María Luisa Arnaiz Sánchez
La víctima, Balthus
La que nació
humildísima en Valga (Pontevedra, España), fue una de las mujeres más ricas del
mundo gracias a sus amantes -entre otros, Nicolás II de Rusia, Guillermo II de
Alemania, Eduardo VII de Inglaterra, Leopoldo II de Bélgica, Alberto I de Mónaco
y Alfonso XIII de España (“los reyes, en
general, no son muy generosos, pero yo a todos les enseñé a dar”)-, la que
vivió, parece, de la generosidad del casino de Montecarlo en una habitación de la Rue d’Angleterre de Niza
porque había dilapidado su fortuna en el juego, la que olvidó su lengua materna
y murió sola en 1965, esa, fue violada de forma brutal a los diez años en los
alrededores de su pueblo por un tal Venancio Romero, al que no se pudo hallar.
Sigue la censurada transcripción del parte oficial sobre la agresión sufrida
por una niña que, según decían, “ten una fermusura
diabólica”, la hija de Carmen Otero y un desconocido, Agustina Otero
Iglesias, La Bella Otero.
“Era el año 1879. Al juzgado de Caldas de
Reyes acudió una madre desolada diciendo que en la noche del 6 de julio había
sido bárbaramente ultrajada su hija en un camino solitario. Se instruyó el
correspondiente sumario. Era juez de aquel partido don Juan Puig Vilamora, La
autoridad fue a la pobre casa donde habitaba la víctima. Los médicos don José
Benito Vázquez y José Francisco Vázquez la examinaron y emitieron su informe.
Según este, el ultraje había sido consumado en términos tan brutales que “por
decencia no pueden escribirse” y se calificaba de grave el estado de la
chiquilla. Habíase producido una fuerte reacción que la hacía delirar y que
trastornaba su cerebro”. Nina había gritado: “¡Auxilio, mi madriña!” y dos mujeres, que reconocieron al violador,
dijeron: “¡Allá vamos!”. Carolina,
como luego se hizo llamar, tenía la pelvis rota y se quedó estéril.
Ese Venancio mal nacido se merecía que le hubiera abierto la cabeza con una piedra.
ResponderEliminarEspeluznante, Marisa.
Un abrazo para ti.
¡Madre mía, cuánto canalla suelto! Y hay tantos casos ocultos aun en nuestros días... Qué horror, Isabel, qué horror.
ResponderEliminarUn beso.
Desconocía este dato tan duro de la biografía de la Bella Otero. ¡Qué enorme debió ser aquella brutalidad! ¿Una belleza diabólica? El diablo, sin duda, era aquel Venancio. Besos, querido amigo.
ResponderEliminarGeneralmente, Isabel, se cuenta solo lo que adorna a un mito y se calla lo que conviene a cierta moral. Un beso, querida amiga.
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