lunes, 7 de noviembre de 2011

EL ESPACIO SIN LA NASA

EL TERCER PAÍS

Antonio Campillo Ruiz


   Corría el año 1979 cuando Tom Wolfe relató en “The Right Staff” la historia de los primeros vuelos espaciales tripulados. Su obra abrió los ojos a la mayoría de los norteamericanos ya que reveló el tremendo riesgo a que se exponían los astronautas en cada vuelo de la National Aeronautics and Space Administration, NASA. Los estadounidenses confiaban en que la seguridad sería una ineludible preocupación del programa de vuelos espaciales de su país y Wolfe vino a sacarlos de su error, demostrando que la seguridad que se aplicaba por la agencia espacial era ridícula. En 1983 la obra del americano fue adaptada al cine con el mismo nombre, aunque entre nosotros se llamó “Elegidos para la gloria” de Philip Kaufman, 1983.


   El programa Mercury fue el primer programa espacial tripulado de los norteamericanos y comenzó el 7 de octubre de 1958, un año y tres días después de que los soviéticos lograran poner en el espacio el primer satélite artificial: el Sputnik I. Alan B. Shepard se convirtió en 1961 en el primer norteamericano que hizo un vuelo suborbital -5 de mayo-, aunque el gobierno, dada la primacía soviética, lo hizo pasar por un vuelo espacial. Cuando el 28 de enero de 1986, a los setenta y tres segundos de despegar, el transbordador Challenger explotó muriendo sus siete tripulantes, el mundo quedó estupefacto. Con más razón los EEUU porque, durante los veinticinco años pasados desde el viaje de Shepard, no había ocurrido ninguna muerte. Los norteamericanos no sospechaban que la NASA ahorraba en seguridad.


   Pero es que en 2003, cuando el transbordador Columbia estaba a dieciséis minutos de aterrizar, los ojos atónitos de los observadores pudieron ver la desintegración del mismo, que, como era tradicional, llevaba siete pilotos a bordo. Aunque las causas técnicas de los dos accidentes fueron distintas, ambos se debieron a la estructura de la agencia espacial. Antes de ocurrir dichos accidentes, la denuncia de problemas latentes que habían formulado científicos y contratados no sirvió de nada, pues los administradores de la NASA se negaron a contemplarlos sin que hubiera pruebas irrefutables de ellos por las consecuencias político-económicas que acarrearían.


  A) Caso Challenger. Los ingenieros de la empresa Morton Thiokol, que había construido el cohete de combustible sólido -SRB-, venían advirtiendo sobre el hecho de que las bajas temperaturas reducían la resistencia de los anillos de caucho que sellaban las juntas y ni la NASA ni Morton Thiokol buscaron solución a este problema. El día que se lanzó el Challenger una cámara de infrarrojos fortuitamente enfocó al SBR y reveló que, a causa de la ola de frío que recorría Florida, una de las juntas se encontraba a 13 grados bajo cero, pero los responsables de la estructura de lanzamiento no tenían entre sus tareas medir la temperatura del acelerador, de modo que no informaron de este detalle.


   B) Caso Columbia. Buena parte de los ingenieros habían hecho hincapié en la posibilidad de que la espuma empleada para aislar externamente los tanques propulsores pudiera desprenderse en el lanzamiento y la directiva de la NASA asumió este problema como inevitable. Vistas las imágenes del lanzamiento a las veinticuatro horas del despegue, se observó que una pieza de espuma aislante del tanque externo de combustible se había soltado y posiblemente había golpeado el ala izquierda. Los ingenieros pidieron utilizar los servicios de Defensa para evaluar los hipotéticos daños y la NASA desestimó la petición y simplemente utilizó un programa de sofware sobre predicción de daños.



   El comité de investigación del accidente del Columbia llegó a la conclusión de que la misión de rescate en órbita hubiera sido arriesgada pero no imposible. Esta falta de seguridad, los accidentes descritos y, posiblemente, un gasto de proporciones inadmisibles en el momento actual, han precipitado el fin de los vuelos con naves espaciales norteamericanas. La decepción mundial ha sido muy importante. Sin embargo, la estación espacial internacional puede proseguir sus investigaciones porque otros países, aparentemente sin conocimientos ni tecnología para tomar el relevo a Norteamérica, financian proyectos que podrán continuar su proceso a favor de sus nuevos albaceas.


La noticia del día 2 de noviembre del año en curso así lo demuestra:

Hoy fue uno de esos días que rara vez se repiten, y es que, por primera vez, China logró un acoplamiento en el espacio, además del acoplamiento realizado entre la nave Progress y la Estación Espacial Internacional. Es decir, dos acoplamientos que tuvieron como protagonistas a dos estaciones espaciales.


El primer acoplamiento ocurrió hoy a las 11:41 UTC, entre la Progress M-13M y la ISS, tres días después del lanzamiento de la nave de carga. La nave llevó a la estación espacial casi 3 toneladas de alimento, combustible y suministros para los astronautas.


El segundo acoplamiento del día correspondió a la nave Shenzhou-8 y la estación espacial Tiangong-1, lo que es todo un logro para China. Este acoplamiento ocurrió a las 17:30 UTC, a unos 343 kilómetros sobre la superficie de la Tierra.

Con este acoplamiento, China ha dado muestra de las capacidades de su tecnología, convirtiéndose además en el tercer país en realizar un acoplamiento entre dos naves espaciales. El objetivo chino es construir una estación orbital para 2020, el mismo año en que sería retirada la ISS.

Los dos vehículos permanecerán acoplados durante 12 días. Cumplido este periodo, las naves se separarán para llevar a cabo otro acoplamiento, esto con el objetivo de ganar experiencia y confianza en condiciones diferentes a las del primer acoplamiento.





NOTA: Todas las fotografías pertenecen a publicaciones libres de la NASA excepto las dos que se encuentran insertadas en la noticia final.

6 comentarios:

  1. Pura historia moderna, Antonio. Enriquecedor artículo y, eso sí, un detallado y acotado camino hacia la demostración palpable de la estupidez humana.
    Lástima, yo también creía en ese mundo, en esa carrera espacial donde la ciencia, finalmente, sucumbió ante eso, ante la estupidez humana.

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  2. Gracias por propiciar mi desasne en estas cuestiones, Antonio. Un abrazo

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  3. No estoy muy puesta en estas cuestiones, pero me ha impresionado el artículo.
    Feo, muy feo lo de los recortes en seguridad de la navaes espaciales norrteamericanas.
    En cuanto a los chinos, no me extraña nada que alcancen pronto la supremacía en el espacio. Son muy listos, están en plan economía emergente y, cuando se levanten del todo, no habrá quien los pare.
    Un abrazo, Antonio, y hasta dentro de un ratito.

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  4. Enrique, hay que reconocer que las investigaciones y los miles de descubrimientos realizados en unas condiciones especiales han sido "clasificados" Top Secret.
    Es posible que la inversión esté o no amortizada. Nunca lo sabremos.
    Es posible que las experiencias científicas en la Tierra puedan ser más inmediatas. Nunca lo sabremos.
    Es cierto que existen millones de lugares y miles de especies vivas sin investigar sobre la Tierra que se tendrían que estudiar prioritariamente.
    Es cierto que nunca sabremos si miles de estas "desconocidas" investigaciones se han realizado.
    Enrique, sólo sabemos que no sabemos nada porque no dominamos el idioma chino mandarín.

    Un abrazo.

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  5. Mariano, ¡ni mucho menos! No puedo explicar nada porque nada sé. Lo que cuenten unos y otros es lo que quieren que sepamos. El resto es pura especulación razonada a base de matar a millones de neuronas y... ¡a pesar de ello nunca aciertas!

    Un abrazo, Mariano.

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  6. Sí, Isabel, una fea priorización: dinero frente a seguridad.
    La cuestión es qué investigaciones realizadas durante bastantes años, ahora, en un plis plas, pasan a manos de quienes han sido los "eternos ignorantes" porque poseen poder económico.
    No sabemos qué han investigado "los amigos" ¿vamos a saber lo que investigan los nuevos ricos y con qué objetivos?
    Este es un problema que soslayo por la incertidumbre de expresar sólo las interpretaciones que sabemos de la verdad confeccionada, nunca real.
    La investigación científica, que debería ser fruto de una colaboración mundial, se transforma en causa y fin de lucha por la supremacía del poder.

    Un fuerte abrazo, Isabel.

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