PASO A PASO HACIA LA
OSCURIDAD
Antonio Campillo Ruiz
¿La pesada carga de la vida bohemia o la liberación por medio de la
muerte? Una difícil pregunta cuando se acerca un autor al misticismo, a las
tensas relaciones personales, a un sutil y potente erotismo, buscado, ordenado
o simplemente deseado. Sin embargo, la existencia de algo muy similar a un
estado de perturbación mental, de estado catatónico y de alteración no
percibida con fuerza, puede sustituir estos extremos tan despiadados: la magia.
El enfrentamiento del racionalismo con lo esotérico, trucado y encantado. Quienes
no aprecian los avances científicos puros no pueden dilucidar la existencia
real de la magia o el truco. En “Ansiktet”, “El rostro” de Ingmar
Bergman, 1958, la exploración de temas recurrentes del gran realizador
afloran con una estética cuya meticulosidad y perfección son dignas de sus
obras más reconocidas.
Un guión escrito por el propio Bergman nos sumerge en un mundo
cinematográfico del que el espectador es partícipe de lo sugerido fílmicamente
con un blanco y negro puros, sombras que quedan atrapadas en la pantalla, cual
pequeña neblina impura, que limpia cuando la exposición de la narración requiere
una imagen nítida, de miradas que expresan todo tipo de sentimientos. Por
otro lado, Bergman insiste en un humor que suaviza momentos que tensan
las escenas, tal como hiciera en obras cuyos protagonistas están envueltos en
una contienda con la vida paupérrima, tanto de caballeros como de pillos. Poder
extasiarse con los trabajos de Max von Sydow, Ingrid Thulin, Bibi
Anderson, sus actores fetiche, y el resto del reparto, todos ellos en
plena juventud, es un placer añadido a este enfrentamiento, a este pequeño
tratado de cine.
Bergman hace uso de su facilidad
para ser mago-cineasta al utilizar la ilusión para deslumbrar y se
encuentra con una persona, un crítico-racional, que lo persigue a través de toda
la película. Recuperado de este autovarapalo, se repone cuando el mago recibe
su compensación. La levedad de los momentos divertidos crea un ambiente
disparatado a veces pero inquietante siempre. La disputa permanente entre la
razón, la religión y otras creencias que tienen como fundamento la fe y la
superstición como tema irracional, sobresalen en picos a lo largo de toda la
narración, pero sobresalen nacidos desde el propio espectador: Bergman
solo deja unas pinceladas para que fílmicamente se confeccione la propia
película completa. Potentes discursos ideológicos provocan un espacio tan
abierto en quien visiona la película que, reflexiones de dudosa calificación y
monólogos cargados de ironía, se entrelazan para dar lugar a un espectáculo de
apariencias que adquieren un protagonismo especial entre los representantes de
los personajes. Póngase atención a la secuencia en la que se descubre una pequeña
perversión, jamás sospechada, de masoquismo.
Es muy interesante la reflexión, latente durante todo el metraje, sobre
el cine. En ocasiones la vinculación entre lo que se nos cuenta y el propio
cinematógrafo es clara: el cine es un truco, una ilusión. Para saborear en toda
su extensión el cine hay que admirar e incluso entrar en este juego del engaño. Existe un cierto
expresionismo en esta película, acrecentado por los afilados primeros planos y
un preciosismo en la forma de corregir los puntos de vista de la cámara mediante leves pero agudos movimientos. Una
película que ensambla perfectamente fondo y forma, a ratos recargada, gótica y
un poco tramposa en su parte final.
Ingmar Bergman
Es importante visionar la película a plena pantalla.
Madre mia cuanto tiempo ha pasado, ni me acuerdo ya. Será un placer de verano. Un abrazo Antonio.
ResponderEliminarNo la conocía. Bergman era un artista increible.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Antonio por traernos esta película del genial Bergman desde luego no habría cine sueco y cine en general sin él, felicitaciones amigo.
ResponderEliminarTodavía con el calor del verano no me apetece ver mucho la tele, entre otras cosas porque por aquí donde vivo el calor invita a salir y darse un chapuzón y no a refugiarse en casa, al fresco del aire acondicionado. En todo caso, y con las buenas reseñas que nos ofreces, voy a tener apetitosas películas que ver cuando vengan las largas noches de invierno. Gracias.
ResponderEliminarUn beso
No la he visto pero Bergman siempre me ha parecido muy bueno.
ResponderEliminarGracias por compartirla.
Un abrazo muy grande.
Me da miedo ver como se acerca el final del verano y del cine de verano, maestro Campillo. OTra noche buena de cine. Gracias.
ResponderEliminarRecuerdo haber visto hace muchos años atrás, "la hora del lobo" y, aun "presintiendo" en esos momentos juveniles, que había mucho detrás del simbolismo que estaba latente en la película, me dejó descentrada y con un mal gusto en la boca. No vi ninguna más de Bergman, y no le quito, con lo que digo, su enorme peso en la cinematografía y en la forma de ver las cosas. Pero no es - como diría un inglés - "my cup
ResponderEliminarof tea" Un abrazo, Antonio.
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Si consulto el RAE, la palabra “crítica” es “Examen y juicio que se expresa públicamente sobre un espectáculo”. Pero no.
ResponderEliminarAl ver que la película de hoy trataba de Bergman he recordado la primera crítica que leí de una película suya, “Un verano con Mónica”, que con toda la guasa del mundo escribía un italiano en una revista de su país: “È la storia di un uomo, sedutto e abbandonato”. Y tampoco es eso, no se trata de sintetizar a extremos. Ejercer la crítica es un don.
Debe dar claves de lo que vas a encontrar, elementos de juicio que te hagan fijar para que tú mismo moldees tu percepción y saborees lo que ves. Si los primeros planos de Von Sidow, si la lucha que Bergman mantuvo toda su vida con la religión y el sexo, dos temas que no son precisamente un problema para el sueco común, si la máscara de saltimbanqui circense. El humor teñido de dolor de su capacidad alegórica. Todo esto lo encontré a partir de tu crítica, preparación para disfrutar esta obra que acabo de ver.
Que diría única, querido amigo, si no fuera porque todo lo que he visto de este hombre me ha parecido único.