ESTE VERANO PUNTUALIDAD
Antonio
Campillo Ruiz
Este verano, en
nuestra tierra, las temperaturas son muy elevadas. Además existe una calima
sahariana que afecta con intensidad a todo el sur y centro europeo. Calmar un
poco la sensación aplastante de un cielo seminuboso se consigue con una opípara
cena preparada en casa con pan recién cocido e ingredientes sabrosos, un buen refresco, y asistiendo al recinto en el que la magia de las imágenes dinámicas se
proyecta en una pantalla de tela tensada
con cuerdas o en una lisa pared blanca. Es el cine de verano.
Desde tiempos
lejanos el cine de verano ha sido el más asequible lugar para rememorar filmes
visionados con anterioridad o poder disfrutar de aquella película en la que no
pudimos reírnos, llorar u horrorizarnos, por cualquier motivo, que siempre resultó ser inopinado e inútil.
El cine de verano
posee todo aquello que usted precisa para disfrutar de la brisa en las playas,
el fresco en la montaña y, siempre, de la magia de las historias que se suceden día
tras día en su pantalla.
Actualmente es un
poco anárquico. Casi en todas las terrazas existen mesas en las que podemos
dejar bolsas y capazas con enseres, alimentos y bebidas, para la cena. Incluso
podemos llevar de casa vasos, platos y manjares de entretenimiento (pipas,
altramuces, cascaruja), aunque no hayan sido adquiridos en la sempiterna
cantina del cine.
Como casi siempre, la prisa porque empieza la película es mala consejera y los cálculos, especialmente con refrescos y otras bebidas, no son exactos; el proyectista,
entre película y película de los programas dobles, alarga un poco el descanso
para que tengamos que adquirir, ahora sí en la cantina, bebidas y chucherías a
precios desorbitados.
Bien, como el
pasado verano nos retrasamos debido a la adquisición de un nuevo proyector,
este verano somos puntuales y el día uno de julio abrirá, puntual, nuestro CINE
DE VERANO III.
Nuestro "nuevo proyector"
Pequeño homenaje a Julio Álvarez, uno de los miles de profesionales proyectistas, junto al proyector del cine de verano. © Belén Caballero Sanchis
Resultado de las nuevas proyecciones para Cine de verano III
Voy a por media docena de cervezas y unos pasteles de carne.
ResponderEliminarUf, qué de recuerdos me traes. No está mal repescar la tradición del cine de verano.
ResponderEliminarComo dice Mariano, recojo bebidas y condumio y a gozar, como cuando era cría.
Abrazos.
Una idea maravillosa! Disfruta mi querido amigo! Me gustaria muchisimo que esto ocurrisé acá también.
ResponderEliminarBesos en tu corazón y perdoname cualquer engano en la escrita.
El cine de verano y esas inolvidables nostalgias, amigo. Recuerdo que, ya hace mas de treinta años, en unos autocines que había por aquí y por allí, en mi tierra natal, los disfrutaba. Mi padre me enseñó a conocerlos bien cuando me llevaba a los que había en el paralelo barcelonés, mi inolvidada La Bohemia. Me encanta el cine de verano, amigo Antonio, gracias por recordármelo.
ResponderEliminarMariano, ¡esos pasteles de carne...! ¡Huy, qué ricos! Calenticos... de Bonache o la cafetería Barba, que también están muy ricos y al Murcia Parque, al Imperial, plaza de toros o la terraza Iniesta...
ResponderEliminarNo sabíamos lo que comíamos ni lo que bebíamos en la oscuridad pero, ¡estaba todo tan bueno!
tras los pasteles y bebeidas quedaban los cuchicheos y achuchones entre todos los componentes de las pandillas...¡era lo mejor,sin duda!
Ahora, con nuestro cine particular, podemos hacer un simulacro sacando el aparatito bajo las estrellas.
Un abrazo, Mariano.
Isabel, es una desgracia que se hayan ido perdiendo estas salas en beneficio de unos medios en donde la incultura, la incomunicación e imposibilidad de soñar, son su punto de mira y objetivo preferente.
ResponderEliminarTuvimos la suerte de hasta mojarnos algunos días de esporádicas nubes tormentosas de verano: el agua de lluvia nos ayudaba a quitarnos la mugre de la desesperante inanición de pensamiento de la época.
Por ello, en verano, creo que debemos rememorar los "cines de verano" con su imborrable sabor.
Un fuerte abrazo, querida Isabel.
No tengas dudas, Gisa. En tu país, los cines de verano serían un lugar estupendo para una convivencia más estrecha entre los miembros familiares, grupos de amigos y amantes del cine.
ResponderEliminarAdemás, visionar películas importantes de la Historia del Cine y no producciones de tres al cuarto sería un beneficio añadido.
Plantea la idea a los políticos y empresarios para conseguir una, sólo una sala, donde proyectar películas que han sido mundialmente reconocidas como importantes.
Un fuerte abrazo, querida Gisa.
Enrique, con distintos nombres pero con las mismas constantes en las salas, en la costa mediterránea, además de la mejor dieta del mundo, hemos tenido y todavía quedan, los mejores recintos para veranear del mundo: los cines de verano.
ResponderEliminar¡Deje usted el hotel con cava de regalo (la primera noche) y lleve a su novia, con una opípara cena de bolsa, a un cine de verano. Se lo agradecerá mucho más que quedarse en la cómoda habitación con un aire enrarecido por los aparatos que enfrían tanto el cuerpo como el alma.
¡Salgan ustedes, hombre, salgan de la vida impersonal y vivan la ficción de unas historias que les harán sentir y soñar!
Un abrazo, Enrique.
Me han traído ustedes hermosos recuerdos de mi juventud, en Sevilla en los años 60/70 había muchos, pero los más visitados por mí eran el Santa Catalina y San Laureano por la cercanía a mi casa.
ResponderEliminarA la entrada era costumbre tomar unos higos chumbos, que ponían sobre una barra de hielo y te lo servían en un plato de Duralex con un palillo.
Igualmente los altramuces sobre hielo, y las pipas que te la servían con una medida de lata en un cartucho de papel.
En el interior el olor a jazmín y a dama de noche, era tan intenso que a veces mareaba, pero en otras se agradecía ya que cuando regaban el suelo de albero, echaban Zotal para matar los "bichos"
Las sillas estaban divididas en "preferencia y general", y lo mejor el ambigú en donde sacaba mi madre la tortilla o los filetes empanados,
Se pedía en la barra, un buen plato de aliño o un plato de pescaito frito, para poder ocupar la mesa, unas cervezas para los mayores y una Mirinda o un vaso de casera para los niños, y a disfrutar de la peli, que casi siempre empezaba con retraso, pero para eso estábamos allí los pequeños, para cantarle
lo de ¡que empiece ya o el público se va!.
Un abrazo.
Amigo Manuel, una pequeña cacerola roja o una fiambrera de aluminio, con su seguro para la tapadera, eran los recipiente que se utilizaba en esa época a la que te aludes, para llevar un buen conejo, cortado por las coyunturas, claro, frito con tomate y pimientos verdes, en los cines de verano de Murcia.
ResponderEliminarCreo que todos poseían similitudes muy curiosas. Por ejemplo, el olor a jazmín y galán de noche (en Murcia le llamamos de esta forma a la dama de noche). Llegaba a ser, al entrar al cine, un aroma que, cual droga, te mareaba y te indicaba que ya estabas en el lugar donde todo era posible.
Nos ha encantado tu comentario, Manuel. Enriquece y mejora la publicación inicial de “Cine de verano III”. Vuestras peculiares costumbres y las comunes a otros lugares de España se entremezclaban en unos rituales que llenaban el espíritu y la unión familiar en torno a la película del recinto mágico que era el cine de verano.
Un gran abrazo, amigo Manuel.