UNA
VIDA DE DUDAS
Antonio Campillo Ruiz
Anne Bachelier
El
recelo creó una prevención que se convirtió en terror. Nadie quería hacer aquello.
El tiempo pasaba velozmente y el pueblo languidecía con la preocupación. Partir
hasta aquel lugar y abtener éxito haciendo que los problemas desapareciesen era
una idea disparatada para muchos, Él se levantó y echándose la cuerda que
siempre le acompañaba allá donde iba y partió para hacerlo. Su temeridad era
muy superior a los consejos. Para otros, también su terquedad. Pero,
supuestamente, lo hizo y su logro fue un ejemplo para todos los habitantes del
lugar. Desde que los viejos eran niños, fue el tema de conversación de todo
tipo de tertulias. Quienes eran más osados
llevaban la voz cantante hablando y hablando de los diferentes modos y
formas de alcanzar lo que inquietaba a todos. Aquellos que vivían más
cómodamente y se encontraban felices por diversos motivos quedaban pensativos
sin decir nada y se limitaban a escuchar.
Las mujeres eran más osadas. Sus largas diatribas acerca de la
temeridad, la valentía y el coraje, las iba excitando poco a poco hasta que
alguna resbalaba por la pendiente de las confidencias explicando sueños que
juraba como ciertos aún siendo ilusiones que no se atrevían a explicar ni
siquiera a sus novios ni maridos.
Anne Bachelier
Los
domingos, tras la comida, los mozos trataban de simular haber hecho lo que probablemente
se hizo en su día. Nunca fueron fáciles la conversaciones y sí frecuente que se
acabase en acaloradas discusiones sobre pequeños aspectos que, si bien eran
diferentes, no podían ser contrastados. Las chicas lo soportaban de mal humor.
Las dejaban solas durante parte de la tarde
y las buscaban cuando la poca luz de las pequeñas farolas ofrecía
oportunidades que no eran bien recibidas en plena tarde.
Anne Bachelier
El
día que llegó el forastero procedente de aquel lugar remoto, dueño perpétuo de
sus sueños y realidades, fue una fiesta. Nadie creía que pudiese llegar otra
persona porque ellos, desde el día del hecho, jamás habían salido de los
límites invisibles de su demarcación. Reunido el consejo asesor de hombres
ilustres, decidieron preguntarle si conocía el suceso que se produjo aquel día
en su remota tierra y si su conciudadano lo hizo. Sentado cómodamente el
forastero excuchó con interés la petición y tras un tiempo de reflexión explicó que el tema era
complejo y debía madurar la oportunidad de responder. Acordaron que al día
siguiente daría una contestación.
Anne Bachelier
Los
pequeños corrillos de hombres y mujeres se encontraban tan cerca unos de otros
que se podían oír entre ellos y formaban un irregular semicírculo que partía y
terminaba en el lugar de la reunión. Antes de acabar de aparecer el sol en el horizonte
el forastero salió a la calle con cara preocupada y las manos en los bolsillos,
se dirigió despacio al lugar de encuentro, entró cortando el inmenso silencio
de las gentes y, dirigiéndose al portavoz del día anterior, dijo con solemnidad:
“Sí, lo hizo”.
Antonio Campillo Ruiz
Anne Bachelier
A veces, cada vez más, querido amigo, yo mismmo me siento un forastero cuando asomo la inteligencia que me queda por la sociedad del poder social y político que me rodea, tanto que me pregunto: ¿Qué fue de todo aquello que hicimos? - Lo peor es que esa pregunta también se la oí decir a mi Padre hace muchos, muchos años.
ResponderEliminarUn abrazo profesor.