BREVE
HISTORIA DEL HEDOR IRRESPIRABLE
Antonio
Campillo Ruiz
Sergey Ivchenko
Érase
que se era un país no muy grande ni tampoco minúsculo. Mediano. Tiempo ha que
un reyezuelo imberbe, disfrazado de mozo de caballos, fue a vislumbrar el lugar
al que iba a introducirse antes de su
casamiento con la vecina reina de otro país limítrofe. Esta reina, que poseía
más tierras y más caballeros que él, parecía que llevaba unos pantalones bajo
enaguas y enaguas, que sus ayudantes de cámara debían ponerle y quitarle todos
los días.
Un poco asustado pero resuelto a unir los dos reinos, el joven
imberbe casó con ella y realizaron juntos una inversión en la búsqueda de
caminos sin trazar allende los mares. Tuvieron suerte y su inversión, a fondo
perdido, produjo los beneficios esperados e incluso los superó. A la vez,
guerreaban con los últimos habitantes de otro reino vecino que habían invadido
aquel territorio y además, no eran ni siquiera fervientes creyentes de la
doctrina eclesiástica realmente verdadera. Una de las veces que el intrépido
navegante, administrador de las inversiones reales, volvió al país que ya se
encontraba totalmente unificado y casi totalmente rodeado por el mar, olfateó
un fétido olor a podredumbre que aún, en la actualidad, flota en el aire cuando
se respira por las calles de sus ciudades y pueblos. Preocupado, preguntó de
dónde provenía sin que nadie quisiera explicarle el verdadero motivo: la reina
había hecho una gran promesa expiatoria que más bien expiaban quienes se encontraban
a su alrededor.
Sergey Ivchenko
Con
el paso del tiempo aquel reino fue ocupando otras tierras. Tantas, que el sol no
se ponía jamás en un reino que no fuese suyo. Con la expansión tan
impresionante y su gran poderío envió a los colonos, que sin oficio ni beneficio, malvivían apedreando a cerdos, ovejas y otros animales domésticos, propiedad de los reyes, a que se ocupasen de las tierras ocupadas para
bien y grandeza de su dios y de paso, de sus inversores que habían crecido al amparo de informaciones privilegiadas. No faltaron, por
supuesto, quienes se dedicaron a catequizar a seres que no tenían alma, que
eran esclavos, que jamás tuvieron contacto con ellos excepto para el
ayuntamiento frecuente con ellos.
Aquellos habitantes, llenos de pinturas y
desnudos, se rebelaron y ahí, ahí mismo, comenzó un genocidio tan sistemático
como espeluznante. Claro que, con la ayuda de su dios siempre hubo mártires y
aún hoy quedan vestigios entremezclados con las ceremonias que eran comunes
entre aquellos seres infrahumanos y los actuales. La fetidez del país se fue
extendiendo por sus posesiones a pasos agigantados. Ni siquiera los incontables
golpes de humo de incienso, a modo de lo que hacían en los lugares de culto en
el reino, ante la constante pestilencia de peregrinos y visitantes, pudo limpiar
la atmósfera de muerte y desolación de lo que vino en llamarse
posteriormente civilizaciones perdidas, hoy civilizaciones inútilmente
arrasadas de las que no tenemos constancia ni de sus escritos, cuidadosamente
quemados, ante la contradicción que suponían con las enseñanzas eclesiásticas
del dios verdadero. Y así, poco a poco, con malas inversiones, peores tratados
y muchas cabezas cortadas fue pasando, por la gracia de su dios, de padres a
hijos, la potestad de reinar. Sin embargo, la podredumbre se fue adueñando cada
día más de un pueblo trabajador y con gran inventiva.
Sergey Ivchenko
Dinastía
tras dinastía un buen día, tras trampas, dimes y diretes, llegaron por este
país los Borbones. ¡Ah! los Borbones… Han sido tan previsores que, como en “La
mujer Brava” de El Conde Lucanor, empezaron por la punta inmediatamente.
El
primer Borbón, cuyas uñas crecieron y crecieron, sin ser cortadas, como la
nariz de Pinocho, tenía la agradable costumbre, además del crecimiento de sus uñas, de despachar con su ministro
Patiño tras un biombo para no verle y su querida mujercita Mª Luisita de Parma
le tuvo que traer a Farinelli para que, con su excelso canto, curase su
melancolía. Fue tan nefasto y sádico que exterminó a los habitantes y destruyó una
ciudad valenciana que tiene la potestad de tener su retrato cabeza abajo por
masacrar a su propio pueblo. Fue un principio innovador. Nunca había sucedido
algo parecido pero sentó las bases de quién era el rey y quiénes los súbditos
adocenados. Posteriormente, pasado un tiempo, otro rey, que fue llamado “El
mejor alcalde de Madrid”, porque todavía no existía aquel otro que realizó
obras faraónicas y nos ha dejado en una miseria judicial impresentable. Fue el
mejor reyezuelo y, a pesar de sus
manías, realizó reformas importantes. Hasta creó el motivo de canciones muy
marchosas y modernas como “La Puerta de Alcalá”. Pero claro, la fetidez más
hedionda volvió cuando su hijo cedió su reino a un vecino que dijo que lo iba a
tener muy protegido, junto a sus relojes, en su territorio, del que era
emperador ¡nada menos! A su vez, su hijo, traidor y felón como pocos en la
Historia, "El Patibulario", se alzó contra él y los habitantes de su antiguo regalado reino, al grito
unánime de “Vivan las caenas”, le llamaron como salvador sin tener en cuenta que
no debió volver jamás.
Sergey Ivchenko
Pasando
los días, meses, años, los movimientos sociales se transformaron hasta alcanzar
un régimen por el que la gracia de dios no era quien determinaba la potestad de
regir aquel país. La libertad casi real, casi alcanzó a casi todos y,
movimientos denominados grupos de
izquierdas y grupos de derechas se enfrentaron en varias ocasiones. Los grupos
de izquierdas, como ya es habitual, entre discusiones y cesiones, entre
dispersión del propio grupo por razones tan desiguales como "quíteme usted acá
la mota del ojo", y entre impropios enfrentamientos internos, descuidaron
siempre su potencial poder, diseminándose en grupúsculos sin empuje alguno. Los
grupos de derechas, siempre en posiciones del poder del capital, ahogaban
constantemente a quienes siempre se encontraban tras las herramientas de
trabajo, los grupúsculos de izquierdas. Y llegó el día que por medio de una de
las muchas estupideces cometidas por ambos, un generalito bajito y con bigote
se convirtió de la noche a la mañana en traidor a la bandera que había jurado
defender, sin importarle, por supuesto, ni el honor militar tan redicho y con
redobles musicales lacrimógenos. Claro que lo hizo por la gracia de dios, su
dios católico apostólico y romano, a semejanza de todos los reyes que en este
país han sido. Su ensañamiento y el de quienes le rodearon no tiene parangón en
el mundo libre y su alineamiento con doctrinas fascistas y nazistas fue el
espaldarazo de un pensamiento anormal y patético. Con el tiempo, un Borbón,
sucesor de quien debería ocupar el reino por derecho de nacimiento y la gracia de su dios, a quien el generalito no podía ni
oír nombrar, acordó con el dictador que debía de preparar a su hijo para la
sucesión en el reinado del país.
Sergey Ivchenko
Y
así sucedió. El hijo, futuro rey, fue adoctrinado por el dictador y su cohorte de limpiazapatos
haciéndole realizar, en un momento
importante de la historia del país, a modo de Alfonso VI por el Cid, según la
leyenda, el juramento de "fidelidad al dictador desde la sagrada fecha de 1936, y a los principios fundamentales del movimiento nacional”,
dictados desde la insidia de una traición al pueblo de aquel país. La
perversidad de estos principios, paridos por los asesores del dictador y
aprobados por la voz de su amo de unas Cortes impresentablemente no
representativas del pueblo del país, una vez jurados, fue la compra de la un reino como sucesor de un caudillo dictador y genocida confeso. La putrefacción
era el aroma que nacía irrespirable el hedor de la asamblea de las Cortes, nuevamente, y desde aquel día, se extendió de tal forma por el país que cada vez son más grandes los negros nubarrones de inmundicia que sobrevuelan a sus habitantes..
Sergey Ivchenko
Y hasta hoy. Es el país donde más poderosos filibusteros existen por metro
cuadrado. Día tras día encontramos a señoras cortas de vista que no ven coches,
descaradas que se mofan de la autoridad, mojigatos que mienten y mienten y
mienten, para volver a corregir sus mentiras, ineptos que suspenden ante
comisiones de otros países, sapientes que corrigen lo establecido para no
llegar a ningún lugar y tener que marcharse con el rabo entre las patas, malditos sinvergüenzas que retiran de dignas profesiones a quienes les molestan, a ellos o a sus amigos, despreciables esclavizantes de los habitantes más jóvenes, cada día menos porque se marchan del reino, etc.,
etc. Estos poderosos autoritarios, iluminados futurólogos y expertos inútiles, expanden
su podredumbre por todos los rincones de un país noble que quiere vivir en
armonía y paz, sí, esa que se quiere alcanzar con un dirigente responsable de la ineficaz y obsoleta defensa del reino que fabrica armas, por ejemplo. Si los ciudadanos no consiguen un perfume
que garantice la normalidad de los miles de narcisistas poderosos que pretenden
saber y realizar obras que dañan gravemente la armonía del pueblo, jamás se conseguirá limpiar con aire puro esta peste, esta fetidez, este tufo, que los envuelve. Y en la cúpula celeste de todos, un nuevo intocable judicial,
nuevo monarca por la gracia de su dios. Deseamos que esté atento de no
parecerse a su inmediato anterior en nombre y número ordinal.
Sergey Ivchenko
Es importante visionar el documento a plena
pantalla.
Es importante visionar el documento a plena pantalla.
Lo has descrito todo de maravilla.
ResponderEliminarSolo me queda felicitarte. Un aplauso.
Un abrazo fuerte.
Bonito y didáctico cuento histórico, Antonio. Enhorabuena, ¡Vaya pedagogía! ¡Menudo resumen de nuestra historia desde los tiempos de la reina que no se quería quitar la camisa!
ResponderEliminarFíjate en qué país vivimos que ese “traidor y felón como pocos en la Historia” fue “El Deseado” (vivan las caenas).
Y qué bien retratas a ese “generalito bajito y con bigote” (Paca la Culona), que, además tenía una “maravillosa” voz atiplada, como para ser un buen contratenor.
La guinda final: el estado de la cuestión en la actualidad.
Bueno... Yo soy pesimista, pero deseo que consigamos ese perfume que consiga limpiar la pestilencia que nos envuelve.
Un abrazo, Antonio.
Feliz descripción, amigo Antonio. La historia tiene , siempre, un punto de vista diferente segín de que lado de la puerta de acceso a ella estés. Por cierto que, al leer el título creí que ibas a hablarnos de algo muy actual y ... aún no sé si lo has hecho.
ResponderEliminar