A LA SOLEDAD
Antonio
Campillo Ruiz
Oksana Zhelisko
A través de las grandes cristaleras del restaurante vio a Mariano, el camarero, que la miraba y al instante se dirigía, levantando
levemente el cuerpo y mirando entre las mesas, hacia donde se encontraba el
periódico del día. Ella empujaba la enorme puerta cuando Mariano salió presto
a su encuentro y la ayudó tirando del asa.
- Buenas tardes, señorita Silvia. ¿Cómo está? -dijo entregándole el periódico doblado.
- Bien, Mariano, muy bien. Gracias. ¿Y usted y los chicos?
- Pues ahí andamos, señorita, creciendo y haciéndome viejo.
Muchas gracias por su interés.
Decía esto mientras la acompañaba por entre los comensales
que ocupaban sus lugares en el amplio salón.
- Hoy, señorita le he podido reservar la mesa del rincón,
frente a las cristaleras. Estará muy cómoda.
- Gracias, Mariano. Ha hecho usted muy bien porque como es
viernes me quedaré un rato tranquila después de comer.
La amplia sonrisa del camarero denotaba su satisfacción al
haber acertado con la elección de la mesa y se felicitó por su ojo profesional.
¡Eran ya muchos años!
- ¿Lo de siempre señorita? -Preguntó cuando ella se acomodó-
- Sí, Mariano pero hoy me va a traer una copa de un buen vino.
Elija usted porque yo entiendo poco de vinos y usted es un experto.
- Tranquila, señorita, le voy a abrir una botella que es de
la mejor cosecha desde hace años…
Aquella mañana había sido ajetreada. En el trabajo resolvió
problemas acumulados que se amontonaban. Nadie le quería hincar el diente a
pesar de que tampoco admitían, de buena gana, que fuera una mujer quien los solucionase. Estaba cansada. El lugar que le había reservado Mariano era ideal
para comer tranquila y relajarse. Los viernes siempre comía una ensalada y lenguado.
Le encantaba el pescado fresco y cómo lo cocinaban en aquel restaurante. Desde
niña, cuando iba de pesca con sus amigos y en realidad lo que hacían era
colocar las cañas, dejarlas con la carnaza y hablar de sus cosas, le había
parecido un misterio la pesca mediante redes. Todos los días miraba ensimismada cómo los pescadores extendían las redes sobre la explanada del malecón y
arreglaban las redes. Sus ojos trataban de seguir el rápido movimiento de
aquellas agujas especiales pero las manos recias, de piel requemada, poseían una
habilidad difícil de explicar.
Le hubiese gustado ir de pesca en una gabarra a
alta mar, ayudar en las labores de tirar y recoger las redes, y ver el plateado
de los peces cuando, a la luz intensa de las grandes farolas, caían sobre la
cubierta. Quedaba prendada mientras sus amigos iban al baño. Siempre llegaba
tarde y todos la recriminaban por ello. Ahora, sólo podía ver el pescado cuando
lo comía. Era difícil que pudiese desplazarse hasta el mar como cuando el
veraneo era algo normal. Siempre pensó que al acabar sus estudios había terminado una larga y bella etapa de su vida. Desde que su trabajo la
embebió, primero por el interés propio de su juventud y poco a poco por la
responsabilidad que iba adquiriendo, cuando veía el mar, caminaba por la playa
o se bañaba sintiendo el salado arrullo de las olas, su interés por aquellos
recuerdos había desaparecido. Era como si realizase todo mecánicamente. Nunca
supo por qué, a pesar de aquella experiencia tan agradable al
oler el potente aroma a sal, algas y pescado, de las redes extendidas sobre el
malecón jamás volvió a mirar sin parpadear aquel trabajo. Estaba convencida de que su desinterés por ver de nuevo, día tras día, recoser los mismos cosidos y posiblemente las mismas redes, se debía a lo reiterada que era aquella labor que parecía no acabar nunca.
Mariano le trajo la ensalada, el vino y sin decir nada
esperó, con cara de preocupación, hasta que ella bebió el primer sorbo de vino.
- Mariano, ¡es buenísimo este vino! No sé nada de ellos, pero me ha llenado la
boca de un suave sabor igual que una caricia bajo la lengua y los carrillos.
Además, posee un aroma a campo delicioso.
La cara preocupada de Mariano se tornó en un gesto de
placer, una amplia sonrisa. Sin poder decir nada, dio la vuelta y se marchó
presuroso para traerle el segundo plato. Sorbió con lentitud el vino y lo
paladeó con placer. Qué lástima no poder beber aquel delicioso vino acompañada. A la
soledad deberían ponerle una medalla por realizar tan bien su trabajo. Ella
siempre había estado sola, hasta cuando estaba acompañada. Su mente, a veces,
caminaba por unos caminos que no precisaban de ayuda ni compañía. Se lo recriminaba ella misma siempre que tenía
tiempo y ganas de hablar con su mente de estos temas tan raros. Había convivido
con dos hombres y los dos fueron un fracaso total. Bueno, el segundo fue de
nota, porque además de orgulloso y oportunista, trataba de dirigir su vida. ¡Su vida! Era suya, sólo suya. Las amigas pensaron que estaba un poco apagada y le
ofrecieron vivir con dos de ellas. Aceptó por la amistad que las unía. Cerró su casa, recogió unas cuantas cosas y allá fue. Era escéptica del resultado de una
convivencia tan continua y así fue. A los tres años, siguieron siendo amigas
pero se volvió a casa, sola pero con su mente intacta. Si hubiese seguido con aquella convivencia individualizada, forzada por su carácter de comprensión, su mente no
habría podido soportarlo. A sus veintisiete años no quería perder su libertad y
su vida. Era demasiado joven. Ahora ya estaba casi diez años sola y tenía
ordenaba hasta a la soledad.
Mariano se acercó con un enorme plato en el que,
con una presentación que invitaba a tener más apetito, el lenguado estaba
cocinado con delicadeza y sobre todo con acierto. Comió con rapidez ayudada por
una leve gula.
- Mariano, todo estaba exquisito, felicita al cocinero de mi
parte.
- Señorita todos los días me dice lo mismo y, bajando la voz
y acercándose a ella: ¿sabe qué? No le digo nada al cocinero porque se lo cree
y entonces cocina peor.
Quedó casi toda la tarde en aquel sillón rojo, corrido, del
restaurante y tomó dos copas más de vino. Mariano estaba encantado y hablaba de
ella con los demás camareros explicando su acierto con el vino y lo amable que
era la señorita Silvia. Mariano decía en aquel momento: - ¡Siento tanto que siempre hable directamente a la soledad...!
Antonio Campillo Ruiz
Antonio, paso a desearte unas felices fiestas en compañia de aquellos a quienes amas.
ResponderEliminarQué en el próximo año, puedas ver cumplidos algunos de tus sueños, y sobre todo que tus días estén llenos de felicidad y salud.
Un abrazo con brisas de alegrías.
Querida amiga Ángeles, DESEO PARA TI Y TUS SERES QUERIDOS PAZ Y AMOR EN NAVIDAD Y AÑO 2013.
EliminarEspero que hayas recibido mi pequeña postal.
Un fuerte abrazo, querida Ángeles.
"A la soledad deberían ponerle una medalla por realizar tan bien su trabajo".
ResponderEliminarEn estos días donde tantas familias y amigos nos arracimamos no está demás acordarnos de la soledad y del dolor que causa, a veces.
Tu relato
...magnífico.
EliminarUn abrazo.
Esto era lo que quería expresar, Thornton. Has sabido captar la intención a pesar de la impasividad de la protagonista ante esa profesional llamada soledad. No la condecoran porque ya no es usual premiar la dedicación al buen trabajo durante toda una vida…
EliminarTu generosidad si debería ser premiada, Thornton. Este segundo comentario es excesivo y tú lo sabes pero aceptaré que no me lo dedicas a mí sino a la chica luchadora... y perdedora, del relato.
Manri, sabes que os quiero a todos.
ERES GENIAL, amigo Antonio: feliz navidad
ResponderEliminarEnrique, cuando me enfade, algo para mí inconcebible, no te voy a invitar a un cafelito cuando nos veamos por decirme cosas sonrojantes. Todo el mérito es de la chica que ha aprendido en una dura carrera contra la vida.
EliminarUn gran abrazo, amigo Enrique.
Поздравляю с Рождеством Христовым! В этот светлый праздник хочу пожелать мира и спокойствия в вашем доме, добра, взаимопонимания, достатка, любви, счастья, душевного равновесия, успехов во всех начинаниях, побольше радости, крепкого здоровья и всех благ! Пусть оправдываются все ожидания и сбудутся самые заветные мечты!
ResponderEliminarMerry Christmas and a Happy New Year!
Muchas gracias, amigo Dmitry. Igualmente, ¡TE DESEO UNA FELIZ NAVIDAD Y AÑO 2013! Tu blog Взгляд в зазеркалье ha sido enlazado al mío DACTYLIOTHECA. Espero que podamos intercambiar pensamientos y opiniones.
EliminarUn gran saludo, amigo Dmitry
Me paso por tu espacio para desearte una muy feliz Nochebuena y que, aunque sean estos tiempos oscuros y de desesperanza, hay que adornar la casa con las bolas de la alegría y el espumillón de la esperanza.
ResponderEliminarUn abrazo
Haciéndote caso, Carmen, las bolas que he colgado en el blog son para todo el mundo. Espero que te haya llegado sin problemas mi postal especial deseándote ¡FELICES FIESTAS Y AÑO 2013! Estos tiempos deben pasar, es necesario para la salud mental de todo un país.
EliminarDebe desaparecer la sinrazón.
Un fuerte abrazo, querida Carmen.
Eres uno de mis tres reyes magos, que he tenido la suerte de conocer este año.
ResponderEliminarMi rey de la maestría.
Por ello FELIZ NAVIDAD.
BESOS
Bueno, Inma, acepto lo de ser un pequeño reyecito. Pero pequeño, ¿eh?, porque si acepto ser un rey grandote mi querida República se enfadaría conmigo. Lo cierto es que sí, ha sido una suerte encontrarnos y poder hablar de todo y en cualquier momento. Espero que te hayan llegado las imágenes que te he enviado con todo mi cariño. Si no es así, dímelo. Y por si acaso… ¡FELIZ NAVIDAD Y AÑO 2013 PLENO DE DESEOS!
EliminarUn fuerte abrazo, querida Inma.
Muy bueno Antonio. La soledad, muchas veces tan necesaria y otras tan arrolladora de la vida. Un fuerte abrazo y feliz nnavidad amigo.
ResponderEliminarAprender de la soledad es aprender en una mala consejera. A veces, como dices, Alicia, es necesaria porque nuestra mente se expande en sueños jamás relatados pero, casi siempre, necesarios.
Eliminar¡MUY FELIZ NAVIDAD Y AÑO 2013!
Un fuerte abrazo, querida Alicia.
Gracias Antonio, por regalarnos estas cosas tan hermosas. Dices bien, se puede estar solo estando acompañado, y esa es la peor soledad. Un enorme abrazo
ResponderEliminarSiempre es una mala consejera, aburrida y mal amiga. Pero cuando se presenta estando acompañada es terrible. Desenvaina su espada de fuego y nos lacera sin piedad.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Mabel.
Hay mucha soledad y falta de cariño se dice entre las personas mayores, pero sin darse cuenta que es algo que esta sucediendo entre todas las personas no importando la edad.
El aislarse e independizarse por medio de la comunicación virtual desde casa favorece y a la vez atrapa un sentimiento de culpa, al no compartir en presencia los sentimiento que con el tiempo se sienten ahogados cuando se dan cuenta que ya no reciben el calor personal de un simple abrazo o un beso.
Un abrazo breve pero no me sentido para ti.
Atte.
María Del Carmen
Cierto, Gatita Coquetuela. Cierto y triste. Cada vez con mayor frecuencia la comunicación presencial, el contacto real con personas y la conversación, tan importante y genial, se va perdiendo en todas las bandas de edades hasta llegar a las más jóvenes.
EliminarHubo un tiempo en el que escribir era el único medio de comunicación y las personas no escribían. Apareció otro tiempo en el que la libertad facilitaba la comunicación oral y se empezó a intercambiar opiniones. Esto era tan peligroso para los poderosos que con rapidez incitaron al consumismo feroz, galopante, de unos artefactos que facilitaban, aparentemente, la escritura, que no se utilizaba pero que era menos peligrosa porque encerraba a quienes se enganchaban a comunicarse a través de ella. Encerrados y solos, pareciese que se podía uno comunicar con más personas. Y es cierto, se tienen más posibilidades de conocer a personas tan gratas y preocupadas por la vida, en todas sus acepciones. La cuestión, querida María Del Carmen, es que como excelentes personas que eran se percataron de la imposibilidad de pasear, hablar con amigos y amigas, salir y respirar el aire de un jardín… De tantas y tantas cosas que no hacían que empezaron a sopesar en una balanza qué platillo era el que pesaba más, el virtual o el real.
Como muchos de nosotros, tú, que eres una mujer encantadora, te has dado cuenta de la soledad que supone sentarse delante de un ordenador si puedes hacer otras actividades más placenteras. El calor real pesa más, es más fuerte y más grato. Debemos compartimentar en un tiempo suficiente, no en todo momento, la dedicación a lo virtual. Salir a pasear es más gratificante.
Un fuerte abrazo, querida María Del Carmen.
La soledad, que puede ser una gran enemiga o la mejor aliada, según estemos en paz o en guerra con nosotros mismos. Como bien dices por allí en una de tus respuestas a los comentarios... la soledad cuando se presenta acompañados es peor aún. Si no estamos huecos, la soledad es muy disfrutable.
ResponderEliminarPrecioso texto el que nos regalaste!
Querida Sara, como has podido comprobar escribo bastante de este mal tan antiguo como el hombre: la soledad. Estamos solos desde el mismo momento en el que no comunicamos nuestros pensamientos, deseos, ilusiones, sueños, saber… Cuando nos autocensuramos porque el canal de comunicación se rompe en mil pedazos por el medio utilizado. Es evidente que el mejor canal de comunicación es el personal, aquel que pone de manifiesto nuestra amistad, nuestro amor, nuestro placer, nuestro bienestar o malestar, aquel que compartimos.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Sara.