LA
SELVA HÚMEDA PROTEGE LA CIUDAD DE TIKAL
Antonio Campillo Ruiz
Llueve
torrencialmente durante una corta noche. Horas antes del amanecer, se prepara
la partida para recorrer los diez kilómetros que separan las cabañas de
descanso del parque y la gran ciudad de Tikal a través de una selva que llora
las gotas de agua suspendidas en las hojas de su densa vegetación. La oscuridad
envuelve a caminantes, camino y selva mientras empiezan a despertar los monos
aulladores haciendo retumbar sus guturales gritos de árbol en árbol. Pequeñas
luces orientan e iluminan, débil pero suficientemente, la senda abierta entre
plantas de variedades tan diferentes como exóticas y que han absorbido toda el
agua de lluvia caída horas antes.
Una
pertinaz niebla cubre con un manto semitransparente la selva. Encaramados, en
la pared orientada al este, en una de las pirámides más exteriores de la ciudad
perdida, esperando, tratando de vislumbrar los rayos de un sol naciente que
perfora la traslúcida neblina, pacientemente, en silencio, percibiendo los chillidos
y primeros cantos de los músicos que habitan la selva, personas de diferentes
edades y lugares se encuentran expectantes ante un amanecer que lentamente se
despereza sobre un mundo en el que conviven flora y fauna, adaptándose unos a
la otra y ésta a un medio natural cuyo equilibrio depende de ambos.
La
selva húmeda es sorprendente, atractiva, plena de sonidos que se tratan de
identificar sin conseguirlo, envolvente e inmensa. Plantas que han evolucionado
para compartir los pobres recursos minerales del suelo conviven tratando de
alcanzar la luz, su medio para poder subsistir y para ello, formas,
crecimiento, pequeñas zancadillas para conseguirla e incluso compartirla en una
eterna simbiosis, se muestran en un horizonte impenetrable y bello.
Las
tallas de los cantos calcáreos, cincelados por hombres con grandes habilidades,
se descubren entre raíces de grandes dimensiones, un manto vegetal y desechos animales.
Sí, ahí están los sillares que fueron un día orgullo de un gran edificio. Se
obtuvieron de zonas, alrededor de la ciudad, en las que la propia cantera, ahondada
en el terreno, tenía, poesteriormente, la importante tarea de la recogida y
embalse de agua dulce de la temporada de lluvias. Desde estos lugares,
estratégicamente separados, una red de canales acercaba, lo más posible, el
agua a los habitantes de Tikal. Estas obras de ingeniería son de una
importancia vital para una ciudad tan poblada. Sin el agua no habrían podido
sobrevivir con la climatología del lugar en el que se encuentra. El estudio
preciso de las estaciones era imprescindible para la supervivencia, de ahí, el
gran interés por la astronomía y observaciones meteorológicas.
Es
el inicio de una sorpresa tras otra. Majestuosas pirámides, peculiares y
diferentes a las construidas por otras civilizaciones, incluso vecinas, se
muestran entre la protectora selva que las ha guardado durante un tiempo
milenario. Sus esbeltas y empinadas escaleras alcanzan las cumbres en las que
se realizaban diferentes actividades. Lugares palaciegos, grandes superficies
dedicadas a espacios de recreo, emplazamientos para el comercio y transacciones,
conforman la estructura de una ciudad que fue muy activa. Además, los grandes
centros de observación e investigación se localizan en lugares preferentes. El
desconocimiento del arco en las construcciones tuvo como consecuencia la
precisión en la talla de grandes sillares que protegen los dinteles de puertas
y pasos entre diferentes edificios.
Ahora, en la eterna primavera de esta zona de nuestro mundo, la selva
húmeda continúa protegiendo muchas partes de la ciudad de Tikal, todavía por
descubrir. Simbología y grandes altorrelieves, sin posible lectura, pueden
indicar los enigmas que provocaron su desaparición en los albores de nuestro
calendario. Los descendientes de sus habitantes se establecieron en diversos
lugares siendo hoy, de entre las culturas precolombinas, los más numerosos y
quienes han mantenido las tradiciones más similares, cuasi idénticas, a la gran
Civilización Maya.
Me ha gustado mucho Antonio la descripción que haces de la selva, ya me veía allí
ResponderEliminarUn abrazo
Tus viajes, esos viajes ... ay, amigo, a veces te envidio, otras te quiero y las más, te comprendo.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte
QUÉ SUERTE TENER UN AMIGO QUE TE PERMITE VIAJAR SIN MOVERTE DEL SILLÓN. ESTUPENDO EL REPORTAJE SOBRE TIKAL Y HA ESTADO MUY BIEN DEJARNOS OÍR ALGUNAS DE LAS EXPLICACIONES DEL GUÍA. REALMENTE MERECIÓ LA PENA EL MADRUGÓN.
ResponderEliminarDÓNDE NOS LLEVARÁS LA PRÓXIMA VEZ?
UN ABRAZO