DIOS, LOS
TERRATENIENTES Y LOS TRABAJADORES
Antonio
Campillo Ruiz
En
cine, como en cualquier otra de las Artes, es importante volver una pausada y escrutadora mirada hacia quienes
han marcado hitos que han provocado el estudio, características y consecuencias
de su trabajo. Esto nos conduce, en primer lugar, a un repaso de una etapa
histórica quizás poco recordada, al estudio previo de unas costumbre marcadas o
no por la sociedad que se ha aceptado por todos o por unos pocos y, en
definitiva, a valorar las consecuencias de una narración que se apoya en hechos
reales o ficticios pero que no deja al espectador la posibilidad de contradecir
hechos tan contundentes. En la película anteriormente publicada, el dictado de
la ley coránica, sus axiomas sobre el destino, la eterna propiedad del alma del
hombre por Alá y sus prohibiciones sobre la utilización del cuerpo, son los
verdaderos directores del guión literario. En “Deus e o Diabo na Terra do Sol”, “Dios y el diablo en la tierra
del sol”
de Glauber
Rocha, 1964, las guerras, muy descuidadas por la memoria, entre
trabajadores y terratenientes en un Brasil dominado por la miseria de ciertas
zonas, nordeste, de su extenso territorio, tienen su origen y fin en leyes no
explícitas pero sí de obligado cumplimiento. La colaboración de una Iglesia que
siempre se encuentra junto al poder, establece, a su vez principios no dictados
ni escritos, en contra de quienes se erigen en posibles revolucionarios, fundamentalistas de su misma creencia.
El Cinema Novo Brasileño de los años
sesenta posee una clara influencia de la “nouvelle
vague” francesa, que se extiende rápidamente por toda Europa. Las realizaciones de la “nouvelle vague brasileña” acuñan la idea de una vanguardia que
expresa la idea de: "Uma câmera na mão e uma idéia na cabeça". Glauber Rocha es, probablemente, el
principal representante de este movimiento, sin olvidar que en él también se
encuentra el neorrealismo italiano, el documentalismo de Eisenstein y la serena representación de Kurosawa. Sin embargo, sus complejos estudios sobre la cultura
popular y autóctona separan esta nueva concepción de estilo que, semejando a Godard en unos paisajes de soledad y de
irregularidad narrativa, se establece en el arte cinematográfico que contagia
todo el cono sur del continente americano.
El
filme posee tres grandes partes muy diferenciadas y de narrativa diferente aun
cuando confluyan en un todo común: una
primera parte de realismo documental, una solemnidad mística fundamentalista de religiosidad fatalista y
una alegoría teatral y burlesca en su parte final cuando se relatan los
acontecimientos de Corisco. El utopismo se expande por toda la narración en
cualesquiera de sus partes y siempre vuela, cual buitre sobre un cadáver, sobre
una de las premisas que Glauber Rocha aprecia en la religión: nunca será una vía de escape a la
situación paupérrima de las clases desfavorecidas, la perjudica en vez de
favorecerla. Dejarse llevar en búsqueda de la isla en la que se alcanzará la
felicidad a través de milagros, de la muerte del diablo, de la verdad, la luz y
la justicia es una utopía que se quiebra con el más leve de los esfuerzos de
quienes no dejarán jamás que se posea la tierra y la riqueza. Mientras la gente
sea pobre la violencia no se erradicará de Brasil
Utilizando
el montaje acelerado, estético, para las escenas de lucha; que el personaje
hable al espectador y una bien definida fotografía
en blanco y negro, un blanco que ciega a los personajes, que les hace dudar
sobre las cuestiones religiosas; unos primeros planos desoladores que nos
muestran espíritus dañados, aterrorizados, solos, Glauber Rocha desgrana su
tesis general, su guión, empleando relatos bíblicos generalmente conocidos. San
Sebastián, martirizado con sus flechas y San Jorge luchando contra un delirante
dragón fantástico y tan inalcanzable como inmortal, así como otros episodios de
marcada crueldad religiosa. “Dios y el diablo en la tierra
del sol” fue
finalista a la Palma de Oro a Mejor Película en el Festival de Cannes en 1964
“La guerra del fin del mundo” de Mario Vargas Llosa, 1980, a decir del propio escritor, está basada en dos guiones que previamente había escrito, “La guerra particular” en 1972 y “Los perros del infierno” en 1974, a propuesta del cineasta Ruy Guerra, quien le envió toda la documentación sobre la rebelión de los Canudos para elaborar el guión de la película en que estaba interesada la Paramount, aunque finalmente no se rodó.
Glauber Rocha
Es importante visionar la película a plena pantalla.
Esta película, ni sabía que existía. La miraré.¡Gracias Antonio! Un abrazo.
ResponderEliminarQue recuerdos, Antonio. Vi esta pelicula en el cine Publi de Barcelona (entonces se llamaba de arte y ensayo) cuando tu no habias nacido. Gracias por difundir la poca cultura que todavía se mueve por este país. Un abrazo. Y no olvides lo mío!
ResponderEliminarLas voy a conocer gracias a ti. Terratenientes y sufridores, digo, trabajadores. Tan antiguo como los tiempos.
ResponderEliminarnada se de brasil
ResponderEliminary menos de su cine
como siempre genial mi amigo en tus presentaciones
No conocía esta película. Será muy interesante verla.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, querido Antonio.
Recuerdo que a mi hermano (1944), le encantaban estas películas, entonces en VO. Yo no tuve ocasión, (1949), pues el progre de mi casa era él, pero hoy sí la veré. Gracias maestro Campillo, mil gracias.
ResponderEliminarEl blanco sobre el que llamas la atención es puro desasosiego, araña los ojos.
ResponderEliminarNo es gratuito, sirve de sacudida para enfrentarte a un mundo cuya potencia disloca al espectador tanto por la valentía de su guión como por las imágenes que contiene, tan salvajes y tan verdad. La historia basada en hechos reales no deja de ser un canto a la persecución de la, o mejor, de las utopías de salvación por medio de sucesivos líderes. Cuántas ganas de escribir provoca esta película. Esos primeros planos. Y ese final, por Dios que final, eso es CINE. Gracias, querido amigo