UNA
MORADA PARA LA LUZ II
Antonio Campillo Ruiz
Desde
el descubrimiento de una masa líquida sobreenfriada, rígida a temperatura
ambiente, e inmutable al ataque de compuestos químicos de gran fuerza ácida o
básica, sea cual fuere su naturaleza, orgánica o inorgánica, excepto el fluoruro
de hidrógeno y muy pocos agentes fuertemente oxidantes, el hombre ha tratado de
encontrar una morada para la luz, un lugar en el que la luz pudiese reflejarse
y refractarse con toda la belleza de las luces que componen la luz blanca. Esto
suponía la transformación de compuestos químicos cristalinos, a altas
temperaturas, en masas modelables que puedan adquirir, con relativa facilidad,
formas peculiares y definidas por los artesanos que cuidan las propiedades que
deben tener cuando se sobreenfrían y se solidifican, adquiriendo una
resistencia a la rotura que es suficiente para la aplicación a la que se destinan.
A pesar de deformarse la estructura cristalina perfecta de los cristales que lo
conforman, el vidrio posee unas características tan complejas como las diferentes
fases de formación natural de los cristales que contienen pero con diferente
ordenación atómica o molecular.
Es
importante diferenciar, sólo comparando las definiciones que proporciona el DRAE
de las características estructurales del cristal y el vidrio.
CRISTAL.
(Del lat. crystallus, y este del gr. κρύσταλλος).
1. m. Sólido
cuyos átomos y moléculas están regular y repetidamente distribuidos en el
espacio.
VIDRIO.
(Del lat. vitrĕum, de vitrum).
1. m. Sólido
duro, frágil y transparente o translúcido, sin estructura cristalina, obtenido
por la fusión de arena silícea con potasa, que es moldeable a altas
temperaturas.
Nos
ocupamos de la segunda definición, el vidrio, la morada de la luz, de ese
sólido que conocemos bien y que atrapa todas las luces del espectro de la luz blanca
porque su composición química, alterada artificialmente con respecto a su
materia prima, refleja las luces cuyas propiedades podemos apreciar gracias a
la cantidad de elementos químicos extraídos de una Naturaleza rica y una
sabiduría transmitida de boca a oreja de maestros en el arte de mezclar, fundir
a temperaturas siempre cuidadas con el esmero de su secreto, modelar con unos
pulmones acostumbrados a una presión especial y grabar, grabar con la
delicadeza de la talla de un objeto delicado, muy delicado, siempre diferente,
único y muy frágil.
La
belleza de objetos de todo tipo, utilizados desde los primeros tiempos, es tan
sorprendente como misteriosa. La belleza de las tallas es tan prodigiosa que en
muchas ocasiones pensamos que no es posible que con sus manos, sólo sus manos,
el artesano consiga crear la mágica sensación de haber construido un lugar para
que habite la luz.
Es importante visionar el
montaje en vídeo a plena pantalla.
Voy a investigar más por aquí.
ResponderEliminarMe pasaría horas y horas ante las vidrieras de las catedrales. Es increible el dominio de las técnicas precisas ante tantos años. Cuantos artistas anónimos.
ResponderEliminarGenial ... sencillamente.
ResponderEliminarToda tu entrada me ha llevado hasta el taller de soplado de vidrio que tanto me gustaba visitar de niña y que me dejó una afición por ese arte, más que oficio. Hay en Barcelona varias tiendas sobre vidrio, unas dedicadas a piezas actuales y otras a aquellas modernistas, verdaderas joyas.
ResponderEliminarQué documental sobre esas moradas de luz, qué bello título, felicidades,
Un arte que, además de bello y artesanal, puede calificarse de delicado más que ningún otro. El diseño, la elección de colores, el soplado y el emplomado deben realizarse siguiendo un patrón muy determinado siguiendo la sensación lumínica que queremos transmitir. No hay que olvidar que la luz es sinónimo de divinidad como bien supieron apreciar los arquitectos góticos al utilizar los vidrios de colores por primera vez en sus construcciones.
ResponderEliminarUn saludo
¿¡Una morada para la luz!? Todo un acierto en la elección de las palabras, Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿¡Una morada para la luz!? Todo un acierto en la elección de las palabras, Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buen artículo, como nos tienes ya acostumbrados Antonio, tanta hermosura y delicadeza que el hombre hace, de hecho copiando lo creado, la naturaleza divina
ResponderEliminarUn abrazo
¡Extraordinario! Gracias Antonio por compartir tamaña belleza...
ResponderEliminarQuerido amigo, necesitaba comunicarme por correo contigo, pero
tu dirección ha debido de extraviarse porque no la encuentro. Si
lo crees oportuno me la envías, la estaré esperando.
Te dejo mi incondicional cariño.
María.
.
¡Extraordinario! Gracias Antonio por compartir tamaña belleza...
ResponderEliminarQuerido amigo, necesitaba comunicarme por correo contigo, pero
tu dirección ha debido de extraviarse porque no la encuentro. Si
lo crees oportuno me la envías, la estaré esperando.
Te dejo mi incondicional cariño.
María.
.
Un gran arte. Maravilloso!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Un gran arte. Maravilloso!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Te felicito, amigo Antonio, por esta "morada para la luz" es una preciosidad...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo desde Caracas
Arte y belleza.
ResponderEliminarBesos.
Hola Antonio, hermoso post puro arte y belleza.
ResponderEliminarGracias por compartir:
Morada para la luz.
Saludos.
MA.
El blog de MA.