ÉXTASIS
María Luisa Arnaiz Sánchez
Miguel Ángel Eugui
EL MANCEBO TEJEDOR
MUHAMMAD BEN GALIB AL-RUSAFI DE VALENCIA, XII
Me decían, insistiendo en censurarme porque le amo:
“Si no te hubieses enamorado de un muchacho vil, de baja
condición…” Yo les contesté: Si yo pudiese mandar en mi amor,
tampoco le querría, pero ese poder no lo tengo. Le amo por sus
dientes como burbujas, por lo perfumado de su aliento, porque
sus labios son dulces y hechiceros sus párpados y sus ojos.
Es una pequeña gacela cuyos dedos no dejan de moverse
entre los hilos, como mi pensamiento al verlo se mueve siempre
entre galanterías. Sus dedos juguetean alegres con la lanzadera
sobre el telar, como juegan los días con la esperanza.
Oprimiendo la trama con sus manos o apretándola con sus pies,
parece un gamo que se debate preso entre redes.
BEN AL ZAQQAQ DE ALCIRA, XII
Un airoso mancebo giraba en torno nuestro, llenando las copas
y reavivándolas a la hora en que el sol ya se había levantado
y había ya brillado la aurora. El jardín nos había mostrado sus
anémonas y daba su perfume el mirto, oscuro como el ámbar.
“¿Dónde está la margarita?” dijimos. Y el jardín nos contestó:
“La he dejado en la boca de quien sirve los vasos”. El copero
lo negaba pero, cuando sonrió, se descubrió el secreto.
El amor es un sentimiento que llega, y no existen razones ni lógicas solo manda el corazón.
ResponderEliminarBesos.
O ciego, y la atracción se explicó por medio de un filtro en los´antiguos y por medio de la Química en los modernos.
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