CONVERSACIONES
CON MI HIJA LAURA XVI
Antonio Campillo Ruiz
- Estoy
seguro, Laura, de que disfrutar de un final, de un desenlace que ha provocado un sinnúmero de emociones mediante imperceptibbles causas -no es preciso especificarlas-, debe ser considerado como
la parte más importante de una historia que mece con mimo la sensibilidad.
- Sí,
es posible, papi, pero quizás muchas personas prefieran encontrar un
suceso que les haga sentir con intensidad algo insólito, la sorpresa escondida, el abrazo inesperado, y crean que, conociéndolo de antemano, se destruirán las expectativas que se han planteado. Recuerda el ejemplo de “Testigo de cargo” de Billy
Wilder, 1957, por cierto, una de tus películas favoritas, donde se
indicaba a los espectadores que no contasen el final a sus amigos.
- Tu
argumento es bueno pero creo que no está completo. Veamos por qué. Para sentir con pasión lo que cada espectador capta fílmicamente, el final de una historia narrada cinematográficamente debe ser el lógico punto y aparte,
¡ojo! punto y aparte, para los espectadores que hayan seguido con la atención que merece la obra -si la merece- la continuidad de “su” película, “su” relato, “su” persistencia espacio temporal. Por ello, no debe importar, al contrario puede ser un aliciente, saber cómo se alcanza un momento tan crucial y a
veces tan sencillo. Podemos comentar algunos ejemplos.
En “Un homme et une femme”, “Un hombre y una mujer” de Claude
Lelouch, 1966, Jean-Louis Trintignant enseñó a
conducir, con su Ford Mustang, a toda una generación
entusiasmando con el que fue famoso Rayle de Montecarlo en pleno invierno y Anouk Aimée, una mujer muy
expresiva envuelta por circunstancias contra las que se rebelaba, fue el icono de
la mujer que empezaba a poder expresar libremente sus
sentimientos. Este principio en el que, tras miles de kilómetros en tensión
competitiva, un hombre alcanza a la mujer que ama, arrasó los cimientos de una
sociedad pacata y anatemizada por visualizar la transgresión. Este fin no es tal, es
el principio de la satisfactoria sensación fílmica que el espectador venía percibiendo a lo largo de toda la exposición cinematográfica de la historia
relatada.
Es muy importante visualizar la secuencia a plena pantalla
y con buen sonido.
- Bueno, papi, creo que has
cogido muy pocos pelos de la melena del león porque te puede morder: no siempre
sucede lo que dices. No todas las películas poseen ni una potente imagen ni una
música que la refuerce tanto como esta. Sus premios la delatan porque fue premio
a casi todo en su año de realización e incluso por la OCIC, una oficina
católica, a pesar de ser condenada, secuestrada, censurada y recortada, en esta
España de peineta de aquel tiempo.
- Laura,
aun teniendo razones que son debidas, en muchas ocasiones, al desconocimiento
del lenguaje cinematográfico, y en otras simplemente a la pasividad ante tal
lenguaje como exponente de una sociedad real, en películas actuales, de realización compleja y cuasi perfecta, también se
produce este fenómeno. Veamos “Babel”
de Alejandro
González Iñárritu, 2006.
Este “principio” es idéntico al que describo
en el caso anterior. Probablemente, la música de Gustavo Santaolalla es
tan importante como la de Francis Lai pero en esta producción la diferencia es su
armonía dura, potente, entremezclada con los planos y significado de los mismos,
narrando, a la vez que silenciando, los diálogos, introduciéndose en el
espectador con la energía de su aparente y singular sencillez. Es innecesaria
la reiteración de lo expuesto anteriormente pero quizás sí, un poco de refuerzo
para quienes no la han visionado con la atención que merece. Y te recuerdo, Laura, que esta película también ganó una gran
cantidad de premios importantes en el año de su realización. No son
significativos en ninguno de los dos ejemplos que tratamos. Recuerda una frase
de la crítica sobre ella de A. O. Scott en The New York Times: "Al final “Babel”, como la
torre en el libro del Génesis, es una magnífica ruina, un monumento incompleto
a su propia ambición ilimitada. Pero allí, sobre el paisaje, resulta una
realidad alarmante e imponente. Es una locura, y también, perversamente, una
maravilla."
Siempre debemos tener en cuenta que un buen final
debe ser tan consecuente con el desarrollo de la obra como imprescindible para
la comprensión indiscutible de su coherencia.
Antonio Campillo Ruiz
Es muy importante visualizar la secuencia a plena
pantalla y con buen sonido.
Ay!, yo tambien aprendí a conducir con aquel Ford Mustang. Buena lección de cinematografía, Antonio. No estoy seguro de que los finales deban ser lógicos. Sabes que sobre el famoso 'desarrollo, nudo y desenlace' se han escrito muchas opiniones y no todas coincidentes. Un abrazo.
ResponderEliminarFabulosas peliculas. Babel me sorprendió un monton.
ResponderEliminar"Testigo de cargo" es una de mis películas favoritas. La he visto varias veces.
ResponderEliminarSiempre nos gustaría encontrar finales felices pero lo importante es que el desenlace sea bueno.
Un fuerte abrazo
"Testigo de cargo" es una de mis películas favoritas. La he visto varias veces.
ResponderEliminarSiempre nos gustaría encontrar finales felices pero lo importante es que el desenlace sea bueno.
Un fuerte abrazo
Tu Blog , Antonio, es una Catedra "plural" para los que aún estamos aprendiendo.Una magnifca suerte.
ResponderEliminarUn abrazol.
Claro nos gusta quedar con buen sabor de boca e imaginar que las historias siguen un curso.
ResponderEliminarQuién no recuerda esos finales q acaban en boda? Este es el cine convencional. El más real acaba en un abrazo de los protagonistas y al espectador nos toca imaginar lo que sigue.
La que más recuerdo de las que mencionas es Babel.
Todas las que mencionas son muy buenas.
Muy original la conversación. Así nos enseñas un poco los entresijos del cine, :)
Un enorme abrazo querido amigo.
Gracias, maestro Antonio ... me has dejado KO ... pensando ... y eso a mi edad ya no sé si es bueno. Una buena lección de cine ... gracias.
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