencia, quizás podamos engañarlo aunque no vencerlo...
ResponderEliminarDisfruta esas vacaciones, Antonio.
Un abrazo.
Hola Antonio, lo amargo del destino es que nos cierra muchas puertas...lo bueno es que no sabemos las que nos abrirá...
ResponderEliminarBuenísimo este espacio, me encanta.
Un abrazo,
Clara
Magnífico relato, Antonio, soberbio. Te lo tendré que "robar" Felices vacaciones.
ResponderEliminarMe satisface mucho tu capacidad de imaginación para escenificar un momento tan tenso como trágico, Gisa. Sentirse incapaz de poder alcanzar un sueño, una ilusión, debe ser desesperante.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Gisa.
Perfecto, querida Isabel. Esta actitud de cambiar aspectos que sí dependen de la naturaleza propia, es la solución ante tan maldita palabra. Además, creo como tú, que no existe otro camino más importante que sopesar la fortaleza personal, abrirse camino entre la selva de predestinaciones que pueden destruirnos y contraatacar con la potencia de nuestros sentimientos, pasiones y razonamientos.
ResponderEliminarSeguimos hablando.
Un inmenso abrazo, Isabel.
La cuestión no es ganar pequeñas o grandes batallas, Marisa. La cuestión es ganar la guerra.
ResponderEliminarEs evidente que en esta guerra, en la que partimos como vencidos, perderemos y ganaremos batallas. Perderlas supone serios retrocesos de nuestro espíritu. Ganarlas nunca deben ser motivo de absoluta alegría porque un nuevo desafío puede ser catastrófico.
Creo que la mesura y la inteligencia, como bien dices, son las claves para no autodestruirnos en una batalla sin cuartel.
Minivacaciones disfrutadas. Gracias
Un fuerte abrazo, Marisa.
Así creo yo también que es, Clara. Sospecho que siempre debemos tratar de abrir más puertas de las que nos ofrece un destino que es nuestro mayor tirano. Y, sin soluciones mágicas, que no las tengo, sigo sospechando que la clave está en no tratar de seguirle el juego autopredestinándonos sino saltando por encima de situaciones que puedan dirigirnos sin control buscado y querido por nosotros mismos.
ResponderEliminarMuy agradecido.
Un fuerte abrazo, Clara.
Enrique, me encanta leerte nuevamente. ¡Echaba yo de menos esos “impresionantes robos” que haces! ¡Ya que todos fuesen con el fin que das tú al “botín”! (ya ves que lo escribo con minúscula… ¡no vaya a ser…!)
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amigo Enrique.