SOLEDAD
María Luisa Arnaiz Sánchez
Fragmento de retablo, Miguel Ángel Eugui
SOLEDAD
Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando. No sé qué me movió a volver la cabeza, tan solo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.
Pedro de Miguel
Precioso. Siempre que leo un relato así, pienso: "es el que yo hubiera querido haber escrito".
ResponderEliminarTremendo texto sobre la soledad, muchacha, me encantó y también la imagen, gracias por compartir.
ResponderEliminarY mil gracias también por tu saludo en el día de mi cumple, me dio mucha alegría que compartieras ese día por un ratito conmigo.
Besos desde Argentina!!! nos seguimos leyendo!
Forte texto. Gostei.
ResponderEliminarUm grande bj
Es uno de esos textos que parece tan sencillo que ... Pero ¿cuántos lo logran, Mariano?
ResponderEliminarMaría, qué fibra aterradora nos roza ese hilito, ¿verdad?
ResponderEliminarHola Gisa, cuando la sensibilidad aflora, ¡cómo nos sentimos!
ResponderEliminarHermoso relato. Es bueno encontrar estrategias para comunicarnos con los demás. Un abrazo.
ResponderEliminarSolo que esta estrategia habla de alguien tan necesitado que a primera vista conmociona. Soy de tu opinión, Isabel.
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