LA
LLUVIA
Antonio Campillo Ruiz
Eleanora Siamenava
Ayer dormí largo y tendido. Soñé que estaba
muerto. Veía mi tumba. Estaba abandonada, cubierta de malas hierbas.
Una vieja se paseaba entre las tumbas. Le
pregunté por qué no cuidaban la mía.
—Es una
tumba muy vieja —me dijo—. Fíjese en la fecha. Ya nadie sabe quién está aquí
enterrado.
Miré la lápida. Era del año que corría. No
supe qué responder.
Cuando desperté, ya era de noche. Desde mi
cama veía el cielo y las estrellas. El aire era transparente y agradable.
Caminaba. No había nada que hacer salvo
caminar, la lluvia, el fango. Mis cabellos, mis ropas estaban mojadas, no tenía
zapatos, iba descalzo. Mis pies eran blancos, su blancura resaltaba con el
barro. Las nubes eran grises. El sol aún no había salido. Hacía frío. La lluvia
estaba fría. El fango también estaba frío.
Eleanora Siamenava
Caminaba. Me encontraba con otros peatones.
Todos caminaban en la misma dirección. Eran ligeros, cualquiera hubiera creído
que carecían de peso. Sus pies sin raíces jamás se herían. Era el camino de los
que han dejado su casa, de los que han dejado su país. Ese camino no conducía a
ninguna parte. Era un camino recto y largo que no tenía fin. Atravesaba
montañas y ciudades, jardines y torres, sin dejar huellas tras de sí. Cuando
uno se volvía, había desaparecido. Sólo recto y hacia adelante, había camino. A
ambos lados se extendían inmensos campos cenagosos.
El tiempo se desgarra. ¿Dónde reencontrar los
territorios borrosos de la infancia? ¿Los soles elípticos coagulados en el
espacio negro? ¿Dónde reencontrar el camino volcado en el vacío? Las estaciones
han perdido su significado. ¿Mañana, ayer, qué quieren decir esas palabras? No
existe sino el presente. Unas veces, nieva.
Eleanora Siamenava
Otras, llueve. Luego hay sol, viento. Todo
eso es ahora. Eso no ha sido, no será. Eso es. Siempre. De una vez. Porque las
cosas viven en mí y no en el tiempo. Y, en mí, todo es presente.
Ayer fui a la orilla del lago. Ahora el agua
está muy negra, muy lóbrega. Todas las noches, se embarcan entre las olas
algunos días olvidados. Van hacia el horizonte como si navegaran en alta mar.
Pero el mar está lejos de aquí. Todo está tan lejos...
Creo que pronto estaré curado. Algo se
romperá dentro de mí o en algún rincón del espacio. Partiré hacia alturas
inexploradas. Sobre la tierra no hay más que sembrados, una espera insoportable
y un indecible silencio.
Agota Kristof
Eleanora Siamenava
Hola Antonio, has dejado un relaro que hace reflexionar sobre la vida, el espacio y el tiempo. dices ¿Mañana, ayer, qué quieren decir esas palabras? No existe sino el presente. Y ni siquiera tememos esto, porque en el momento que estamos viviendo el presente, ya es pasado. Sí nos ponemor a meditar esto, nos quedaríamos paralizados, porque el presente es filosóficamente una utopía, no existe ni siquiera por un segundo, porque en ese segundo ya es pasado.
ResponderEliminarLas cosas viven en nosotros y no en el tiempo, muchos millones de personas esperamos siempre un futuro mejor... pero...¿qué futuro, si el futuro no ha llegado y ni siquiera sabemos si va a llegar? Sabes que es un tema filosófico, con adictos y detractores, pero lo cierto es que todos vivimos el presente con la esperanza de un futuro mejor ... y en esa esperanza caminamos bajo la lluvia, el aire, el lodo y muchos se quedan en un presente del futuro que nunca tendrán.
Me ha gustado mucho esta frase tuya..."Sus pies sin raíces jamás se herían. Era el camino de los que han dejado su casa, de los que han dejado su país. Ese camino no conducía a ninguna parte. Era un camino recto y largo que no tenía fin."
Así es amigo Antonio, y será y cada vez mayor... quizá en las alturas inexploradas sí exista un presente lleno de luz, sin necesidad de esperar el futuro porque el presente lo llena todo.
Un abrazo con mi cariño.
Ángeles.
El nacimiento, la muerte y entre ambos.. ese tiempo que desconocemos. Y nos encontramos en este momento, en el ahora , viviendo la vida con energía vibrante. Energía que fluye desde nuestro interior y también desde el universo . Y de la cual debemos gozar, llorar , disfrutar de la lluvia y del sol y del viento.
ResponderEliminarNo esperar lo insoportable.. pues todos partiremos, ignorando el cuando.
Un enormeeee cariño, Antonio.
Nunca mejor dicho, maestro Campillo ... nada como vivir ... abiertamente, claro.
ResponderEliminarNo conocía a este autor pero me parece un relato sumamente lleno de ingenio.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
No conocía a este autor pero me parece un relato sumamente lleno de ingenio.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Me gusta el relato, tampoco conocía al autor. Habla de la vida...muerte...como en un sueño. La verdad es q m ha gustado. Un abrazo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este texto. Es una gran reflexión.
ResponderEliminarLo que.importa es el presente. Mañana no sabemos qué sucederá.
Mi comentario anterior era para tu.otra entrada. Ruego.me disculpes
Un abrazo grande.
Me ha gustado mucho este texto. Es una gran reflexión.
ResponderEliminarLo que.importa es el presente. Mañana no sabemos qué sucederá.
Mi comentario anterior era para tu.otra entrada. Ruego.me disculpes
Un abrazo grande.
Vivir el momento es lo que importa, porque es lo único real.
ResponderEliminarUn inquietante relato que me ha gustado mucho.
Saludos
Mágico, Antonio. Inquietante. Se sueña con la muerte, de tal manera anda la tierra con tanta corrupción y tanto fango, que dan ganas de caminar y caminar sin percibir los daños y que el tiempo es ahora. Todo el tiempo es ahora, y no nos damos cuenta.
ResponderEliminarImagino los cementerios en los que en las noches estrelladas quienes descansan en sus tumbas saldrán a disfrutar del espectáculo junto a sus antepasados o sus descendientes, y se contarán sus tiempos en los que una vez vivieron y se consolarán mutuamente. Ha sido un relato precioso, Antonio y que no ha dado miedo ninguno.
Las imágenes magníficas.
No conozco a este autor o autora y creo que valdría la pena leerlo.
ResponderEliminarCon este fragmento la autora suma el desarraigo de los que sevenobligados a marcharse de su tierra de origen,el desencanto de aquellos que piensan diferente mientras el resto dela sociedad avanza en una sola dirección sin reflexión y la idea del paso inexorable del tiempo. Porque hay veces que sientes que tu casa, tu tiempo, fue la de un moemento de tu vida y que éste ya no puede regresar. Lo malo es que el reloj no puede pararse.
ResponderEliminarUn saludo
Ese caminar sin destino de ese grupo -en el que el lector se sitúa- por el fango en un ambiente inquietante, una espera insoportable y un indecible silencio te hace pensar en penados.
ResponderEliminarCariñoso abrazo Antonio