Antonio Campillo Ruiz
La Verdad
Jules Joseph Lefebvre
Musée d’Orsay
Querida Verdad, es la primera vez que se antepone un vídeo al texto. Es debido a la gran importancia del tema a tratar: hace ya unos años que parece estar silenciado un lento pero importante proceso de investigación. Quienes han deformado, asustado y desvirtuado la verdad en los medios, no dicen absolutamente nada de él y es muy importante que ahora, cuando los científicos serios están realizando un camino duro pero eficaz, ahora, es cuando se debe informar de sus avances o fracasos.
Los seres anónimos que creemos, acatamos y realizamos, aquello que los autodenominados grandes descubridores del bienestar social deciden, de vez en cuando chillamos un poco, solo un poco. Entonces, se nos acalla enfrentándonos a la también autodenominada clase científica que nos apabulla con su complejo vocabulario, casi siempre mal redactado bajo la inexcusable simpleza de “ser lenguaje científico y no literario”. También es muy frecuente la orden, dictada con altivez, de seguir este o aquel camino trazado por ellos. Son los que deciden nuestro bienestar.
¡Ah, vida!, en demasiadas ocasiones ya, quienes han impuesto normas estudiadas sin suficiente experimentación y, por supuesto, vislumbrando solo el horizonte de la comercialización o la premura de tiempo demandada por la competitividad entre investigadores, se han equivocado tantas veces que, tras grandes barbaridades, han debido dar pasos atrás en aquello que habían establecido como hitos de la investigación científica.
El caso que nos ocupa es uno de tantos pero muy complejo, global y peligroso. Empujados por una urgente búsqueda de soluciones, hacia 1984 gobiernos “poderosos” del occidente rico en el que nos encontramos, después de sufrir una sorpresa que a unos alegraba y a muchos nos espantaba, decidieron invertir un número escandaloso de medios y dinero para poder explicar la aparición de extrañas enfermedades en determinados grupos sociales marginados por quienes no conocen la fisiología humana.
La ansiedad por conseguir resultados se transformó en una carrera por alcanzar el éxito sobre la causa directa de la plaga del “vicio contra natura”. En ningún laboratorio se descubrió tal causa. Lo que se concluyó, después de un gasto ingente de dinero público, denuncias, juicios por la prestigiadora autoría, tergiversaciones científicas y engaños, fue un retrovirus mal identificado, peor visto y similar a los miles y miles que existen en nosotros y en la naturaleza. Era el enemigo público número uno. Se le llamó Virus de Inmunodeficiencia Humana, VIH.
A “la enfermedad incurable y mortal” que provocaba, se la denominó Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, SIDA, después de soportar, como siempre ha sucedido con otros muchos descubrimientos, las siglas en inglés AIDS para atemorizar a la indocta población. Esta enfermedad, martirio de quienes no seguían la “normalidad” de una sociedad “natural y recta”, parecía que “empezaba y terminaba en ellos”. Era muy curioso, como lo ha sido siempre, que no se incluyese a las “contra natura” femeninas en el grupo de afectados. El imperante machismo mundial hacía de las suyas.
Pero, hete aquí que de pronto, sorprendiendo tanto a científicos como a unos medios de comunicación que durante un largo período de tiempo generaron desinformación, miedo, mofa e incluso noticias fragmentadas, inventadas o simplemente opiniones de muy deficientes fuentes, “los humanos normales, e incluso la mujer”, también eran susceptibles de padecer el mal que poco a poco, “echándole la culpa al grupo marginal del que provenía”, se empezó a convertir en una pandemia. Eso sí, solo eran “afectados por el virus” los países ricos, luego ¿se trataba de una maldición?
Ahora, fijémonos bien en un hecho. La pandemia llevaba ya atacando los países del primer mundo desde hacía varios años y se había ido descubriendo su propagación lenta pero inexorablemente. Si un día las mentes privilegiadas de muchos medios decían “se han detectado tres casos en tal país”, al día siguiente volvían a informar acerca de que “también en tal otro país existían tantos afectados”. Y así, el goteo diario de damnificados hizo que la prevención llegara a un extremo que incluso cruzarse con una “persona seropositiva implicaba riesgo”, dando lugar a un miedo generalizado e injustificado. Temor que fue perfectamente orquestado por agoreros, predicadores, pseudoprofetas de las catástrofes que les son propicias y grupos con lacito rojo que solicitaban ayuda, ¿solicitar ayuda monetaria después de la astronómica y catastrófica inversión realizada en deficientes investigaciones? Inadmisible. Algo olía muy mal.
Sigamos fijándonos atentamente. Pasados no menos de tres o cuatro años del “descubrimiento” y habiendo tenido un “lento contagio en los países occidentales”, de golpe, en menos de dos meses, toda África estaba infectada por la plaga. En buena lógica, algo imposible de producirse si hubieran sido ciertas las anteriores informaciones de quienes, siendo la voz de su amo, propagaron falsas noticias. La deducción normal de los voceros mantenidos no se hizo esperar: “El origen del VIH estaba en África” y, por supuesto, “hay millones de afectados por su modo de vida, basado en la promiscuidad, el libertinaje y la herejía”.
Muchos científicos serios y preocupados habían seguido investigando sin tener en cuenta los famosos esquemas y bonitos dibujos del retrovirus más famoso de la historia. Pensaban, con razón, que la explicación había sido apresurada y probablemente incompleta, cuando no incierta. Una infección tan virulenta es muy poco probable que la desencadenara un retrovirus. Debería ser un virus con una enorme capacidad de contagio y destrucción celular. Además, es incomprensible la aparición, entre otras enfermedades oportunistas, del sarcoma de Kaposi ya que, siendo un cáncer, lo que ocurre en su proceso maligno es el crecimiento desmesurado de células, en tanto que, si el causante fuera un virus, lo que haría sería introducir su material genético en la célula y fabricar el suyo propio miles de veces. Una vez realizada tal acción la célula muere cuando se lisa y aparecen los nuevos virus. Y…, las células cancerígenas se multiplican descontroladamente, no mueren por el ataque de un virus.
Niño enfermo de SIDA
Niño enfermo de HAMBRE
¡Ah, claro!, el retrovirus no mata a la célula huésped. ¿El VIH será fruto de la feliz deducción del origen de la enfermedad precisamente por esta característica de los retrovirus? ¿Cómo es posible que el VIH genere tal cantidad de enfermedades oportunistas diferentes, muchas de las cuales se tenían por “controladas” en todo el mundo? ¿Cómo se pudo infectar toda África en menos de dos meses si la enfermedad se había iniciado en San Francisco y solo dentro de un grupo muy definido?
Para estos serios investigadores las preguntas sin respuestas concretas y acertadas no poseen validez. El SIDA existe pero no es causado por el retrovirus VIH. Además, su nombre está muy bien designado: es una enfermedad causada por la inmodeficiencia humana. Y ¿quién provoca la inmunodeficiencia? Pues en el momento actual creo que las investigaciones están empezando a encauzar la verdadera causa: aguas contaminadas, aire contaminado, comidas con múltiples compuestos químicos cancerígenos, absoluta o casi absoluta falta de los medios mínimos necesarios para una vida sana, drogas tradicionales adulteradas o de diseño, productos químicos de desecho que siguen la cadena trófica y alimentaria, fármacos que entre sus muchos efectos secundarios poseen propiedades tóxicas para el sistema inmunológico, regímenes de vida contrarios a los procesos metabólicos del cuerpo humano, etc.
Probablemente podemos explicar algunas de las desafortunadas y capciosas noticias que quieren decirnos. La inmunodeficiencia la padecen por igual ricos y pobres, aunque en estos últimos es más frecuente y casi siempre mortal. Querida Verdad, te solicito con todo mi cariño que potencies en investigadores, científicos, poderosos y quienes ordenan este minúsculo planeta que los logros y fracasos de los avances científicos, tecnológicos y sociales, lleguen a la población sin la intervención interesada de los gobiernos y de las industrias farmacéuticas. Como siempre terminamos enterándonos de los ocultamientos con que procedieron, creo que es mucho pedir, pero lo importante es que no se utilice a nadie como cobaya.
IMPORTANTE: Se recomienda encarecidamente que se sigan los pasos que indica la siguiente dirección para poder visionar el documento que creo importante para completar lo expuesto en el texto escrito:
Título: “House of Numbers” – “Castillo de Naipes”
PARA LOS LECTORES: Debido a su larga duración no es posible adaptar los códigos del documental que se recomienda. Se facilita la dirección para que puedan “visionarlo” en su ordenador.
Todas las frases que se encuentran entrecomilladas en el texto han sido obtenidas de declaraciones de famosos personajes actuales.
Es increible... estamos hablando de lo mismo de siempre... Engaño, manipulación, intereses económicos...
ResponderEliminarSi en algún momento de nuestras vidas supieramos toda la verdad, lo más probable es que más de uno se apearía del mundo...
Nos traes una magnífica y aclaratoria exposición que desde luego no deja indiferente. Gracias.
Creo, Beatriz, que contrastar opiniones e investigaciones que siguen líneas divergentes siempre enriquece a todos los que se encuentran en el proceso de investigación.
ResponderEliminarTratar de saber lo que nunca quieren que sepamos o la ocultación de datos e investigaciones importantes, diria que es imprescindible para quienes ignoramos estos procesos.
Pero, Beatriz, este solo es el primer capítulo sobre una enfermedad terrible, global, de la que no se habla en medios de comunicación sociales desde hace...¿quince, más?... años.
La pregunta que debemos hacer es: ¿POR QUÉ NO EXPLICAN SUS AVANCES O FRACASOS?
Muchas gracias por tu valiosa reflexión.