PATRICIA
Antonio Campillo Ruiz
Michael Creese
Patricia
paseaba aquella mañana por caminos no trazados, rompiendo el silencio con el
lamento y crujido de los rastrojos al romperse bajo sus pies y abandonados al
sol ardiente. Cada paso la obligaba a mirar al suelo y pensar si podía haber
pisado en otro lugar. Posiblemente, ese paso indeterminado hubiera podido
cambiar el fin pretendido al iniciar el paseo. Siempre pensó que este y no otro
era el permanente azote de sus noches. Reiterar una y otra vez aquello que
nunca alcanzó o rechazó, como camino a seguir. Ahora, una vez concluido el
tramo, soñar como solución plausible el resultado de la elección que no hizo,
asumirlo como real y desviar de su vida actual hechos, acontecimientos y
reacciones, que habrían afianzado su seguridad, era un remedio vano. Su vida,
en mito permanente, no la atormentaría
con tanto poder si alcanzase a entrever cualquier otra forma de aceptar lo sucedido
como única solución admisible. Advertía, en muchas ocasiones preocupada, que se
había acostumbrado a pensar en su comportamiento ante cualquier hecho real, como
si estuviese condicionado por aceptar sucesos que, a pesar de haberse consumado,
nunca alcanzaron su propia realidad. Sus infinitos sueños se entremezclaban con
frustraciones y estaba convencida de coexistir con una simulación de su propia
vida. Sí, esto era lo que percibía al observar la multiplicidad real de sus
ficciones.
Patricia,
cuando estaba en la ciudad, trataba en todo momento de predecir cómo debería
actuar un paseante con el que se cruzaba. Determinaba así su propio proceder y
lo comparaba con otros que cambiarían el devenir de ambos. Este permanente
trabajo mental es el que determinaba que su realidad fuese múltiple y la
cansaba, la derrotaba mentalmente. Por ello, aquel día, estando con sus amigas,
valoró tantas simulaciones posibles como soluciones, no comprendidas, podrían poseer
los dimes y diretes cotidianos. Después, tras largos y agradables momentos, no
podía distinguir lo sucedido en la realidad de los sueños que derivaban de anécdotas
narradas a lo largo de la tarde y derivaba por derroteros inconclusos e inexactos,
escapando, a veces, de la realidad y contando hechos diferentes a los descritos
en otras ocasiones. Deseaba, con la avaricia de quien posee sed, comprender
cómo era posible pensar y sentir en realidades diferentes. Por el contrario, en
sus momentos íntimos elegía caminos insospechados que generaban sorpresa y placer.
Era tan agradable asombrar desconcertando y conmoviendo que, la pasividad se
convertía en agilidad, implacable destructora de la apatía y la dejadez. En
esos momentos, sus múltiples desdoblamientos eran los precursores de nuevos
sueños que aplicaba en un laborioso despliegue de novedosos senderos no
trazados con anterioridad.
Antonio Campillo Ruiz
CAMINOS from Antonio CAMPILLO
RUIZ on Vimeo.
Ah! los novedosos senderos! Todavía tenemos la suerte de poder recorrer alguno. Cuidado con los fortachones, que se les va la pinza. Se avecinan los bárbaros, como en cualquier periodo de la historia. Gengis Kan no ha muerto! Un abracete!
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