UN
CICLO INQUIETANTE
Antonio Campillo Ruiz
Establecer
un fondo sobre el que se realza la jerarquización de
las figuras en primer plano para su protagonismo es una característica peculiar que diferencia el arte visual occidental y la organización espacial oriental, pues en esta los elementos que conforman la imagen se integran en la misma con igual valor
en el conjunto del todo. El vacío, la ausencia de forma, es la clave esencial
de la composición oriental que, unida a un minimalismo muchas veces incomprendido,
dificulta el sabor de la imagen, sea fotográfica, sea pintada. “Bom yeoreum gaeul gyeoul
geurigo bom”,
“Primavera, verano,
otoño, invierno... y primavera” de Kim
Ki-duk, 2003, no es una excepción a pesar de su facilidad de percepción
fílmica.
Utilizar arrebatadoras y hedonistas imágenes para representar un poema budista repleto de simbología visual es algo sencillo para el surcoreano Kim
Ki-duk y difícilmente asimilable en occidente pese a que su contemplación conduce a la paz interior. El autor conjuga magistralmente una densa moralidad basada en la culpa, el
arrepentimiento, la violencia, el dolor y una expiación que solo es posible a
través del sosiego espiritual. Unido a estos factores se encuentra el tiempo.
Un tiempo cinematográfico que gira en ciclos y provoca una distorsión en el
tiempo fílmico que el espectador puede sentir lento, normal o excesivamente
rápido por unas elipsis temporales, a veces, excesivamente grandes. Es el
tiempo mágico que transcurre en el lago Jusan con ausencia de agitaciones
psicológicas especiales. El tiempo debe transcurrir y llevar al lugar
correcto en cada momento.
La
película, compuesta por cuatro grandes partes más un epílogo breve y no conclusivo, deja transcurrir los acontecimientos que afectarán a un ser cuya vida discurre en condiciones especiales a causa de la alteración que sufre al entrar involuntariamente en contacto con un mundo
diferente, moderno, vertiginoso y opuesto a sus sentimientos. Todo es aleccionador y moralizante a un mismo tiempo.
Lo peor es la sensación de horror que comete consigo mismo y
la eliminación del odio que le corroe. Ambos sentimientos prosperarían
inalterables sin las enseñanzas habidas a lo largo de su vida por quien ha
sabido modelar una mente y un espíritu que, sin ser tan puros, parecerían irrecuperables.
No es posible, sin una formación profunda, desentrañar el significado de las
palabras escritas en el suelo de madera, luego cinceladas en
bajorrelieve y coloreadas, que pueden manifestar un arrepentimiento profundo
de quien, habiéndose apartado del bien, sin tener en cuenta las lecciones
aprendidas, debe expiar su culpa.
Los
elementos peculiares del cine de Kim Ki-Duk, casi carente de diálogos y de música, desarrollados en escenarios de una
belleza inigualable bajo un punto de vista de la cámara especialmente elegido que genera una
fotografía preciosista rodada en un solo escenario natural, se pueden considerar como un mérito superior que cambia dinámicamente con cada
estación. Una satisfacción añadida al espectador. Es una obra que induce al
conocimiento de uno mismo, a la reflexión sobre la conducta, a la
contemplación de algo más que lo inmediato y cotidiano, a la trascendencia,
etc.
Todo ello, sugerido a través del lenguaje cinematográfico, del poder de la
imagen, de la composición de los planos, de las metáforas que dan vida a una
historia diferente, especial. incomprendida en muchas ocasiones por el choque
brutal con la vida real que atenaza e induce a un rápido consumo de
hechos, fotografías, música, así como de actuaciones más o menos veloces o
violentas, cotidianas en el cine efectista. La descripción de lo
marginal, las temáticas perturbadoras y los personajes amorales que inundan el
universo cinematográfico de Kim Ki-Duk, dan paso, en este noveno
film del director, a una descripción más positiva de la vida o por lo menos sin la necesidad de violar la sensibilidad mediante la carga de imágenes
transgresoras de alguno de sus trabajos.
Kim Ki-Duk
Es importante visionar la película a plena
pantalla.
Acertaste, maestro campillo, esta es de 10, también. me la llevo, claro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Se me van a amontonar tus deliciosas pelis. Aun no he podido ver la anterior. Abrazos.
ResponderEliminarGRACIAS!!!!!! Esta no la ví, y nadie podía haber resumido mejor que tú lo que transmite este cine oriental, tan maravillosamente estético y cargado de simbologías! He visto muchos de los grandes títulos de este cine, atraída, obviamente, por su estética que me resulta inigualable, así que, te agradezco esta propuesta, la disfrutaré probablemente hoy por la noche, ya que la ansiedad por la Final del Mundial de mañana, probablemente me mantendrá "en vela"! Jaja! Gran abrazo, Antonio!
ResponderEliminarAntonio !una maravilla!...hay que hacer un pequeño esfuerzo... seguro, pero recompesa con creces...amplia, engrandece nuestro "mundo", nuestra manera de mirar... hablo de la mia, Antonio.....Occidental, muy Occidental como es logico... pero repitpo, el esfuerzo merece la pena...enriquece...
ResponderEliminarUn abrazo.
No por casualidad, el taijitu con su ying y yang es el símbolo de Corea del Sur. Esa oscilación del bien/mal, cielo/tierra, vida/muerte y más, ese continuo arrastrar culpas buscando una expiación, se convierte en el núcleo de esta cinta minimalista donde las haya que para mí acabó flotando, como el templo que centra la acción/no acción. Echando una mirada atrás sobre la obra de Ki-Duk, director de una violencia y crueldad difíciles de soportar, su ejercicio sobre las estaciones y la vida buscando la pureza, me sorprendió gratamente al principio. Amante como soy desde muy joven del cine de Oshima y Kurosawa, su inicio presagiaba una buena película oriental envuelta en un paisaje de infarto, auténtico protagonista.
ResponderEliminarPero el metraje transcurría y fui comprobando que al director se le había ido la mano con el tempo y las pretensiones. El protagonista sufre y sufre y yo no acabo de creérmelo. El simbolismo está muy bien, pero si incide e incide buscando la aquiescencia, mal vamos. Seguramente un admirador del director coreano dirá que es una cuestión cultural, pero no me convence.
Querido amigo, a un creador puedo perdonarle todo menos que acabe aburriéndome. Y con todos sus valores que le reconozco, en este caso así fue.
!Hola,Antonio!
ResponderEliminarPor lo que explicas, entiendo que uno de los mensajes de la peli es conseguir el equilibrio deshaciéndonos de las cargas.No la he visto,pero lo solucionare en breve.Gracias por compartirla.Muchos besitos y feliz verano.
No la conozco y estoy segura de que será muy interesante.
ResponderEliminarAsí que la veré con mucho gusto.
¡¡Gracias!!
Un abrazo muy grande.
Amigo Antonio, una peli no fácil de entender (mucha simbologia) para un occidental, buena sobre todo, como decías, por sus imágenes, también, al menos ami me gusta que no halla mucha música. Parece una contradicción que el mundo oriental, con toda su sabiduría, sosiego, contemplación etc. lleve al mismo tiempo una crueldad con ellos mismos que lleva a extremos de asesinato, suicidio. arakiri etc.
ResponderEliminarParece como que el dicho de si quieres la paz prepárate para la guerra, sea una cuestión necesaria
Un abrazo tocayo
Está la veré despacio, pq me da que algo de lo que busco me va a enseñar.
ResponderEliminarBesos