NORMALIDAD COTIDIANA
Antonio
Campillo Ruiz
Helena Nelson Reed
La rama degajada de algún árbol del paseo golpeó con
tal violencia la parte inferior de la frente de aquella mujer que cayó al suelo
como un muñeco de trapo. El viento del norte era fuerte y había soplado durante
más de tres días seguidos. Dos bolsas, en las que transportaba diversas compras, se
desparramaron por la calle empedrada rompiéndose algunas botellas de vidrio
que contenían. Las ropas de la mujer caída se agitaban con violencia por este
pertinaz soplo del cielo. El árbol, debilitado, era zarandeado y su rama rota quedó en el suelo junto a la sangre, de un rojo claro, que no dejaba de manar de la pequeña fuente en
la que se había convertido la frente de la mujer. Hacía tiempo que siempre
pensaba en una muerte traicionera, silenciosa e inoportuna. Sus conocimientos
de medicina se limitaban a cumplir con lo ordenado por el médico cuando alguna
enfermedad leve le obligaba a visitarlo. Nunca pensó que podría sentir efectos
satisfactorios practicando alguna actividad de las consideradas peligrosa. Era muy cuidadosa. Cuando niña, sus padres la protegían
porque en el pueblo no faltaban jamás las historias de pequeñas catástrofes,
malvados personajes que habitaban no sabían dónde, o ladrones de almas
descuidadas. Por ello, mantenía un especial cuidado ante lo imprevisto, lo innecesario,
como sermoneaba reiteradamente su padre. Ahora que era una joven madura, que
por su afán de preservarse de todos y ante todo, se sentía vacía, sin emociones
que la llevasen por caminos inexplorados y, de vez en cuando, tan sola ante sí
misma como ante los demás, siempre se preguntaba qué habría sucedido si hubiese realizado esto o
aquello, qué sensaciones habría sentido si realizase una, sólo una, de las
causas de su pánico a salir de lo establecido. Pero jamás se atrevió. Jamás rompió
su propio enmascaramiento en lo cotidiano, lo normal, lo adecuado. Siempre soñó con la realización de un hecho extraordinario, de una ilusión vana, de una transgresión peligrosa que pudiese conseguir que su interior, su íntimo ser, vibrase con la satisfacción de poder disfrutar de lo inalcanzable, lo difícil de aprender y lo complejo de dominar. Jamás trató de alcanzar la propia satisfacción aún sin saber si lo podría conseguir. Aquella rama fue tan inesperada y la sensación de no sentirla tan patética que toda la vida la
pasó sin poder saber qué podría esconderse en la mente cuando se alcanza un
punto extremo de este entorno nuestro al que llamamos Naturaleza.
Antonio Campillo Ruiz
Es importante visionar el vídeo a plena pantalla.
Speed Riding
Tengo ahora, después de haber leído tu excelente relato, la inquietud ambigua de, por una lado, querer hacer algún deporte de riesgo que nunca me haya animado a practicar (demasiado respetuosa de mi y mis circunstancias)...y, por otro lado, me parece que dejaré de hacer las compras en persona...voy a tramitar mis pedidos por "delivery" de aquí en más! Ja. Sei bravo, Antonio! Gran abrazo.
ResponderEliminarHace tiempo que quiero probar esquiar!!! Ojalá lo pueda hacer en algún momento...
ResponderEliminarUn beso Antonio, que tengas un excelente domingo
El cuento es precioso, qué bien describes la inacabancia del ser humano. Siempre hay una parte que casi nunca se define a cabalidad. Los sueños, los deseos, la espera de algo extraordinario forman parte de nuestro instinto.
ResponderEliminarEl vídeo es una muestra de unos pocos que se arriesgan a experimentar la adrenalina al tope, al vacío; es como el "ahora o nunca..."
Un abrazo y feliz domingo querido Antonio.
El problema de siempre, que de los cobardes nada se escribe y de los valientes de ha escrito demasiado. Por supuesto la vida hay que vivirla, pero el vídeo me ha dejado el corazón en un puño. Un abrazo Antonio.
ResponderEliminar¡Hola Antonio! Que buen relato y deja que pensar. El video es impresionante. La magnitud de la naturaleza y el hombre tan peqieño como logra avanzar un paso más. En particular no me animaría a practicar deportes de riesgo porque soy temerosa en cuanto a la altura sobre todo pero me temo que me pierdo de maravillas como esas. Muchas gracias por compartir tus relatos deliciosamente escritos. Es un placer leerte como siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarLa vida es para ser aprovechada de todas las maneras. Dejar que se va sin viver cada momento con la intensidad necesaria a mi me parece triste. Vivo siempre y cada vez más. Besos querido amigo! El texto y el video están perfectos!
ResponderEliminarLa naturaleza es así de caprichosa al elegir a sus víctimas, lo que se siente en el texto es todo lo que anhelaba hacer esa mujer en su vida y se lo ha perdido por ese afán de preservarse de todos y de todo. La educación de superprotegida con la que carga es un lastre, pero en la etapa adulta un@ puede ir soltando lastre. Que cuando no golpee la rama podamos decir como el gran escritor: "Confieso que he vivido"
ResponderEliminarUn abrazo
Qué sensación de tremenda libertad me ha sugerido el vídeo con el que hoy nos regalas, Antonio. No solo ese evidente poder y esa colosal belleza de nuestra naturaleza, sino lo que (me) despierta es una sensación de plena libertad. Quizás la que siempre le ha faltado a la protagonista de tu relato: la autolibertad que siempre se ha negado para hacer aquello que se sale de la norma, lo preestablecido, de los convencionalismos sociales o del borregueo. Quizás esa rama caída al azar, ese día cualquiera, de un mes cualquiera y a una hora cualquiera sobre ella, sea el mejor libro recibido de las alturas para poder leer e interpretar su propia vida. Afortunadamente, no todo es controlable y la magia de vivir está en ese libre albedrío de nuestro mismo destino.
ResponderEliminarEspléndido, como siempre, querido Antonio.
Un fuerte abrazo.
Suele pasar que por temores no hacemos lo que anhelamos y después...despues puede ser demasiado tarde.
ResponderEliminarHace trece días se murió mi gato, lo amaba y desde que lo vi dormidito para siempre me arrepentí de haberlo protegido tanto...y me pregunto si vivió bien como el quería o con cuidado como yo pensaba.
Besoss muchos
Me encanta leerte, amigo Antonio, proque consigues que viaje a lo que para mi es imposible. Gracias y un abrazo-e ++++
ResponderEliminarSoy bastante temerosa y trato de cuidarme. Pero la vida, a veces, te depara cosas inesperadas.
ResponderEliminarUn texto estupendo y un video buenísimo.
¡¡Gracias, Antonio!!
Te mando un beso.
Qué vida más triste la de esta mujer! Y para colmo se muere de muerta violenta! El destino es así: inevitable.
ResponderEliminarNo digo que haya que jugar con la vida, pero no hay duda que si algo de emoción se quiere hay que arriesgar. Querer algo con toda ansía y no hacerlo por temor es frustrante. Y no importa, o muy poco, que fracases si lo has intentado.
La prueba de que el valor otorga mucha alegría lo vemos en este hermoso vídeo.
Bicos, querido amigo.