CANONICEMOS
A LAS PUTAS
Antonio Campillo Ruiz
Henri de Toulouse-Lautrec
Santoral
del sábado: Betty, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires
provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.
Das
al placer, ¡oh!, puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas
miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas
con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la
despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia
de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los
sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.
No
engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te
enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de
otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los
enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los
hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del
borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.
Has
educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma.
Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo,
exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor. Eres la libertad y el
equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la
espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.
En
el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel
elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una
lámpara y un vaso de agua y un pan. ¡Oh, puta! amiga, amante, amada, recodo de
este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y de
los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me
dispongo a aprender de ti todo el tiempo.
Jaime Sabines
Henri de Toulouse-Lautrec
Antonio, me ha gustado esta loa a las putas de Jaime Sabines, la profesión más antigua, desde que el mundo es mundo...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amigo
Son más decentes que las señoras de sociedad. Sabines lo supo.
ResponderEliminarAbrazo.
Vaya, hoy se lo he puesto a mis nietos y ... se lo he explicado. ha sido fácil, se han aburrido y se han ido a la Tablet.
ResponderEliminarLeyéndote he recordado un viaje recorriendo Nicaragua y cómo la mirada es la clave y uno ve lo que lleva dentro.
ResponderEliminarNo es lo mismo una cortesana de Alma Tadema que lo que veía Munch en su visita a un burdel; fila de mujeres con las sayas subidas hasta la cintura pasando una inspección de venéreas.
Cuando la lírica es potente aguanta lo que le echen, y así, el mundo rico de Jaime Sabines era capaz de encontrar musas donde otros encuentran tragedias.
Y lo he imaginado pensando sus “recetas de luna” mientras dedicaba esta loa a quienes, quizá, en lugar del diván del psiquiatra y por mucho menos le ofrecieron el cálido refugio de su vientre, mucho más efectivo contra la soledad.
Seguro que son más honestas y de buen corazón.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.